Doble fondo

Cómo olvidar

LA campaña echaba sus últimas bocanadas, como los periodistas que seguíamos como una sombra por toda España los actos de Zapatero en la llamada caravana electoral. El candidato socialista repicaba en sus mítines que lo primero que haría si se convertía en inopinado presidente del Gobierno sería sacar a las tropas s de Iraq. Y ETA nos había metido otra vez el escalofrío en el cuerpo con esos 500 kilos de explosivos interceptados camino del sufrido Madrid.

Quedaban dos días de una campaña en la que el pescado parecía que estaba vendido por mucho que el candidato del PSOE se esforzara en transmitir a los fieles que le jaleaban en los mítines que estaba convencido de su victoria, mientras Rajoy, caballo ganador, se fumaba un puro en plácida campaña esperando caer como fruta madura en Moncloa a rebufo de la mayoría absoluta que había obtenido Aznar en 2000.

La caravana del PSOE llegó la madrugada de aquel 11 de marzo a Madrid desde Toledo, donde Bono le había dado las bendiciones a ese diputado leonés que le había apartado por nueve votos del liderazgo del partido. El móvil empezó a sonar a las ocho de la mañana. "Rober, hay 30 muertos en Atocha", fue lo primero que me dijo exaltada una compañera mientras me quitaba las legañas. Salto a la tele. Salto a la calle con el lavado del gato. Madrid aún mantenía ese frenesí habitual que desborda a los poco habituados al gentío raudo. Por la tarde, con la tragedia en plena digestión, todo cambió. Cómo olvidar el silencio sobrecogedor, o los rostros descompuestos por la rabia y la incredulidad, o el desfile de familiares rotos por el dolor hacia la improvisada morgue de Ifema, o ese manto de infinita tristeza que llevaba a preguntarse en última instancia por la naturaleza del ser humano y en penúltima por quién habría sido capaz de esa salvajada.

El Gobierno decía que los de siempre, quién si no, y Aznar hasta telefoneó a directores de periódicos para certificarlo.

Y bajo la foto de las Azores se puso a la vergüenza ajena a funcionar al son de una marcha conspiranoica que aún no se ha apagado del todo mientras el Gobierno reiteraba ayer lo obvio: no, ETA no.

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