La Berlinale también acogió el segundo largo de Neus Ballús después de estrenar allí en 2013 su documental La Plaga, con el que cosechó cierto éxito en el circuito festivalero y por el que estuvo nominada al Goya como mejor directora novel.
El viaje de Marta se sitúa ya plenamente del lado de la ficción aunque arrastra ciertos elementos observacionales y un tono naturalista para contar la historia de una post-adolescente que llega a Senegal con su padre (Sergi López) y su hermano pequeño en un viaje mitad placer-mitad negocios que para ella se convertirá pronto en un periplo de (auto)descubrimiento.
Elena Andrada presta su cuerpo, su energía y su mirada inquieta a un personaje que delinea pronto su incomodidad con el itinerario preparado, dispuesta a mirar detrás de las puertas y cortinas que separan al staff del hotel donde se aloja y a tomar contacto con una realidad que se esconde a los turistas como ella.
Su viaje personal deviene así un previsible acercamiento al otro y a otra cultura que tiene tanto de bienintencionado como de ingenuo, también en las formas, con esa alternancia entre la imagen cinematográfica y la imagen vídeo que remite a modelos híbridos algo pasados de moda.
Tampoco funciona demasiado bien, a pesar de la voluntad de seguimiento, ese proceso de emancipación del padre que se sostiene sobre una escapada sentimental cocida con poca intensidad y un percance que resitúa de nuevo su conciencia como sujeto que no puede cambiar las circunstancias por más que se haya percatado de ellas.
A la postre, El viaje de Marta se queda en la superficie de los senderos y temas que pretende abarcar, también en los modos de un cine de voluntad realista al que se le ven demasiado las costuras dramáticas que lo sostienen.