Bienal de Flamenco

Diego sin más falsetas

Orate. Artista: Diego del Morao. Segunda guitarra: Pepe del Morao. Violín: Bernardo Parrilla. Percusión: Ané Carrasco. Baile: Gema Moneo. Cante: Fania Zarzana y Maloco. Palmas: Juan Diego Valencia, Juan Márquez y El Quini. Colaboración especial: Niña Pastori y Diego Carrasco. Lugar: Santa Clara. Fecha: Lunes 22 de septiembre. Aforo: Lleno.

Ha querido la casualidad que cuando en San Sebastián se estrenaba el documental de Curro Sánchez Varela sobre su padre Paco de Lucía, aquí en la Bienal Diego del Morao presentara su disco Orate en claro homenaje al suyo. Como si, igual que lo hicieron sus progenitores en vida, estos hijos del flamenco hubieran querido compartir sus búsquedas y rendirles sendos tributos. Por eso, en Santa Clara sonó el de Algeciras y estamos seguros que en el norte se escuchó el pellizco del de Jerez. Y puede también que por juntarlos a los dos nuestro protagonista fuera incapaz de quitarse el frío de las manos.

Si algo tiene este jerezano es que es capaz de sumar al soniquete y al pellizco de su predecesor la luz y el brillo que le ponía Paco a sus composiciones. Por supuesto que, siendo honestos, a esta afirmación se le puede poner la distancia que se quiera, pero Diego del Morao es uno de los guitarristas actuales que mejor representa un toque donde el compás y la vida están por encima de la técnica y la abstracción.

Es cierto que para recorrer este camino no estuvo solo en el disco ni lo estuvo en Sevilla, donde acudió con un elenco de nueve artistas y con Niña Pastori y Diego Carrasco como artistas invitados. Sin embargo, mientras el segundo parece cada vez más anclado en su propio personaje descuidando hasta la voz, la primera dejó al público con ganas de mucho más haciendo alarde de una excelente calidad vocal y de un estilo cañaílla que la ha convertido en la flamenca más mediática y que más estribillos ha regalado de su generación.

En cualquier caso, lo de la compañía en Diego responde más a una elección personal de defender un flamenco coral, alegre y profundamente canastero que a una necesidad real. Porque muy flamenca tiene que ser una guitarra para que por sí misma haga que al público se le vayan los pies y la de él lo consigue.

Nos arrastramos con sus contratiempos y nos encogimos con el eco de su pulgar. Hubo ovación unánime para unas seguiriyas con las que saboreamos el Jerez más puro. Y, mientras tanto, decidimos perder la cuenta de las bulerías que interpretó. Entre otras cosas porque siempre sonaban nuevas. Disfrutamos de su frescura, del ambiente y de la felicidad que supo transmitir. Confesó al final que se quedaba sin falsetas, desvelando también sus limitaciones. Pero esto, después de dos horas, no importaba.

Imágenes cedidas por el ICAS. Ayuntamiento de Sevilla.

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