El lobo de Snow Hollow | Estreno en Movistar+

Hijo, policía y padre

Robet Forster, Annie Hamilton y Jim Cummings en una imagen del filme.

Robet Forster, Annie Hamilton y Jim Cummings en una imagen del filme.

En algún lugar entre Fargo de los Coen, Twin Peaks de Lynch y el guiño a la serie B de hombres-lobos, el segundo largo de Jim Cummings (Thunder Road) sigue disfrazando de parodia de autor unas historias que indagan en la materia freudiana, en las relaciones entre padres e hijos, el trauma no superado o el sentimiento de orfandad, también desde una perspectiva cómica y destimificadora.

Cummings se afeita el bigote machirulo pero sigue encarnando aquí al policía en plena crisis personal y familiar que tiene que afrontar un caso de crímenes en serie que funciona como espejo deformante y camino para la catarsis. También cambia el paisaje y las tonalidades californianas por ese universo de la pequeña localidad de interior en pleno invierno como nuevo marco para una caza del asesino de piel de lobo por la que desfilan una serie de tipos y personajes caricaturescos que podrían haber salido de una sitcom.

El conjunto se resiente de su propia indefinición tonal y genérica y del hecho de parodiar unos géneros a su vez paródicos, también de unas formas algo más perezosas y planas que las de su anterior filme y más cercanas al formato plataforma donde finalmente ha circulado la cinta. También de una redundancia en el estereotipo del perdedor peripatético, hijo acomplejado (de un Robert Forster en una de sus últimas apariciones), jefe sin carisma de una brigada poco entusiasta y padre inseguro de una adolescente en su despertar sexual que un Cummings autoconsciente no termina de controlar del todo entre la gravedad y los tics.