Diez Negritas

Teodoro León Gross

¡Más sondeos! Es la guerra...

¡Más sondeos! Es la guerra...

¡Más sondeos! Es la guerra...

Las encuestas tienen un valor nada despreciable para la política: sirven para resetear el tablero. O, más bien, para reajustar posiciones. Las estrategias de cada partido están dictadas significativamente por la información demoscópica, real o manipulada. En definitiva, se gobierna mirando a las encuestas; y también se hace oposición mirando a las encuestas, va de suyo. Esto es algo que siempre se niega, con la vehemencia con que los adúlteros niegan la realidad al ser sorprendidos. Pero sí es lo que parece.

El político trabaja en dos planos: la gestión del presente, y las próximas elecciones. La gestión es inseparable del objetivo de ganar. De modo que hay dos ejes, uno real y otro virtual; por cierto muy evidentes esta semana en Andalucía. En el plano real, rebrotes, financiación, pacto europeo, contrataciones, regreso a las aulas… en el plano virtual, dos sondeos. Y sin duda los cabezas de huevo ya habrán dedicado muchas horas a interpretar estos sondeos –como arúspices con los hígados de las ocas– para redefinir la hoja de ruta con que se gestiona el día a día.

Claro que se trata de dos sondeos muy significativos pero de signo muy distinto: el barómetro institucional andaluz y una encuesta encargada por el PSOE. Previsiblemente los socialistas quisieron contraprogramar el barómetro del Centro de Estudios Andaluces al tener información de que éste se iba a publicar. Lógica simple: sabían, o sencillamente temían, un mal resultado. De ahí contraatacar con un sondeo triunfalista. Todo lo cual dice mucho del estado de cosas en el PSOE. En definitiva un sondeo no se encarga y se hace público para que se sepa dónde estás realmente, sino para transmitir dónde te gustaría estar. Y animar a los tuyos. El PSOE, por supuesto, querría sumar con Adelante Andalucía, en pleno proceso implosivo, y que Susana Díaz fuese la líder más valorada. En el barómetro oficial, Susana Díaz sólo supera al juez Serrano; de ahí el sondeo de encargo donde efectivamente ella sí es la más valorada. En estos casos se va a los encuestadores como se va a un fotógrafo o a un pintor: no a que reproduzca la realidad, sino a que te la mejore.

Otra cosa bien distinta es el barómetro institucional, un modelo tampoco exento de dudas recurrentes por la instrumentalización gubernamental. Ciertamente algunos conservan un buen prestigio, como el Euskobarómetro, y otros lo han perdido, como el CIS, incluso más que el Baròmetre d’Opinió Política (BOP) catalán. De momento no hay motivos objetivos para desconfiar del Centro de Estudios Andaluces, con 3.600 encuestados, pero aún deberá ganarse la credibilidad con su recorrido. Entretanto, sus datos coinciden con otros sondeos privados de opinión pública y con mucha de la opinión publicada: el PP se ha asentado, e iguala al PSOE, que va cediendo su prolongada hegemonía, aunque éste recupera algún escaño por el desplome de AA, que esta semana ha vuelto a dar muestras de debilidad en su fragmentación. El bloque de las derechas suma, aunque Cs cae. Todo ello es coherente con la buena valoración del Gobierno, aunque se valora más al presidente en particular. Juanma Moreno es el único con aprobado aunque Juan Marín está cerca. Teresa Rodríguez supera en la foto finish a la secretaria del PSOE.

Estos dos sondeos van a determinar –ya están determinando– la redefinición de las estrategias. Por razones obvias, continuista para el PP y disruptiva para el PSOE, aunque al PP ya le gustaría que ahí las cosas siguieran como están. Juan Marín va a tratar de tener mayor control sobre Cs desde el Gobierno, aunque de momento el enredo de la remodelación ha sido un despeñadero de imagen, y tendrá más choques con Vox que busca un perfil más duro para no ser muleta de San Telmo. Las izquierdas están debilitadas en el enésimo proceso de autodestrucción, al menos se están esforzando en conseguirlo, y el PSOE va a endurecer la oposición, mucho, persuadidos de que es ahora cuando han de frenar la consolidación del Gobierno. Ver a un tipo discreto y moderado como José Fiscal tirando del argumento de “contratar a amiguetes” da algunas pistas.

La apuesta socialista por el tremendismo resulta incierta. No es seguro que acalle las críticas internas, porque el descontento seguramente no es sólo de estilo sino también de nombres. Son muchos los que dudan de que los viejos líderes del PSOE pueden renovar el mensaje eficazmente. Algunas críticas en el ámbito sanitario o educativo, al margen de su consistencia, siempre tendrán efecto boomerang. La herencia, más allá del ventajismo gubernamental para airearla, supone todavía un lastre pesado. Pero el susanismo va a dar esa batalla, con los sindicatos movilizando en paralelo para sembrar el miedo al curso escolar y el abandono en la sanidad, aunque sea dando tratamiento de tragedia al suministro de las mascarillas. No habrá tregua.

El Gobierno, sin embargo, va a seguir a lo suyo: Juanma Moreno, al que ha beneficiado la gestión de la pandemia de un modo semejante al que las urnas han constatado con Feijóo y Urkullu, cuidará el perfil moderado, y así se entiende su reacción de esta semana felicitándose por el pacto europeo y planteando la necesidad de un reparto autonómico equilibrado. Reclamar un trato justo para Andalucía, y además invitando a la ex presidenta Díaz Pacheco para colocarla ante sus contradicciones, es win-win. En esa espiral siempre tenderá a ganar –en fondos o en votos– quien defienda a la tierra antes que a las siglas, algo que siempre hizo el PSOE… hasta ahora. Por supuesto Moreno no se va a desgastar con esas y otras contradicciones; ahí cuenta con el contrapunto implacable de Elías Bendodo. Siempre jugando con el riesgo de pasarse de frenada en el autobombo –logos hasta en las mascarillas, qué cosas– su misión es contrarrestar el desgaste del Gobierno desde la oposición con el desgaste de la oposición desde el Gobierno. Y ahí tiene siempre a mano la Memoria Histórica, pero la de 1982-2018: corrupción, rankings y otros escándalos. Tampoco habrá tregua.

Los sondeos han persuadido a San Telmo de perseverar, y al PSOE de romper la inercia, mientras Susana Díaz sufre presiones internas. En definitiva, Moreno ha ganado autonomía respecto a Casado, siguiendo el modelo Feijóo; y Díaz ha perdido su imagen de baronesa independiente para pelear por su supervivencia como sanchista, lo que para algunos debilita su oposición. En todo caso, el grito, al modo de Torra, es “apreteu!”. Se endurecerá la oposición día a día, con asuntos de envergadura o menores, las tres comidas, la renta mínima, el control del ocio nocturno, las incompatibilidades o las cafeterías de la residencias, a por todas. Eso sí, bulos como los de Bidafarma debilitan la estrategia. En todo caso, la tensión va a ir a más. Parafraseando el grito de Groucho con los Marx en el Oeste: ¡Más sondeos! Es la guerra…

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios