a vista del águila

El puerto y la ciudad

  • A finales de los años sesenta, la relación del puerto con la ciudad se articulaba alrededor de la Marina y Miguel Ángel Del Águila no dudó en retratarla

El puerto en la ciudad.

El puerto en la ciudad. / archivo hijas de miguel ángel del águila

Cuando concluía la década de los sesenta, el puerto de Algeciras había entrado en una dinámica de crecimiento exponencial. Quedaron atrás los tiempos en que se vertebraba alrededor de la desembocadura del río de la Miel bajo el inseguro abrigo de la isla Verde y de escuetos farallones de piedras que apenas eran capaces de defender la orilla de los temibles temporales de sudeste.

Con la finalización de la construcción del rompeolas en la década de los treinta se consiguió el abrigo de la rada y la expansión del puerto sobre la antigua piedra de la Galera logró habilitar un espacio abierto y seguro con un fácil acceso a la acera de la Marina, el único espacio urbano directamente abierto al mar desde la última refundación de la ciudad. Entre la pescadería y el río grandes casonas, torres miradores y antiguos hoteles vieron pasar frente a sus fachadas carros, diligencias, autobuses y automóviles que convirtieron el lugar en el principal acceso a un puerto que Miguel Ángel Del Águila mostró cercano y accesible; abierto y próximo; un elemento más de una ciudad acostumbrada a los cambios.

1. El puerto en la ciudad

El cinco de Agosto de 1969, día de la virgen de África, Miguel Ángel Del Águila hizo honor a su apellido y tomó con su objetivo esta imagen desde una de las balconadas de la Marina. Caía un sol de estío que apenas dejaba sombras entre los numerosos transeúntes que desde la ciudad acudían al puerto y viceversa. Sin aparente orden dirigen sus pasos en busca de alguna de las tres amplias entradas. Algunos mozos con gorra y algún policía con casco apenas intervienen en un trasiego que parece canalizarse a través del paso situado más al norte, donde se agolpan los andares ligeros, las pesadas maletas y las bolsas al hombro que acaban formando una corriente humana cada vez más compacta en dirección a la nueva estación marítima recién construida.

Tras las casetas de control, el punto de fuga se encuadra entre el antiguo edificio de Pescados y las nuevas instalaciones adonde confluían los viajeros que se disponían a cruzar el Estrecho. Al fondo, los dos transbordadores que realizaban el servicio con Ceuta y Tánger. Frente a una nave de la armada, las dos embarcaciones que hasta ese año realizaban la travesía marítima con Gibraltar. En primer plano, un continuo trasiego de automóviles. Abundan los equipados con oportunas bacas en las que se colocaban pesados equipajes de quienes viajaban con miedo a los recuerdos. En la imagen nada permanece; todo se muestra en movimiento: las personas discurren por un espacio que es vía y camino, senda abierta y calzada multilingüe donde cada paso se dirige a su propio destino.

Andenes sobre el mar. Andenes sobre el mar.

Andenes sobre el mar. / archivo hijas de miguel ángel del águila

2. Andenes sobre el mar

En aquellos tiempos, los trenes no se detenían tierra adentro en la antigua estación, sino que hacían su última parada junto al mar, a un paso del muelle donde los viajeros embarcaban con destino al norte de África. Era una mañana de julio de 1971 cuando el fotógrafo se desplazó hasta el puerto y tomó esta imagen del expreso de Madrid detenido frente a la Marina. Los dos vagones de pasajeros aparecen con las ventanillas bajadas. Detrás, vagonetas de mercancías se extienden hasta la chata carrocería de un CTM aparcado frente a la Banda del Río. Como telón, tres hoteles cuya situación se aprovechaba del continuo trasiego de la zona: el Término, el Anglo Hispano y el aún no inaugurado Octavio, junto al eucalipto que se alzaba tras el cuartel de Transeúntes. En la Marina, las obras eternamente inconclusas del Miramar, tras las que se asoman los pináculos de la casa de los Gaggero, despojada de su torreón esquinero tras los daños sufridos en el terremoto que tuvo lugar dos años antes. En primer plano, las personas que dan vida a la escena: mozos con carros entrados en años se afanan en recoger maletas de los recién llegados que se agolpan junto a los vagones: ancianos con boina y pantalones de pana; viajeros sin rumbo; caminantes decididos maletín en mano; jóvenes del lugar que vuelven la mirada y mujeres de espalda con medias negras de eternos lutos que miran sin ver hacia donde todos miran, hacia un tren detenido sobre el mar.

Los soportales de la Marina. Los soportales de la Marina.

Los soportales de la Marina. / archivo hijas de miguel ángel del águila

3. Los soportales de la Marina

La Acera de la Marina fue durante siglos la única zona de la ciudad abierta al mar y el lugar con el que Algeciras se conectaba con el puerto. En los años en que el fotógrafo tomó esta imagen, las antiguas casonas dieciochescas dieron paso a altos bloques cuya planta baja retranqueada mantuvo el espacio donde sillas y veladores habían acogido desde siempre a todos los viajeros que llegaban a estos lares y de aquí se despidieron. Era un lugar abierto al sol y al viento, al mar y a los barcos, a las vías y al tren. Un enlosado sobre el que paseaban pamelas y turbantes, escotes y chilabas, gasas africanas y occidentales gafas de sol. Acentos de todos los confines del mundo; pieles de todos los tonos del mundo; rostros de todos los puntos del mundo.

Cuando el fotógrafo tomó esta imagen en junio de 1980 muchas mesas estaban vacías: solo algunos niños llorosos y menguadas familias despiertan la atención de camareros con blancas chaquetillas. Vasos usados en una mesa y un sol bajo que se cuela entre los toldos, los camiones de reparto y los chopos de Lombardía que entonces custodiaban la entrada del puerto, entre grandes banderas y cúbicas fuentes con gruesos surtidores. Letreros de agencias y cambios de divisas son prueba del paso de tantos viajeros por estos cosmopolitas soportales abiertos al mar, al sol y al viento.

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