La fiebre de Petrov | Estreno en Filmin

Estabilizar el caos

Una imagen del filme de Kirill Serebrennikov.

Una imagen del filme de Kirill Serebrennikov.

¿Quién, qué, cuándo y desde dónde se narra esta Fiebre de Petrov? El nuevo filme del ruso Kirill Serebrennikov (El estudiante, Leto) se lanza desde su primera escena en un atestado autobús nocturno a un viaje alucinado, físico y febril, quién sabe si dentro o fuera de la mente y la ensoñación de quien parece su protagonista-narrador, ese Petrov enfermo que tose y suda mientras el mundo a su alrededor da muestras de lo que parece el apocalipsis. Víctima y verdugo, protagonista y secundario, nuestro dibujante de cómic atraviesa pantallas y etapas en su particular infierno invernal y pandémico mientras los escenarios se diluyen, las historias se abisman y sus acompañantes se dan el relevo antes de regresar a casa.

Mientras tanto, también hemos conocido a su esposa, bibliotecaria justiciera, madre atribulada de un hijo al que ama tanto como le desea la muerte. La fiebre también parece haberle afectado, y en sus fantasías erótico-vengadoras y sus recorridos urbanos se anuda una historia familiar de separación por cuyas rendijas emergen los recuerdos y las escenas primordiales que dan algunas claves sobre estos personajes en busca de autor, rumbo y estructura salidos de la novela de Alexey Salnikov, otro iconoclasta gamberro de una Rusia post-soviética que se pregunta por su identidad y trata de asimilar su descomposición.

Filme sin centro y de formas excesivas y mutantes, La fiebre de Petrov funciona como un verdadero trip donde lo fragmentario y lo derivativo empiezan a encontrar ecos y repeticiones que apuntan a su particular Rosebud entre el caos de un relato desbocado. Tan sólo en su tramo final, en el blanco y negro de la nostalgia, el filme parece apuntar al origen de su despliegue amorfo: la infancia, las canciones y la patria perdidas se superponen y los relatos se entrelazan.