El drama de la migración

Tarifa, vuelta a empezar

  • El traslado de los últimos 130 migrantes desde el pabellón La Marina hacia las comisarías de la provincia cierra el primer capítulo de un verano que se prevé intenso en el Estrecho

En la galería de entrada al pabellón deportivo de La Marina luce enmarcada una camiseta roja con el sugerente eslogan "Tarifa, destino de tus sueños". Justo debajo, en una de esas casualidades que se acaban tornando en ironía, un centenar de mantas polares de la Cruz Roja permanecen apiladas desordenadamente a la espera de que los voluntarios de la agrupación local vengan a recogerlas.

Pasa media hora de las diez de la mañana y hace ya un buen rato que se repartió el desayuno para los últimos 130 migrantes del contingente de 471 personas que llegó a las costas de Tarifa el pasado viernes a bordo de 57 pateras. La Guardia Civil logró completar en la tarde de ayer los traslados desde el complejo deportivo tarifeño, habilitado para acogerles, hasta las diferentes comisarías de la provincia para completar los trámites de extranjería.

Los últimos que van a salir de Tarifa rumbo a San Fernando, Cádiz o Jerez acumulan tres noches durmiendo sobre colchonetas. Y eso se nota en sus rostros, que reflejan cansancio, pero también en las miradas, un tanto perdidas mientras llega su turno.

Las pocas conversaciones que se producen son en francés y en un tono muy bajo. No es un susurro forzado por las autoridades que custodian el pabellón, sino una muestra más de la fatiga. No hay signos de impaciencia, pero los migrantes han visto desfilar durante todo el fin de semana a otros grupos (primero, las mujeres y los menores), lo que acrecienta la sensación de una espera que parece no acabar nunca.

"Los estamos evacuando a las diferentes comisarías de la Policía Nacional para continuar con los trámites de extranjería. Hemos dado asistencia humanitaria de primer escalón: comida, ropa y colchones para dormir con el fin de que la estancia sea lo más liviana posible", detalla en la cancha Fernando López Rey, jefe de operaciones de la Comandancia de Algeciras. A primera hora de la mañana ya habían salido dieciséis y otros dos grupos, con una veintena de migrantes cada uno, permanecen formados y prevenidos a la espera de que las comisarías queden despejadas. Antes pasan por una de las mesas para dejar una serie de datos, una información básica. La mayoría, explican desde la Guardia Civil, proceden de Camerún y Costa de Marfil.

Mientras, la actividad en el pabellón aparenta normalidad en el área del gimnasio aunque la entrada principal al complejo deportivo está fuertemente custodiada por la Guardia Civil. Una limpiadora municipal se afana en dar lustre a uno de los pasillos ajena al trasiego que se vive a sólo unos cuantos metros, donde decenas de cajas con botellines de agua permanecen apiladas junto a los lotes del desayuno. Unas galletas saladas y paté de sardinas, un zumo de piña, un postre lácteo y maíz tostado componen la ración básica.

Los voluntarios de la Cruz Roja, que ayer ya habían concluido con sus funciones de apoyo a la Guardia Civil, vuelven al pabellón a mediodía para comenzar a recoger las últimas mantas y colchonetas. Durante el fin de semana su actividad ha sido continua con labores de asistencia social, traducciones e incluso algún traslado a centros sanitarios. Nada grave, alguna cefalea y mareos por el viaje.

"El fin de semana ha sido tranquilo tras la llegada del viernes. Eso ha contribuido a que la situación haya podido estar bajo control", apunta uno de los voluntarios mientras carga una de las furgonetas. La dirección provincial de la Cruz Roja resalta que, dentro del contexto de una atención de emergencia, se ha buscado ofrecer las condiciones más dignas posibles.

"Habilitamos el pabellón en menos de dos horas con un dispositivo de la Policía Local, Protección Civil y limpieza formado por una treintena de personas, más voluntarios. Como la estancia se ha prolongado durante todo el fin de semana, también hemos aportado agua y algo de comida más variada. Somos un pueblo solidario", agrega Francisco Ruiz, alcalde de Tarifa.

Las autoridades locales guardaron ayer un minuto de silencio a las puertas del Ayuntamiento por los cuatro migrantes que llegaron muertos el viernes. "Tenemos que hacer hincapié en que no es un problema de Marruecos o de Turquía, sino de la Unión Europea. Que con muros no hacemos nada, hace falta inversión en origen", destaca Ruiz, quien aventura un verano complicado en sintonía a las predicciones de entidades como Acnur o Save the children.

A las puertas del pabellón llegan dos nuevos autobuses de la Guardia Civil listos para conducir a los migrantes hacia alguna de las comisarías de la provincia. Quizás a Algeciras con un recorrido de apenas media hora. O quizás a San Fernando o Jerez, lo que sumará un centenar de kilómetros a la travesía que empezó al otro lado del Estrecho.

Los migrantes son agrupados por parejas para subir a los vehículos y se producen algunas despedidas. Los caminos comienzan a separarse y nadie sabe qué caprichos traerá el destino. Si se volverán a encontrar en alguno de los Centros de Internamiento de Extranjeros o quizás en algún destino soñado que permita parafrasear el eslogan de la camiseta roja del pabellón tarifeño. La prenda seguirá colgada en la pared a modo de bienvenida, porque todo apunta a que el pabellón tarifeño tendrá que abrirse más veces este verano.

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