Tribuna de opinión

Inteligencia y humanidad

  • El director artístico del festival Alcances de Cádiz, que este año ha homenajeado a Arantxa Aguirre con una retrospectiva, analiza el estilo de la cineasta y su proceso creativo

Rosa Torres-Pardo y Rocío Márquez en 'Una rosa para Soler'.

Rosa Torres-Pardo y Rocío Márquez en 'Una rosa para Soler'.

El cine de Arantxa Aguirre no lo tenía fácil. Sus documentales podían parecer a priori demasiado clásicos para fijarlos en la corriente más creativa de estas películas que tanto lustre está dando a nuestro audiovisual. Pero a lo largo de una carrera constante, sin prisa pero sin pausa, hemos descubierto una sensibilidad muy sutil, nada amiga de exhibiciones con la cámara, que se pega a sus historias con una mirada propia que revaloriza sus temas y va más allá del mero documental descriptivo. Ello queda patente en sus magníficos trabajos sobre danza (con El esfuerzo y el ánimo y Dancing Beethoven como títulos más destacados), donde su cámara se pone al servicio de los bailarines para narrar sus entresijos escénicos y la potencia de los cuerpos en su desgaste artístico y físico. Y es que Arantxa Aguirre ha centrado su cine en el arte, empezando con documentales sobre intérpretes (Hécuba, Geraldine en España) o cineastas (Montxo Armendáriz), siguiendo con su serie sobre danza, centrada en la compañía fundada por Maurice Béjart (de hecho, se ha convertido en un imprescindible documento sobre ella). De ahí pasó a la música clásica, con la fenomenal recuperación del padre Soler (Una rosa para Soler) y su aproximación a la figura de Enrique Granados (El amor y la muerte).

Fotograma de 'El esfuerzo y el ánimo', uno de sus mejores trabajos sobre la compañía de Béjart. Fotograma de 'El esfuerzo y el ánimo', uno de sus mejores trabajos sobre la compañía de Béjart.

Fotograma de 'El esfuerzo y el ánimo', uno de sus mejores trabajos sobre la compañía de Béjart.

Su última película estrenada, Zurbarán y sus doce hijos, abre nuevos caminos a su cine. Tras el movimiento de la danza y la vaporosidad de la música, ahora se enfrenta al estatismo de la pintura, lo que le ha obligado a otras estrategias narrativas. Ya no cuenta el proceso de creación como en otras de sus obras (en su serie de danza o en Una rosa para Soler, con el inolvidable dúo formado por la cantaora Rocío Márquez y la pianista Rosa Torres-Pardo preparando piezas del no excesivamente valorado hoy en día Antonio Soler) sino la vida secreta de las obras culturales, con la historia de esta serie de cuadros de Zurbarán muchos años perdida y que acabó en Inglaterra. Ahora se centra en todo lo que rodea al arte, exposiciones, trasiegos, etc., lo que la lleva a una película itinerante con los claroscuros de los cuadros barrocos. Y es que Arantxa Aguirre merece ser académica de San Fernando por su puesta en valor de nuestro acervo cultural, que película a película se va extendiendo.

Aunque estos reconocimientos parece que le llegan a la gente ya al final de su carrera -al menos en el imaginario popular así es- a la cineasta Arantxa Aguirre aún le quedan por fortuna vida y cine por delante. Seguro que su elegante estilo nos va a dar bastantes alegrías en el futuro y que otras épocas de nuestra cultura van a ser iluminadas por su cámara. En el festival Alcances de Cádiz este año tuvimos la suerte de gozar de su personalidad y talento como homenajeada nuestra. Fue un privilegio y nos dejó un poso inolvidable de humanidad y de inteligencia que nunca agradeceremos bastante.

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