Tal vez porque no teníamos apenas expectativas o porque pensábamos que esta era una mera operación de adaptación y estiramiento de la famosa sitcom televisiva a mayor gloria de su único punto de vista, Camera café, la película nos sorprende gratamente en su nueva piel chanante, surreal, episódica y desaforada fruto de ese post-humor que practican los Reyes, Sevilla y compañía, pero también en su apuesta por hacer del mainstream cómico nacional un terreno híbrido donde, además de la torsión costumbrista, aquí sobre esa clase media empobrecida de oficina y bar de desayuno que tenía a Albert Rivera como gran esperanza blanco-liberal, también es posible soltar la mano de las formas en una montaña rusa de referencias cruzadas y gestos paródicos extraídos de la cultura audiovisual pop.
Camera Café se mueve así entre sketches más o menos logrados, ensamblados e incorrectos (el del intento de ligue con la propia hija es insuperable), fiel a su particular fauna de miserables, cuñados y perdedores a los que Arturo Valls lidera con mano firme y vestuario imposible en su escalada de despropósitos, escaqueos, apartes, running gags, meteduras de pata y planes de saneamiento por hacer de la oficina en crisis ese microcosmos donde se reconocen ciertas esencias y vergüenzas hispanas que son perfectamente trasladables al país vecino, a la sazón también co-productor y objeto de la mofa desmitificadora a costa de la tristura de sus fados o el color de sus caldos.
No es menos cierto que, en la propia condición fragmentaria del artefacto, la cinta que dirige sin frenos Ernesto Sevilla, curtido en Muchachada Nui, Museo Coconut o Capítulo Cero, tiende irremediablemente a la autoextenuación y, muy especialmente en su deportivo duelo final, hacia la autodestrucción, pero no por ello, en su constante desvío hacia el absurdo, su conciencia de producto bastardo y mercantilizado y su generosidad en la creación de tipos y situaciones delirantes, esta Camera Café se gana a un sonreidor cómplice donde hora y media antes sólo tenía a un prejuicioso hater con la escopeta cargada.
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