A vista del Águila

Los pasajeros del puerto

  • El puerto de Algeciras ha servido para que pasajeros de todas las épocas cruzaran a las orillas vecinas

  • Miguel Ángel Del Águila captó esas idas y venidas en tiempos de cambios

El último viaje.

El último viaje. / Archivo Hijas de Miguel Ángel Del Águila

Las ventajas estratégicas que tenía la desembocadura del río de la Miel, escudada de los temporales de levante por la isla Verde, convirtieron este enclave en un lugar que, desde época romana, sirvió como cabeza de puente para todos aquellos que desde el extremo occidental de la bahía de Algeciras querían cruzar hasta su orilla oriental, a la costa africana del estrecho o a ambos extremos del canal, en busca de travesías por aguas mediterráneas o en busca de los más arriesgados horizontes atlánticos, que con los siglos hablaron con americanos acentos.

Además del tráfico de mercancías, en los años en que Miguel Ángel Del Águila fotografió el puerto de Algeciras, este tenía uno de sus puntales en los negocios pesqueros, y se había convertido en un referente nacional en el tráfico de pasajeros. Desde el modernizado muelle de la Galera partían transeúntes en busca de otros confines y arribaban desde opuestas orillas en un trasiego pluricultural y multilingüe abierto a todos los vientos y a las fluctuaciones políticas a los que un enclave como este nunca fue ajeno.

1. El último viaje

Al puerto de Algeciras no solamente arribaban en los años sesenta elegantes y mundanos viajeros procedentes de Nueva York a bordo del Independence o el Constitution; muchos otros cruzaban el Estrecho cada día a bordo de transbordadores como el Virgen de África o el Ciudad de Algeciras. Había un tráfico menor pero igualmente regular con Gibraltar, para el que se utilizaban embarcaciones cuyos nombres permanecen en el subconsciente colectivo y los asociamos a todos los que acudían al cercano pero no siempre accesible Peñón. Del Aline o del Margarita desembarcaban con la caída de la tarde viajeros ingleses que eran recogidos por los coches que a su disposición ponía el hotel Cristina; arribaban otros pasajeros llanitos en busca del expreso de Madrid o las corridas de toros de la Perseverancia durante la feria de junio, pero también llegaban compatriotas que aprovechaban su regreso laboral desde la Roca para pasar cuarterones de tabaco, piedras de mechero, manteca del pato o bolas de queso con las que mejorar sus humildes ingresos.

Fue un mes de junio de 1969, días antes de ser inaugurado el coso de Las Palomas, cuando se cerró definitivamente la frontera terrestre con La Línea. Tres semanas después se cortaron las comunicaciones marítimas desde Algeciras. El fotógrafo acudió al puerto la tarde del 27, cuando el último barco de Gibraltar iba a atracar. Frente a un Peñón sobre el que se reflejaba el sol poniente, una solitaria joven espera la llegada de alguien que por última vez cruzaba la bahía. Fueron años de ceses y clausuras, cuando algunos equipajes cabían en bolsos de mano y veraniegos trajes de tirantas disimulaban miradas perdidas en tardes de largos paréntesis, que se hicieron eternos para muchos.

La turista de récord. La turista de récord.

La turista de récord. / Archivo Hijas de Miguel Ángel Del Águila

2. La turista de récord

Año y medio después, Miguel Ángel Del Águila captó una imagen bien distinta. El tráfico de pasajeros fue el motivo de que se realizaran oportunas campañas donde se ponía de relieve el papel que comenzaba a poseer el puerto algecireño. Por esta razón, a finales de diciembre de 1971, fue designada la turista que redondeó el número del millón y medio en cruzar el canal. Eran tiempos de este tipo de celebraciones y el Centro de Iniciativas Turísticas, que era la entidad organizadora, se esmeró en el empeño. Para ello, se eligió a una viajera que respondiera al perfil de modernidad y cosmopolitismo que se quería potenciar del enclave.

Sobre una pasarela practicable de tablones de madera, una mujer desciende con porte mundano: pantalones de campana, zapatos de tacón bajo, largo abrigo a juego, bolso al hombro, gafas de sol y estampado pañuelo de seda sobre el pecho. Con peinado de peluquería y tras inservibles gafas de sol a la sombra, una sonrisa perfecta se asoma a unos labios de foráneos acentos. Tras ella, hombres sonrientes con finas corbatas y trajes donde no faltan chaquetas claras y gafas de sol en manos que sabían regentar nuevas cafeterías en estaciones marítimas recién inauguradas.

Pasarela de pasajeros. Pasarela de pasajeros.

Pasarela de pasajeros. / Archivo Hijas de Miguel Ángel Del Águila

3. Pasarela de pasajeros

En apenas una década, el número de viajeros que utilizaron el puerto de Algeciras se había doblado con creces y no resultaban necesarias campañas de promoción para unas instalaciones que eran ya referente del embarque y desembarque de individuos. La frontera con Gibraltar seguía cerrada; sin embargo, el trasiego con el norte de África no cesaba de crecer.

En abril de 1980, Miguel Ángel Del Águila se desplazó hasta los alrededores de la estación marítima y captó esta imagen. Sobre los viejos adoquines del muelle de la Galera; sobre desgastados raíles de tren; sobre estacionados camiones de transporte listos para partir a sus destinos de levante; sobre solitarias grúas en pareja, puentes de mando y cilíndricas cisternas; sobre aéreas pasarelas de hormigón bajo el cielo abierto, una nutrida fila de pasajeros dispuestos a embarcar guarda pacientemente el turno. Con el sol poniente de soslayo, sujetan maletas de mano a las que aún no habían llegado las ruedas, ajustan sus gafas, mantienen aireadas tertulias y esperan. Faldas de vuelo; rebecas abotonadas; bolsas al hombro; espaldas apoyadas en las barandillas; cabellos que el poniente en calma apenas agita.

No hay movimiento en la imagen: esperan, solo esperan. Todo está detenido bajo sus pies y sobre sus cabezas. Paradojas de fugaz permanencia en un espacio de trajines y prisas, de partidas sin retorno y viajes de ida sin vuelta definida, en una pasarela donde se muestran detenidos decenas de pasos antes de iniciar un camino abierto sobre un mar que era también un destino.

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