Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De facilidades
Crónicas de la prosperidad compartida
Fue al ilustre profesor Alberto Pérez de Vargas -¡Sr. Landaluce!: ¿Para cuándo el merecido reconocimiento? - al que mejor escuché sintetizarlo, de la forma que solo un matemático puede hacerlo. Gibraltar es cosa militar y la población civil es la tinta del calamar. Y es que lo militar de Gibraltar es ese elefante en la habitación que todo el mundo ve, pero del que nadie quiere hablar.
Ya por 1655 Oliver Cromwell escribió a su almirante Montagu para decirle: “Si hay algún otro lugar que se pueda atacar, en especial la ciudad y el castillo de Gibraltar, (...) si nos podemos apropiar de ellos y mantenerlos, ¿no serían ambos una ventaja para nuestro comercio y una molestia para los españoles, y nos permitirían, sin necesidad de mantener una gran flota en esa costa, con sólo seis fragatas ligeras colocadas allí, hacer más daño que (...) una flota y aliviar nuestra carga?”. El británico siempre tan considerado con el bolsillo de su contribuyente. Aliviar la carga dice.
No olviden que en este Estrecho se controla el tráfico marítimo de entrada y salida del Mediterráneo. Antes de que me corrijan, tengan presente que por el canal de Suez no se puede navegar en inmersión. Súmenle la proximidad del teatro de operaciones africano y los cables de fibra óptica que, sumergidos, conectan diferentes continentes. Acuérdense también de Echelon y las revelaciones de Edward Snowden. Con las bases de Chipre al oriente y Gibraltar en el occidente, el británico se convierte en un actor geopolítico del Mare Nostrum, actor en un mar que le debería ser ajeno por razones geográficas.
Cuando a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron los procesos de descolonización, la ONU no veía con buenos ojos que los territorios colonizados lo fueran con fines militares.
El británico utiliza como rehenes a sus colonos, y estos se lo copian, utilizando de la misma manera a los trabajadores españoles
Al perder la Batalla de Gibraltar, según detalla José María Carrascal en su libro, el británico actúa según lo ha hecho siempre en sus relaciones internacionales, firma una cosa y no la cumple o hace lo contrario a lo firmado. En lugar de cumplir el mandato de la ONU y entablar negociaciones con España para descolonizar Gibraltar, simula conceder autodeterminación a los coreanos del sur. De ese tiempo es la ya comentada otorgación de una cosa a la que se puede llamar Constitución de Gibraltar y que Su Majestad Británica puede derogar cuando estime conveniente.
De esta manera, Reino Unido utilizó la población colonial como excusa para mantener el control de territorios, donde su presencia era por un interés, principalmente, militar. El británico utiliza como rehenes a sus colonos, y estos se lo copian, utilizando de la misma manera a los trabajadores españoles.
Además de simular otorgar la autodeterminación a sus colonos, disimula la finalidad militar de la colonia diseminando las instalaciones militares por todo el territorio colonizado. Y entre unas instalaciones y otras sitúa la residencia de sus colonos. De esta manera puede hacer una negación plausible sobre la finalidad militar de la ocupación colonial. Cuando usted visita el parque temático del Imperio, solo ve material y uniformes militares de época, ha de fijarse muy bien para dar con las pocas instalaciones no camufladas.
En Europa Sur hay publicada una imagen del capitán de navío retirado Ángel Liberal donde bajo el título de Las púas del puercoespín se puede ver cómo toda la geografía gibraltareña se encuentra trufada de instalaciones militares. Váyanse a cualquier página web con imágenes satelitales y, apoyándose en ese puercoespín, observe la distribución de viviendas residenciales entre instalaciones militares. Gibraltar no es una ciudad con una base militar: es una base militar con una ciudad dentro. La población es el escudo tras el que se parapeta el militar, al estilo de lo que hace Hamas en Gaza.
A la utilización de los colonos para ocultar la finalidad militar es a lo que se refería el profesor Pérez de Vargas con lo de que la población civil es la tinta del calamar. Y esto lo saben perfectamente los colonos gibraltareños; saben que el día en que el contribuyente británico tenga que decidir entre mantenerlos a ellos o mantener su base militar terminarán desterrados en cualquier sitio, como ya les pasó en 1940. Les dejarán abandonados como hicieron con 7 millones de hongkoneses, o les deportaran por la fuerza, como les ocurrió a los chagosianos, de Diego García. Lo saben tan bien que constantemente sienten la necesidad de reafirmar su devoción por la Unión Jack, para no tener que abandonar sus residencias con billete solo de ida.
La finalidad eminentemente militar de Gibraltar se puso de manifiesto durante el cierre de la Verja. La práctica totalidad de la economía gibraltareña se sustentaba en el presupuesto del MoD (Ministerio de Defensa, por su acrónimo en inglés). Los gibraltareños, o trabajaban para el Ministerio de Defensa o tenían negocios que prestaban servicios a esos trabajadores.
