El reto migratorio | FIN A UNA SEMANA DE TRAVESÍA

Sed de una nueva vida

  • Arriban a Crinavis las 87 personas rescatadas por Proactiva Open Arms frente a las costas libias. Malta negó la asistencia médica a un migrante enfermo, según la tripulación

El ‘Open Arms’ se abre paso en la Bahía de Algeciras entre portacontenedores y un ferry. A la derecha, los migrantes, ya en Crinavis.

El ‘Open Arms’ se abre paso en la Bahía de Algeciras entre portacontenedores y un ferry. A la derecha, los migrantes, ya en Crinavis. / Erasmo Fenoy

El Open Arms atraca en el puerto de Crinavis con 87 inmigrantes a bordo

La salvación vino del cielo. Un avión de una ONG francesa alertó a la organización Proactiva Open Arms de que un grupo de personas se encontraba a la deriva a escasas millas de Libia. En total eran 87 personas. Tras una semana de travesía todas ellas arribaron ayer al Centro de Atención Temporal a Extranjeros (CATE) en San Roque. Fueron entrevistados individualmente y en un plazo de 72 horas conocerán si tienen derecho a asilo por parte del Gobierno. La tripulación del Open Arms ofreció una rueda de prensa tras el desembarco en el muelle de Crinavis.

A estas personas aquella noche les cegó una luz. El motor de 4.000 cv de un remolcador reformado se acercó hasta ellos. Cuando el barco alcanzó su posición muchos se arrojaron al agua en la negrura de la noche. “Nos dijeron que preferían morir antes que volver a Libia”, aseguró ayer el jefe de la misión del Open Arms, Ricardo Gatti. Días atrás los del barco habían extraído dos cadáveres del agua por un aviso que lograron interceptar entre las emisoras de la guardia costera libia y el buque mercante de bandera italiana Triades. Uno de los cuerpos era el de un niño, aún caliente, según los médicos de Proactiva.

“Estaban sedientos. Era el segundo día que llevaban a la deriva. Había 12 menores en el grupo, cinco de ellos no acompañados. El rescate fue límite”, narró Gatti. La incertidumbre continuó a bordo. Intercambiaron miradas. El capitán de la embarcación, Marc Reig, mantuvo el remolcador unas horas por la zona en busca de otras embarcaciones. En este punto los migrantes creyeron que aguardaban la llegada de las autoridades libias. El clima de convivencia se crispó. No encontraron más y encendieron motores hacia el Mediterráneo occidental. El objetivo era encontrar un fondeadero cercano y seguro en el que desembarcar. “Descartamos Italia por miedo a represalias de las autoridades italianas y ante el hecho de que se nos impidió entrar en aguas maltesas, incluso para evacuar una tripulante que necesitaba atención médica, decidimos pedir permiso al Gobierno español de atracar en un puerto de su territorio”, relató el jefe de la misión.

El miedo es un sentimiento difícil de superar. Cientos de kilómetros de extensión separan dos realidades distintas. De un lado, en la otra orilla, las torturas de un pueblo en guerra. De esta, la única vía de escape. “Algunos de ellos muestran el horror en su cara, porque anteriormente fueron recogidos por guardacostas libios quienes los deportaron a centros de detención en donde han sufrido palizas hasta comprar su libertad”, contó el responsable de diecisiete voluntarios, de los que ha formado parte el diputado italiano Nicola Fatroianni, secretario de la formación Sinistra Italiana.

El pasado 6 de agosto llegó el aviso. Al otro lado del teléfono vía satélite del barco las instrucciones fueron claras: el puerto de destino era el de Algeciras. Al poco recibieron un correo electrónico de confirmación con idéntica premisa. “El Gobierno español tardó cuatro días en conceder el permiso y nos derivó a Algeciras pese a que le habíamos pedido atracar en Palma, Barcelona o Valencia por cuestiones logísticas y humanitarias. Esto supone que España también incumpla la normativa internacional de llevar al puerto seguro más cercano a los rescatados”, apostilló Gatti a su mensaje de agradecimiento.

Pidieron víveres y medicamentos para poder llegar hasta Algeciras. Una salvamar de Salvamento Marítimo en Cartagena les surtió de provisiones en una coordenada del Mediterráneo, a caballo entre el Levante y Murcia. Ahora volverán a Barcelona a poner a punto el Open Arms y regresarán sobre lo surcado. Esa línea salada que ha conectado Libia y San Roque para salvar la vida de 87 personas.

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