Cultura

La vuelta de la épica flamenca

Luz de guía. Guitarra: Tomatito. Cante: Morenito de Íllora, Simón Román, El Ingleta. Segunda guitarra: El Cristi. Percusión: Lucky Losada, Moisés Santiago. Bajo: Maca. Baile: José Maya. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Sábado, 25 de septiembre. Aforo: Lleno

Al margen de ofrecernos el mejor recital de lo que llevamos hasta ahora de Bienal, este concierto puede sevirnos como espejo: un artista, un hombre, que se conoce a sí mismo, que es consciente de sus (enormes) posibilidades y también de sus limitaciones. Los fiascos absolutos, como Farruquito, o parciales como el de Rocío Molina, de lo que llevamos de festival han sido fruto de que estos jóvenes intérpretes han pretendido ir, no más allá de sus posibilidades, sino a otro lugar que el de sus facultades, de sus (enormes) potencialidades. Que puede ser más allá, pero que habitualmente, como en los casos citados, es más acá. Tomatito ofreció su concierto, su recital, brillantemente presentado, con su repertorio habitual, con once músicos virtuosos y también humildes sobre la escena. Por supesto que a los jóvenes, no sólo les permitimos, sino que les exigimos estos inventos ya que los aciertos suponen aportaciones a este arte.

Tomatito es un intérprete maduro que sabe lo que se hace. Tiene su repertorio más que rodado y un estilo muy definido. Ése que se deriva de sus años siendo la mano derecha de Camarón, idolatrando a Paco de Lucía: ya saben que Paco-Camarón es una estética indisoluble en partes. Esa estética de la que Tomatito asume la contundencia rítmica y el halo mítico. Y a la que él aporta un personal sentido de la épica musical y que el propio artista conceptúa en el uso de "armonías machos". Luego está su particular sentido de la melodía, que lógicamente afecta a su acabado rítmico. Un estilo agreste, algo romo, abrupto, mineral, austero. Único. La taranta con la que abrió la noche puede ser el mejor ejemplo de lo dicho. El acabado perfecto de los estilos levantinos contrasta con una melodía bronca. Lo demás fue una sucesión de estilos festeros con muchas descargas por bulerías, algunos tangos y una brillante rumba. También hubo lugar para la personal importación del tango bonaerense y otros aires americanos como la síncopa brasileña. Sonó un fragmento de soleá, poderosa y solemne, que me dejó con ganas de más. La fórmula de sus conciertos consiste en alternar varios estilos, varios ritmos, en una sola descarga: abrir por tangos y cerrar por bulerías o viceversa, iniciar la soleá y acabar con un tango porteño. O como en el número de baile donde hubo, sucesivamente, soleá, tangos, bulerías y de nuevo soleá para el brillante ejercicio de un José Maya pleno de pateos y dominio rítmico.

El almeriense dejó bastante espacio para el lucimiento de sus músicos, no sólo del bailaor. Así hubo un número de tangos y bulerías protagonizado por los tres cantaores en los que el homenaje a Camarón estuvo presente no sólo en las letras de los cantes, también en el estilo de los intérpretes e, incluso, con una cita directa como la bulería Otra galaxia. También se recurrió, en la rumba, a la fórmula de sucesión de variaciones sobre una rueda de acordes, impuesta por Paco de Lucía en los años setenta. Un concierto brillante, una alegría para el cuerpo.

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