Los avances tecnológicos han hecho cada vez más reducido el número de personal e instalaciones necesarios para el mantenimiento de una base militar. Esto, unido al crecimiento de la economía gibraltareña -a costa de parasitar la economía española - y la persistente racanería británica a pagarse sus vicios, llevó a que el coste del mantenimiento de las instalaciones militares se haya dejado caer sobre los presupuestos surcoreanos. La tacañería llega hasta tal punto que cuando el MoD prueba el generador eléctrico auxiliar que poseen para sus instalaciones, el Gobierno surcoreano le tiene que comprar la electricidad generada en las pruebas.
En el 10 de Downing Street quieren bases militares low cost, y es por ello que miran para otro lado mientras el llanito hace negocios de matute de tabaco, bunkering de combustibles rusos, blanqueo de capitales o evasión fiscal -lo que se tercie y con quien se tercie- mientras que los beneficios generados mantengan operativa su base militar.
Un claro ejemplo de esto es el aeropuerto de playmobil. La pista: ¡militar!; los hangares: ¡militares!; la torre de control: ¡militar!. ¿Se acuerdan de lo que hablábamos sobre sus tasas?. Luego ponemos una desproporcionada terminal civil que desvíe las miradas hacia ella y lo llamamos aeropuerto internacional. Maravillosa jugada.
A poco que haga unas consultas en su navegador favorito podrá comprobar cómo la Royal Navy de hoy nada tiene que ver con la del denostado Imperio. La economía británica va de mal en peor, y eso repercute en los buques. Uno de los dos portaaviones que han construido recientemente ha pasado más tiempo en dique seco que en el agua; ha tenido dos inundaciones internas, una de ellas de especial gravedad; y como colofón tenía desalineados los ejes de propulsión. No crean que se trata de algo puntual, sigan este enlace. Situaron la base del HMS Trent en Gibraltar, desde donde se desplegaría en la costa occidental africana, aunque las estancias de este patrullero en Gibraltar tienen más que ver con reparaciones que con el hecho de estar allí basado.
Hace tiempo ya que el británico es consciente de la imposibilidad de mantener operativa su base militar sin la anuencia de España. El mismo tiempo que llevan los gobiernos españoles sin usar esta tecla para hacer bailar al británico. Se limitan a mirar para otro lado a pesar de que la existencia de la base militar ha generado a España multitud de problemas. No creo que me equivoque mucho al afirmar que, el día que la base militar Gibraltar tenga que mantenerla económicamente el británico, libra a libra, empezará a encontrar similitudes entre los gibraltareños y los habitantes de Diego García. Ese día, cumplir las resoluciones de la ONU sobre descolonización, le parecerá la mejor de las soluciones al agujero de su bolsillo. Cuando la tostada no tiene manteca en ningún lado, no la quiere.
La consecuencia más gravosa para España de tener una base militar ocupando territorio nacional fue la obligación, por parte de las potencias de entonces, de hacernos asumir el Protectorado Marroquí
En mi opinión, la consecuencia más gravosa para España de tener una base militar ocupando territorio nacional fue la obligación, por parte de las potencias de entonces, de hacernos asumir el Protectorado Marroquí, con todos los problemas y consecuencias que ello tuvo para España durante el siglo pasado. Cuando las potencias europeas se repartieron África en la Conferencia de Algeciras, el Reino Unido no quiso que al control del Estrecho se sumara Francia en la orilla sur y encargó a España el protectorado marroquí adscribiéndonos la orilla sur del Estrecho, la parte menos productiva y más problemática del Marruecos de entonces, y de hoy.
Que no les engañen: quien manda en Gibraltar no es el capo de los Genoveses. El ventrílocuo de Macario, no es del Foreign, Commonwealth & Development Office (FCDO). La mano embutida en la marioneta es del MoD. A excepción de dos, todos los gobernadores de Gibraltar han sido y son militares. ¿Casualidad? No han sido pocas las situaciones en las que el Gobierno británico se alejaba de los intereses del MoD y este, raudo, reconduce la situación levantando la patita y marcando territorio. Si no se lo creen pongan en contexto los bloques de hormigón con los que obsequiaron a los pescadores españoles.
Por cierto, los bloques de hormigón que tiraron en aguas españolas pasaron por la Aduana, realizando los pertinentes tramites aduaneros. No necesitamos enemigos, nosotros solitos nos autoflagelamos.
Todas las capacidades militares que el británico pueda desarrollar en el Estrecho debilitan la posición geoestratégica de España que, en derecho, debería ser la única potencia occidental con capacidad de controlar el Estrecho. Y, sin embargo, tenemos a la diplomacia española en babia, preocupándose por derribar una Verja que no es suya, mientras la tinta del calamar hace dinero a costa de España y el británico con una base militar low cost en un punto geoestratégico de primer orden. Si se sigue la pista del dinero, se puede constatar cómo la desidia española es la que mantiene la base militar. Será por aquello de la prosperidad compartida.
P.D.: La arista militar del dodecaedro que es el asunto gibraltareño tiene demasiado calibre como para abarcarse de una sola vez. El editor, con toda la razón, me pasa la tijera cuando el texto empieza a transicionar de artículo a tesis doctoral, y he tenido que dejar pendiente todos los desperfectos que el elefante ha dejado en la habitación. Manténgase atentos a futuras publicaciones en las que se pueda ir desarrollando el Gibraltar militar. ¡Ahora, a por los churros!
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