Crítica '¿Qué invadimos ahora?'

¿Salvados por Michael Moore?

¿qué invadimos ahora? Documental, Estados Unidos, 2015, 119 min. Dirección y guión: Michael Moore. 

Como buen patriota que es, a Michael Moore le duele su país y ese dolor ha sido el eje central de su trabajo documental, un trabajo de corte performativo y personalista desde aquella Roger and me (1989) con la que despuntó como nuevo icono y revitalizador de un género en horas bajas de cara al gran público.

Las grandes corporaciones, la industria armamentística, el sistema sanitario, la paranoia pos- 11-S, los extraños negocios de la familia Bush, la campaña electoral de 2004, la guerra de Iraq o papá capitalismo han sido las grandes dianas de sus dardos críticos, unos dardos cada vez menos envenenados o, si lo prefieren, de trayectoria y metodología (manipuladora y tendenciosa) más visible, para desgracia de aquellos que, como yo mismo en sus inicios, creímos ver en Moore al pepito grillo capaz de cantar las verdades y meter el dedo en la llaga precisa para desenmascarar a los poderosos y las lacras del sistema con las armas del montaje, la confrontación y la ironía, y siempre desde el lado de las gentes buenas y honestas.

Pasado ya su momento de gloria, ¿Qué invadimos ahora? llega con el mismo cuento de siempre cuando hasta sus muchos imitadores han mejorado su modelo inquisitivo, como si su hijo Évole le hubiera adelantado hace tiempo en sus maneras de satirista y agitador documental para las masas. Moore hace las maletas para visitar con su bandera de barras y estrellas, su gorra de béisbol y sus muchos kilos de más varios países europeos (Italia, Portugal, Noruega, Francia, Finlandia, Alemania, Islandia, Eslovenia...) para mostrar sus supuestas bondades en cuestiones laborales, sanitarias, educativas, nutricionales, policiales, penitenciarias, de género, etcétera, y lo hace con su habitual maniqueísmo simplista, como explicado a un espectador infantil o algo tonto, lo que, como no puede ser de otra manera, reduce los mejores logros de la sociedad del bienestar a una especie de fantasía del progreso que, evidentemente, no resiste la comparación con su Estados Unidos del alma, que sigue siendo, qué duda cabe, el centro del mundo. Si lo que Moore pretende es llamar a la reflexión con una pizca de humor, a mí me ha dejado como estaba y no me ha hecho demasiada gracia.

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