El brindis | Crítica

Derrumbar a golpes la cuarta pared

Benjamin Lavernhe, narrador juguetón y omnisciente de esta comedia francesa.

Benjamin Lavernhe, narrador juguetón y omnisciente de esta comedia francesa.

Anda uno corrigiendo trabajos para la facultad y se acumulan muchos donde puede leerse con frecuencia el tópico “es una película lenta” o de “ritmo lento”, dicho siempre como lacra, defecto o limitación del filme y no como carencia lectora del espectador. Me pregunto si, por el contrario, no habría que hablar también, con más frecuencia incluso, de películas demasiado rápidas, aunque sea por constatar una realidad del cine de hoy en sus estrategias narrativas y de montaje.

Y justo en esta reflexión llega esta comedia francesa que pretende hacer de la velocidad su principal virtud, en su juego constante de ruptura de la cuarta pared y en sus permanentes digresiones narrativas de ida y vuelta para contar la historia de un pobre desgraciado (Benjamin Lavernhe, de la Comédie Française) en plena crisis tras una ruptura sentimental y sus dudas a la hora de aceptar la invitación de su hermana para dar el discurso de brindis en su boda.

Y decimos pretende porque en su propia y endiablada estructura narrativa de muñecas rusas, en sus quiebros, salidas y regresos a la escenográfica mesa central de juego, El brindis se deja muchas veces por el camino la atención de un espectador saturado e incapaz de seguir o reírle todas esas gracias por minuto que el guion y la dirección de Laurent Tirard (El pequeño Nicolás, Un seductor a la francesa) se empeñan en gestionar como principal reclamo malabarista del filme.

Pasa aquí, aunque con menos talento, lo mismo que en las últimas cintas de Wes Anderson, donde va uno siempre con la lengua fuera, por detrás del relato, incapaz de seguirle el paso y, lo que es casi peor, de retener buena parte de sus gags, sus guiños o sus supuestos hallazgos y detalles. Por lo demás, El brindis no deja de ser una vieja e inofensiva comedia romántica para tiempos de cuñadismo, emoticonos y lágrimas de sofá y manta disfrazada de artilugio posmoderno e ingenioso.