Enfoque de domingo | El Peñón tras el brexit

Roca, papel o tijera

  • La colonia de Gibraltar se enfrenta a uno de los momentos más cruciales de su historia con un futuro incierto en el que España tendrá la última palabra

Un motorista circula por 'Europa Road' una vía que conduce hasta 'Europa Point', el punto más meridional de territorio británico de ultramar de Gibraltar.

Un motorista circula por 'Europa Road' una vía que conduce hasta 'Europa Point', el punto más meridional de territorio británico de ultramar de Gibraltar. / Julio González

"Cuando Franco cerró la verja yo estaba de jonimún en Inglaterra. Mi jasband y yo tuvimos que volver en barco porque no se podía entrar por otro sitio. Me pasé años sin salir. ¿Y sabe lo que pasó? Que los gibraltareños nos unimos más que nunca, nos hicimos una gran familia. Quizá si no hubiera pasado eso... pero en aquel tiempo desarrollamos un jeit muy grande con España. Los que nos adoptaron nos han tratado mejor que nuestros padres. Nos encerraron. Pero lo peor no es que nos encerraran a nosotros, sino a nuestros hermanos del otro lado. Ellos lo pasaron peor que nosotros. Fue cruel". Nos habla Anne (el nombre es tá cambiado) entre libros religiosos en la librería de la iglesia metodista de Gibraltar y nos cuenta que se siente profundamente británica con su acento del sur, ese simpático espanglish pasado por el andaluz.Agustín Núñez lleva sólo unas pocas semanas como delegado del Gobierno para Gibraltar. Viene de estar destinado en Varsovia y hace 40 años, con UCD, fue el primer funcionario del cuerpo diplomático enviado a Gibraltar. Recuerda que entonces el Peñón "era un lugar atrasado. En todo este tiempo las cosas han cambiado mucho. Gibraltar ha avanzado, pero en buena medida a costa de sus vecinos. En aquel tiempo los gibraltareños hablaban de cómo se iban a pensar ser españoles si la dictadura aún estaba muy presente, más aún después del golpe del 23-F. Persistían los temores a que volviera a cerrarse la verja. A día de hoy eso no tiene sentido. España es una democracia más que consolidada, pero todavía puede escucharse ese mismo discurso. Eso es lo que no ha cambiado".

En una entrevista con Sky News, el pasado mes de marzo, le preguntaron a Fabian Picardo, el primer ministro gibraltareño, si no temía que el 'Brexit' acabara de nuevo con el cierre de la Verja y él reconoció que no había ningún riesgo: "Franco murió hace mucho tiempo. Podemos confinar el cierre de la frontera entre Gibraltar y España a los libros de historia, donde merece estar. A ningún imbécil se le ocurrirá volver a cerrar la verja". Por cierto, Vox ha propuesto hacerlo.

Sin embargo, es un sentir común para la gente de la edad de Anne recordar los años de la verja. Tras la apertura de la verja, Gibraltar vivió un tiempo de esplendor, aunque Anne piensa que fue así siempre: "Nosotros vivimos muy bien. Siempre hemos vivido muy bien, ¿por qué íbamos a querer cambiar? No es que nos sintamos británicos, es que lo somos". Dicho en palabras de la ministra de Vivienda de Gibraltar, Samantha Sacramento: "Nuestro derecho democrático a preservar nuestro estilo de vida británico es inquebrantable".

También llama la atención la fe ciega de Anne en Londres, incluso en Theresa May: "Siempre han mirado por nosotros. Lo que digan ellos está bien, será lo mejor para nosotros". "Anne, ¿en el referéndum del 'Brexit' miraron por vosotros?" "Eso a nadie le gustó, pero si lo decidió la mayoría..." "No vuestra mayoría". "Sí, la mayoría de los británicos".

Gibraltar, en realidad, no decidió nada. Votó, sí, un 95% en contra del 'Brexit', pero en un referéndum convocado por un primer ministro que ellos no votaron. En Gibraltar votan a su Parlamento, no al Parlamento inglés. Técnicamente no son ingleses. Son súbditos de la corona. Lo sabía bien Solomon Levy, el que fue el primer alcalde civil de Gibraltar, un cargo puramente honorífico, al que busco en su inmobiliaria que está donde acaba Main Street, cerca del Gibraltar Masonic Institute y junto al The Jury, un restaurante de estricta gastronomía inglesa, pese a lo cual se come bien y su plato estrella son los fish & chips. Al fish le clavan una banderita de la Union Jack en el rebozado.

Me informan que Solomon ha fallecido. La última vez que hablé con él fue dos días antes de la votación del 'Brexit'. Cruzaba los dedos para que los ingleses no cometieran una locura. La cometieron. Solomon moriría pocos meses después. En aquel encuentro, Solomon me enseñó orgulloso una foto que tenía en el escaparate de su negocio: él, el obispo católico, el obispo anglicano, el rabino y el imán: "Esto es Gibraltar". Es curioso porque, según el Tratado de Utrecht de 1713, esa simple foto serviría para denunciar la cesión del Peñón, ya que se prohibía expresamente que el territorio fuera habitado por judíos o árabes.

Con su pajarita de la Union Jack, Levy, tan elegante, tan británico y tan judío, tan dandy, tenía una visión lúcida: "De joven, yo, de aquí a Marbella, era el De Mora de Gibraltar, pero Franco cerró la verja y me quedé con mi descapotable subiendo y bajando la Roca, como un perro enjaulado. Pero eso tuvo dos cosas buenas: una, que pude sentar la cabeza y casarme, y dos, que nos dimos cuenta durante ese tiempo de que no éramos ni ingleses ni españoles, sino gibraltareños".

