Charlatán | Crítica

Un mártir de la libertad

Ivan Trojan es el médico herbolario Jan Mikolášek en 'Charlatán'.

Ivan Trojan es el médico herbolario Jan Mikolášek en 'Charlatán'.

Hemos de creer que el interés de la veterana directora polaca Agnieszka Holland (Europa, Europa, Vidas al límite) por el personaje histórico de Jan Mikolášek (1889-1973), curandero y herbolario checo siempre rodeado de polémica por sus poco ortodoxas aunque exitosas prácticas sanadoras, tiene más que ver con su condición de mártir o símbolo de la libertad y la resistencia a tiempos y regímenes totalitarios en la Checoslovaquia del siglo XX, que con darle carta de naturaleza a la medicina no convencional justo cuando el negacionismo científico campa a sus anchas como nueva plaga ideológica en la era de la posverdad.

Se comprendería así mejor la defensa del personaje como suerte de héroe altruista dedicado a la salud de los demás antes que a la proyección personal, adalid de una entrega a sus conocimientos académicos sobre hierbas medicinales y a sus diagnósticos certeros a través de la orina como manera de ser y estar en el mundo justo en una época de ascenso de los totalitarismos y en un país azotado por las dos guerras mundiales, el nazismo y el comunismo.

Dentro de la línea academicista de sus últimos trabajos (Mr. Jones, In Darkness), y en sintonía con ese nuevo cine del Este (Pawlikowski, Konchalowski y compañía) para festivales que busca en el pasado comunista el contexto para sus historias ejemplares de lucha contra la opresión y denuncia de la falta de libertades, Charlatán reconstruye las etapas cruciales de la vida de Mikolášek desde el presente de su arresto, encarcelamiento y juicio en 1958 para viajar en saltos temporales a su juventud miliciana y suicida, su etapa de aprendizaje con una curandera rural, su trato con los mandos nazis o el presidente checo Antonin Zapotocky o su encuentro con Frantisek Palko, joven ayudante con quien mantuvo una secreta relación sentimental que añade más leña si acabe al asador de la reivindicación de la libertad en una época de tabúes, prohibiciones y vigilancias.     

Se sigue todo con claro didactismo y la simplificación del perfil de los antagonistas, jueces, médicos, abogados o militares con la cara y el gesto malvado necesarios para amplificar el retrato humanista de nuestro protagonista, interpretado por un Ivan Trojan que atraviesa edades, crisis y periodos con tanta dignidad y entereza como le permiten el maquillaje, los apósitos y una puesta en escena algo enfática.