Cultura

El coloso y los enanos

Lo que cada año dicen los Goya del cine español lo sabemos de sobra: sobreactuación de triunfalismo, premio a los ganadores y cierre de filas de la profesión y sus familias, enfrentadas en una cordial competencia por una porción del pastel más bien pequeña.

Los de este año dicen también muy claro quién manda hoy en el negocio: Mediaset y Atresmedia. Suyas o altamente participadas por ellos son tres de las cinco candidatas a mejor película, Un monstruo viene a verme, El hombre de las mil caras y Que dios nos perdone, como suyos son también los modelos hegemónicos y casi únicos que se han impuesto para la supervivencia de la profesión (y la taquilla): el thriller con mayor o menor trasfondo histórico-político (incluyan aquí a la estimable Tarde para la ira) y la comedia costumbrista de elenco televisivo.

A excepción del director Pedro Almodóvar, que sigue yendo a lo suyo mientras pierde público para su causa, el cine español autopremiable debe exhibir buena factura de género, caras conocidas, vísceras y velocidad de crucero o bien tocar la fibra de las emociones enlatadas con un alarde de espectacularidad globalizada.

Lo que no dicen ya los Goya es que la gran mayoría de las películas españolas que han cosechado buenos resultados este año han estado distribuidas (y, por tanto, participadas) por Warner, Universal, Hispano Foxfilm, Sony, Disney o eOne.

Lo que tampoco dicen los Goya es que en España también se hace un cine atractivo e incluso estupendo fuera de esos modelos, y ni siquiera en la marginalidad más radical. Lo dijo un año (La soledad) y todavía se debe estar arrepintiendo. Títulos tan heterogéneos, libres y estimulantes como La academia de las musas, Esa sensación, Días color naranja, Mimosas, La próxima piel, Oleg y las raras artes, Dead slow ahead, La muerte de Luis XIV, Las amigas de Ágata o La reconquista, algunos premiados incluso en importantes festivales internacionales, apenas existen para los Goya, o sea, no existen para el espectador. Y ahí es donde la comedia vira en pequeña gran tragedia cultural.

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