El orgullo de Gibraltar siempre ha estado muy presente y ahora, en las tiendas de la arteria comercial luce, junto a las camisetas del Barça, la de la selección gibraltareña. Sin embargo, los gibraltareños no pueden ver los partidos oficiales de su selección porque el Victoria Stadium, con capacidad para 5.000 espectadores, no está homologado por la UEFA, por lo que se tienen que ir a jugar a Portugal, al estadio Algarve, cuando a unos pocos kilómetros podría jugar en estadios sí homologados como el de Cádiz o el de Jerez. Eso no resta euforia. Uno de los camareros del Gibraltar Arms, un pub pensado más para los gibraltareños que para los turistas donde se habla casi exclusivamente inglés, es un gran seguidor de su selección. "Ojalá juguemos algún día contra España. Tenemos un buen equipo", dice. No es para menos. En un año ha pasado de estar en el puesto 206 del ranking FIFA al 190.

Mejor que en el fútbol les va en el campeonato inmobiliario. En Gibraltar se construye como si no hubiera un mañana. Centenares de obreros españoles trabajan en fincas que te sorprenden en cualquier esquina porque en Gibraltar no sobra el espacio y así, en la estrechísima Engineer Lane, una enorme lona oculta una finca horadada donde se trabaja en los cimientos y se escucha a los trabajadores canturrear canciones españolas. El estampado de la lona dice: "The Residence, 54 executives studiosand five 2 bedrooms aprtaments. Coming soon. The Ideal base in the heart of Gibraltar".Los precios en Gibraltar son inaccesibles para cualquier español medio. Ni uno sólo de los 9.000 trabajadores que cruzan la aduana cada día se plantearía comprarse aquí una casa, vivir donde trabaja. Al contrario ocurre continuamente. Se calcula que más de dosmillares de gibraltareños tienen vivienda en España, buena parte de ellos en Sotogrande. Consiguen casas más baratas y no pagan los impuestos españoles, a los que hay que añadir los extranjeros que viven en España, trabajan en Gibraltar en la industria del juego y el financiero, y también eluden al fisco español.

Miro precios en una de las numerosas inmobiliarias. Veo un agradable piso de 82 metros cuadrados por el que piden 275.000 libras; por una casa amplia de 138 metros se pagan 850.000 euros... por menos de 50 metros cuadrados en un edificio exterior a la fortaleza, en la parte nueva, el Ocean Spa Plaza, se piden 369.000 libras.

Pero si están a esos precios es porque se pueden pagar. En Gibraltar hay mucho dinero. Tiene una de las mayores renta per cápita del mundo, unos 64.000 dólares. Antes de la crisis, en 2005, la renta per cápita estaba en 35.000. El desplome de la economía mundial ha enriquecido la Roca. Una vez que uno atraviesa la avenida Winston Churchill y entra en la avenida Príncipe Felipe, en La Línea, la renta disponible media se desploma a los 20.000 euros. Un abismo en unos pocos metros. Por eso, como piensa Ángel, un linense que desde hace dos años trabaja en una de las tiendas de Main Street para turistas repletas de licores, cartones de tabaco y monos de peluche, "aquí los sueldos son muy buenos". Es una paradoja, ya que a los trabajadores españoles se les paga menos que a los gibraltareños por hacer la misma tarea. Es una discriminación salarial ancestral. Aún así, es mejor que un sueldo en La Línea. O el paro. La tercera opción es el contraband. S eso es mejor o peor va en gustos.

Pero las cosas están cambiando. El ministro Borrell firmóel pasado miércoles los cuatro preacuerdos con el Reino Unido sobre derechos laborales de los españoles, pesca, cooperación policial y medio ambiente. Y todo apunta a que van a cambiar más. En Gibraltar, con una población de 34.000 habitantes, están registradas unas 14.200 empresas, muchas de ellas sociedades pantalla de españoles.

La Roca ha sido un paraíso para uno de sus grandes motores, junto a los servicios financieros, el juego on line, donde ha llegado a tener el 60% del mercado mundial con una facturación estimada por H2 Gambling Capital de la exorbitante cifra de 30.000 millones de euros. El 'Brexit' tiene, en este sentido, un gran beneficiado: Malta. Tres de los principales operadores se preparan para dar el salto a la isla Mediterránea: Ladbroke, William Hill y 888 Group. En su último informe anual, el gigante del sector 888 expresaba su preocupación por la licencia gibraltareña: "El estatus de Gibraltar como resultado del 'Brexit' es incierto. Si 888 siguiera registrada, licenciada y operando en Gibraltar en estas circunstancias, su capacidad para contar con los principios de libertad de movimientos a la hora de prestar sus servicios en Europa quedaría limitada".

Esto sería una catástrofe para la economía gibraltareña y, según el anexo del acuerdo de salida pactado por los 27 y admitido por el Reino Unido, España podría llegar a tener su última palabra sobre 'esto'. Y 'esto' les puede llegar a preocupar a los gibraltareños más que la cosoberanía.

"Reino Unido no ha abandonado ni defraudado a Gibraltar", dijo en el Parlamento el pasado viernes Theresa May. El jefe de la oposición, Jeremy Corbyn no lo vio así. Tampoco los ministros exteriores alemán y francés. Tampoco convenció a los defensores de la salida en bruto, los brexiters, que hablan de traición a Gibraltar: "La concesión es la paja que rompe la espalda del camello", dijeron en expresión muy británica.

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