VENGADORES: ENDGAME | CRÍTICA

Gran fin de fiesta

Scarlett Johansson en una escena de la película.

Scarlett Johansson en una escena de la película.

Un reparto digno de las películas que antes se llamaban all star films (una fórmula de apelotonamiento de estrellas iniciada por Grand Hotel hace la friolera de 87 años) que se corresponde a un bien ordenado apelotonamiento de superhéroes Marvel. Un diseño de producción y unos efectos especiales apabullantes aún para quienes ya se han acostumbrado a no asombrarse ante nada que se proyecte sobre una pantalla. Un guion de Christopher Markus y Stephen McFeely -ninguna sorpresa: están en la factoría Marvel desde 2011 y suyo es, entre otros, el de Avengers: Infinity War- que no carece de cualidades (y esto sí que es una sorpresa dado el tono bajo la entrega anterior) en el planteamiento y desarrollo de situaciones; no es un gran guion, no carece de baches, pero es la cinta transportadora perfecta para que sobre ella desfile esta asamblea plenaria de superhéroes. Y un buen trabajo de artificieros de esta pirotecnia visual a cargo de los hermanos Russo que debutaron prometedoramente adaptando al Monicelli de Rufufú para después dedicarse a la televisión y posteriormente apuntarse a la factoría Marvel, para la que han rodado cuatro títulos, entre ellos -como en el caso de los guionistas- el no muy brillante antecedente de esta Vengadores: Endgame.

Por qué la misma productora y el mismo equipo logran un resultado superior a la entrega anterior es uno de esos misterios que hacen atractivo el cine aún en esta era de casi robotización de la producción. Tal vez la sensación de celebración de despedida haya engrasado mejor los tornillos de esta máquina de hacer dinero dándole la capacidad de sorpresa, entretenimiento frenético y diversión (¡bien por la épica sin solemnidad!) exigible a este género que, por abuso de títulos y explotación intensiva de temas, no siempre cumple estos objetivos. Es la mejor de cuantas se han dedicado a los Vengadores y una de las mejores de las 22 que ha facturado la división cinematográfica de Marvel.

Sus mayores valores son sorprender cuando ya todo parece visto y manejar con inteligencia la desmesura que hincha todos los aspectos -dramáticos, cómicos, heroicos, humanizadores, épicos, referenciales, paródicos- que se entrecruzan en este fin de fiesta. Puestos a desmadrarse, lo mejor es hacerlo de una forma tan orgiástica. Eso sí, sin olvidar un minucioso cálculo que sostiene el enorme peso de esta gigantesca producción hecha para obtener beneficios igualmente gigantescos.

Si una de las funciones del cine desde los tiempos de Méliès es maravillar y divertir haciendo visible lo imposible a través del truco, esta despedida de los Vengadores, 120 años después, cumple los sueños más locos que pudo soñar el mago de Viaje a la luna.

Las nuevas tecnologías han hecho posible esta edad de oro de los superhéroes en el cine, iniciada por Superman en 1978 -el primer blockbuster de éxito basado en un cómic- con medios aún modestos y lanzada por los hallazgos de Parque Jurásico en 1993 y el éxito de Batman en 1989 a la edad de oro (en sentido literal y metafórico) del cine-tebeo al que Marvel se apuntó, tras unos inicios titubeantes, con los éxitos de Blade y X-Men en 1997 y 2000, creando la serie de películas más taquillera de la historia del cine.

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