Tribuna libre

La gran falacia de la Unión Europea

  • “Es evidente que hay una serie de intereses ocultos que buscan incesantemente evitar nuestro crecimiento”

Banderas de la UE ondean frente a la sede la Comisión Europea en Bruselas.

Banderas de la UE ondean frente a la sede la Comisión Europea en Bruselas.

Si estar en la Unión Europea implica o significa un doble rasero en el trato, favoreciendo a unos y ninguneando a otros, yo quiero salir de Europa urgentemente.

Si se permite un beneficio fiscal hacia los Países Bajos en detrimento del resto, cuando facilitan el asentamiento de las grandes multinacionales extranjeras en Holanda y Bélgica y el resto calla porque les interesa mantener estos paraísos fiscales encubiertos, quiero salir de Europa.

Si no dan respaldo a España y fomentan el tránsito de emigrantes por Portugal, Francia e Italia hacia Marruecos obviando nuestra situación y el significado que tiene para nuestra economía, quiero salir de Europa.

Si nos obligan a establecer y a aplicar una normativa sobre controles sanitarios en frontera, cuando permiten su incumplimiento y no actúan en contra de Portugal y Países Bajos que no adoptan esas normas ocasionándonos un grave daño económico difícil de recuperar, quiero salir de Europa.

Cuando llevamos años de discriminación, trato vejatorio y todas las actuaciones de los diferentes gobiernos de mi país van en contra del crecimiento y desarrollo de infraestructuras totalmente necesarias para crear riqueza en mi tierra y en mi región, por intereses de los diferentes lobbys, quiero salir de España.

Desgraciadamente, podría llegar a entender a los nacionalistas e independentistas en sus planteamientos. Dígase Reino Unido con Europa, Cataluña con España. Y eso teniendo en cuenta que nuestra posición como país o como región es muchísimo peor que la suya, que un enfrentamiento y sentimiento nacionalista nuestro estaría más que justificado ya que nosotros sí que tenemos razones más que suficientes para plantear reivindicaciones que están muchísimo más justificadas que las suyas.

Se me cae el alma cuando veo que la primera potencia económica de mi comarca, mi Puerto, tiene mermado su desarrollo por la falta de una conexión férrea digna y adecuada a sus necesidades. Que nuestro trazado de carreteras está a años luz de Barcelona o Valencia, dejándonos en una gran y clara desventaja competitiva.

Cuando actuaciones de Sanidad Exterior, por sus particulares interpretaciones y respaldadas por Madrid, merman nuestro tráfico de perecederos y nos lleven a unas pérdidas económicas y, lo que es peor, a una imagen de desprestigio internacional creando un estado de alarma que nos llevará años recuperar, si es que lo conseguimos.

Cuando Portugal, Holanda y Bélgica aplauden que sigamos siendo unos Quijotes sumisos y guardianes de una falsa integridad sanitaria mientras ellos se encargan de no poner ninguna traba al libre mercado internacional, abasteciendo nuestros centros de distribución alimentarios con todos aquellos productos a los que no permitimos su entrada o a los que la burocracia, o mejor dicho a los del arte de convertir lo fácil en difícil por medio de lo inútil, bloquea su paso por nuestro Puerto.

No paran de llegarnos noticias por parte de exportadores latinoamericanos o importadores nacionales o europeos de las facilidades y ventajas que les están ofreciendo y de las que están disfrutando en los puertos citados. Puertos en los que no se les solicitan cartas certificadas con firma digital, composiciones químicas ni nada de lo que se exige aquí para poder introducir sus productos a través de terceros en Europa y, por ende, en España.

Esto es imposible de comprender o admitir en el ámbito de una aplicación obligatoria de una norma en todo el marco de la Unión Europea.

No nos apoya Europa. ¡No nos apoya el Gobierno central! ¿Cómo debemos actuar? ¿Hasta cuándo la indolencia de mis paisanos? ¡Nos tragamos todos los sapos y no actuamos! Solo nos conformamos con debatir en pequeñas reuniones donde nos desahogamos. Después olvidamos y seguimos aguantando.

Mi tierra es rica, con posibilidades, pero hay que plantar cara ya. El desarrollo del Campo de Gibraltar, y en consecuencia el de Andalucía, depende de nosotros y solo de nosotros. Es evidente que hay una serie de intereses ocultos que buscan incesantemente evitar nuestro crecimiento y que están alerta continuamente para cortar de raíz cualquier atisbo de poder salir de este caos en el que estamos inmersos.

Afortunadamente, creo firmemente en el esfuerzo, tenacidad y capacidad de adaptación que tiene la comunidad portuaria. A la que animo a que siga luchando como hasta ahora para poder doblegar a todas las fuerzas que actúan en nuestra contra.

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