La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El reto de la banca es la Tercera Edad

¿Quién no ha visto a un anciano desesperado en una sucursal porque nadie le ofrece unos minutos de trato personalizado?

Ancianos sentados en un banco al aire libre

Ancianos sentados en un banco al aire libre / M. G. (Sevilla)

ENtiempos la banca recurría a los animalitos para suavizar su imagen, hacerla más amable y plausible para todos los públicos. ¿Recuerdan lo simpático que resultaba cierto cerdito rosa en los anuncios de televisión? Los más veteranos tal vez se acuerden del gallo que representaba el capital protegido (por el banco naturalmente)del avieso zorro que eran los impuestos. La mayoría tendrá presente los elefantes azules y los ositos de peluche con los que nos han vendido cuentas de ahorro familiares y otros productos. En una España con una población que gana longevidad y en la que seguro que nos jubilaremos cada vez más tarde, la banca tiene por delante un reto que adquiere ya la categoría de clamor:la atención con esmero, diligencia y eficacia a la Tercera Edad.

Cada día hay ancianos que sufren un verdadero suplicio en la relación con su banco. La transformación digital de la banca ha deshumanizado el servicio en el caso de nuestros mayores, que no pocas veces se ven ante una cuesta empinada e imposible de ascender cuando toca consultar el saldo, realizar transferencias o simplemente sacar dinero en la ventanilla porque han extraviado la tarjeta. Pareciera que la banca ha olvidado a quienes sostuvieron a las familias con sus pensiones cuando la crisis financiera de 2007, aquella que mandó a los arquitectos al taxi, a los albañiles de vuelta al bar para currelar de camareros y a cientos de periodistas a quedar condenados a no conocer más plantillas que las de los zapatos.

 ¿Quién no ha presenciado la escena de una persona mayor al borde de la desesperación porque el banco le niega un trato personalizado? El reto próximo, ahora que nos hemos acostumbrado al bizum, al pago con tarjeta de pequeñas cantidades y, por supuesto, a abonar la cuenta con solo acercar el teléfono móvil al aparatito, es que los mayores no se sientan perdidos, rechazados u orillados en la sucursal bancaria a la que muchos acuden cada mañana para vigilar las cuentas o para cualquier gestión de pago de recibos. Aquí valdría esa frase, estúpida por vacía de compromiso, que repite el presidente del Gobierno: no podemos dejar a nadie atrás. La banca se ha enfriado en exceso en su relación con los clientes.

Cada vez hay menos sucursales y menos cajeros. Casi es igual de difícil encontrar un cajero de tu entidad (para esquivar las comisiones) que un quiosco en la playa para comprar el periódico. Señores de la banca, hagan anuncios para presumir de ser entidades que priorizan a nuestros mayores. No hacen falta elefantes risueños ni cerdos encantadores. Sería la mejor campaña de imagen. Y devolverían a la sociedad el rescate que pagamos todos en su día.

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