El bar de las grandes esperanzas | Estreno en Amazon Prime

Los Estados Unidos de Clooney

Ben Affleck y Tye Sheridan en una imagen del filme de Clooney.

Ben Affleck y Tye Sheridan en una imagen del filme de Clooney.

Película a película, ya son ocho los títulos que tiene a sus espaldas George Clooney como director, prueba de su voluntad de seguir dirigiendo en paralelo a su carrera de estrella, incluso lejos de la repercusión de los premios de mejores tiempos (Buenas noches, y buena suerte, Los idus de marzo) y ahora bajo el amparo de las plataformas, que han producido la cinta de ciencia-ficción Cielo de medianoche y esta El bar de las grandes esperanzas que adapta las memorias de juventud de J.R. Moehringer en un coming of age de estirpe clásica que regresa a ciertos asuntos y ambientes del director de Suburbicon.

Su nueva película viaja al barrio neoyorquino de Long island en los años 70 para trazar el retrato de una familia de clase trabajadora, una madre y su hijo JR, ambos marcados por la figura ausente de un padre maltratador, el tío que regenta un bar siempre repleto de parroquianos entrañables donde se cita a Dickens y a los clásicos, y los dos abuelos seniles que los acogen cálidamente a regañadientes.

Porque esa calidez es el tono, y el principal logro, de esta película de vínculos de sangre y sueño americano tomado con precaución, un tono que rebaja los mimbres del drama o el trayecto del éxito (literario) para hablar de la diferencia de clases, la forja de la masculinidad, la sabiduría del barrio popular y el deseo de trascender los límites sociales con una suave pátina nostálgica que sortea incluso el escollo del desencanto y la orfandad.

Clooney cuenta la historia de JR a través de sus encuentros y conversaciones con su tío (Ben Affleck), verdadera figura paterna y referente moral y, sobre todo, desde esa autoconciencia del personaje (Tye Sheridan, aquí desprendiendo encanto) que se narra a sí mismo con ironía en una socorrida estrategia que pone también la justa distancia y aligera el tono de sus peripecias, su paso por Yale y el New York Times o su romance frustrado con una chica negra de la alta sociedad.

Película a película, Clooney sigue empeñado en completar su particular fresco social y generacional norteamericano, puede que sin un excesivo interés por las formas, aunque puntualmente afinado en su capacidad de construcción y observación de tipos y ambientes, en su relectura del cine clásico y su mirada a una nación cuyas mejores esencias liberales tal vez sean más fáciles de detectar en el pasado que en el presente.    

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