Un café con Paula

La Navidad y el Covid-19

  • Este año es importante ser flexibles y tratar de adaptarse a las circunstancias frente a pensamientos negativos del estilo "no habrá Navidad"

El alumbrado navideño de Algeciras

El alumbrado navideño de Algeciras / Nacho Marín

Una de las fechas que más nos han preocupado a todos durante esta pandemia es la Navidad. Desde verano hemos escuchado a personas cercanas preguntarse qué pasará con la Navidad, si habrá Navidad o si podremos celebrarla. Esta preocupación de la población nos lleva a preguntarnos, ¿Qué hace a la Navidad la fecha más importante y señalada del año? Hemos tenido que anular otras festividades, como la Semana Santa, ferias, incluso los próximos carnavales. ¿Entonces qué pasa con la Navidad que tanto nos preocupa, incluso a familias menos cristianas? Durante años nuestra comunidad ha celebrado la Navidad desde una cultura cristiana y eso implica dar importancia al mensaje de estas fechas, dar y recibir amor, la unión familiar y el disfrute de los pequeños momentos juntos para alimentar el alma simplemente con la compañía. Todo ello, hace más difícil desprendernos de nuestras costumbres en estas fiestas, pues tienen un gran trasfondo de acompañamiento mutuo.

Algo que oímos a menudo es que “el ser humano es un animal de costumbres”, y así es, nos sentimos cómodos en nuestra zona de confort y en lo conocido, sin embargo, el dilema navideño va más allá, implica sentimientos más profundos y superiores, pero también humanos, como la responsabilidad por el prójimo y la culpa en muchos casos. Por eso, es importante poder darle un giro a nuestra visión sobre qué responsabilidad tenemos este año respecto a la familia. Hasta ahora, en estas fechas, éramos responsables de no dejar a nuestros mayores solos, por ejemplo, de hacerles sentir el calor familiar y el amor de los suyos, y siempre lo hemos hecho mediante la compañía física en las comidas señaladas. Sin embargo, ahora nos encontramos ante nuevos retos, hacer un cambio en la concepción de nuestros valores, pues nuestra responsabilidad es también cuidar la salud del prójimo y esto conlleva que las reuniones familiares deben cambiar.

Como hemos escuchado estos últimos días a expertos virólogos, esta Navidad no se trata de salvar la Navidad, sino de salvar vidas. Parece un mensaje muy navideño, teniendo en cuenta el origen de esta festividad. Lo difícil es flexibilizar nuestros esquemas mentales, pero el primer paso para adaptarnos. Durante este último año hemos aprendido mucho sobre esto, adaptación al cambio y recursos para afrontar la incertidumbre. La Navidad, con el fin de año, también nos trae la oportunidad de revisar lo aprendido y ponerlo en práctica para el próximo año. Por eso, es un gran momento para hacer revisión y aplicar todo lo aprendido en el confinamiento de la primera ola, como la cercanía con los más íntimos, la utilidad de las videollamadas para hacer comidas o reuniones familiares o el poder aceptar emociones como la tristeza y el enfado y poder expresarlas, puesto que son adaptativas y nos ayudan a aceptar los cambios.

Por otro lado, estas fiestas son un momento especial y mágico para los más pequeños, y muchos tenemos la preocupación de que no pierdan la ilusión y vivan esa alegría navideña que los adultos recordamos de nuestra propia infancia. Si pensamos en cómo los niños y niñas se adaptaron al confinamiento, nos viene a la mente que a pesar de lo que todos pensábamos, fueron capaces en muchos casos de disfrutar de forma plena en casa, pues estar con sus padres, disfrutando de ellos, ya de por sí a los peques les resulta mágico. Además, en esa época hablamos mucho de lo importante de explicarles las circunstancias de forma serena, sin sobresaltos ni transmitiendo el miedo. Por ello, en estos momentos será primordial retomar aquellos consejos. Contar a nuestros hijos e hijas que ese espíritu navideño de proteger a los nuestros ahora implica que en muchas familias celebraremos separados las reuniones, pero darles alternativas para esa demostración de afecto característica de las fechas. Escribir y dibujar postales y cartas, hacer un intercambio de éstas con nuestros familiares por correo, añadirlas a la decoración de nuestro árbol, dar más prioridad al espíritu navideño de cocinar en familia, decorar juntos la casa, hacer videollamadas con aquellos a los que no veremos este año… y sobre todo poder transmitirles que esta situación, también pasará y que vamos estando más cerca de conseguirlo, pues los niños no tienen el mismo sentido de temporalidad que los adultos.

En resumidas cuentas, se trata de poder ser flexibles, dejar atrás los mensajes pesimistas como “no habrá Navidad” o “esto no es una Navidad”, aceptar esas emociones negativas por la pérdida de lo normativo pero sin anclarnos en ellas, más bien para poder cambiar el prisma desde el que vemos la estas fiestas. Celebrar la Navidad más que nunca, con su verdadera esencia y mensaje, dar y recibir amor y cuidar al prójimo, simplemente este año tendremos que renovar nuestras costumbres para cumplirlo.

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