Vivir

Un castillo de agua que previene las enfermedades

  • La mejora de recursos hídridos ha conllevado un desarrollo en la salud y en la higiene

Una madre lava afanada a su bebé en un barreño con agua y jabón, mientras el resto de niños del pueblo la rodea. En otro punto, mujeres guardan una fila con palanganas en la cabeza para pagar por ese bien tan preciado. Sus vidas han cambiado. Hace unos años tenían que beber, bañarse y cocinar con agua que recogían de charcas y manantiales sucios y con parásitos. Las enfermedades no se hacían esperar y los dispensarios se colapsaban por problemas intestinales. Actualmente, la higiene y la salud ganan puntos gracias a un agua más pura, y al trabajo realizado por la parroquia de Fô-Bouré en el país africano de Benín y la ONG Manos Unidas.

El agua, ese elemento tan esencial para la vida, ha cobrado protagonismo en este proyecto de Manos Unidas con la creación de las perforaciones, una por localidad, tres depósitos de agua y la canalización hacia 24 fuentes que surten a un total de 28 pueblos. La comuna de Sinendé cuenta con 85.000 habitantes aproximadamente, que son los beneficiarios del desarrollo hídrico que ha recibido la zona desde hace unos años. El proyecto se completa con la construcción de 24 letrinas.

Rafael Quirós, sacerdote de la diócesis de Barbastro-Monzón y responsable de la misión católica en Fô-Bouré, actúa como anfitrión en la visita a estas localidades. En los recorridos, siempre va acompañado de su camiseta del Club Estudiantes de Baloncesto. Mantiene sus raíces, pero ya es beninés. Tiene la doble nacionalidad y un pasaporte que lo acredita. Su grado de implicación es máxima y explica la evolución hídrica que ha tenido Kokabo, el pueblo donde el agua hace curva: "Hay un río que ahora está medio parado, pero tiene agua sucia. Bebían y cocinaban de ahí. Cuando vieron que hay que tener agua más limpia, empezaron a buscar soluciones y desarrollando ideas para tener un agua más pura".

Kassaré es la figura del ama de llaves, y es la encargada de abrir el grifo de la fuente y cobrar por cada vasija que llena a centenares de vecinos cada día gracias al "castillo del agua", como ellos mismos lo definen: "Ya no hay enfermedades en los pueblos, podemos hacer de todo en las casas. Ganamos dinero y podemos tener unos ahorros cuando hay que arreglar el colegio y cuando hay que hacer cosas en el pueblo. Antes no teníamos ese fondo para hacerlo. La vida nos ha cambiado mucho".

Cada pueblo tiene un comité del agua formado por un presidente, un vicepresidente, tesoreros, secretarios…Después de pagar los sueldos a los distintos trabajadores y solventar distintas averías, "tienen que reinsertar los beneficios en el propio pueblo: Construir un parvulario, pagar a los maestros…".

El agua que brota transparente de la fuente que gestiona Kassaré tiene una serie de técnicos que se encargan de garantizar su mantenimiento. Es el caso de Albert Biogado, uno de los máximos responsables del sistema de agua: "Antes de estas instalaciones, en 2008, había muchas diarreas y enfermedades del estómago y ahora no hay nada. Han bajado mucho los problemas de salud porque consumimos el agua limpia. Antes de este tipo de agua salubre, los dispensarios estaban llenos por enfermedades. Todos los días reviso las instalaciones, los tubos, los contadores… Estoy cinco o diez días en cada pueblo cuando tengo que arreglar las instalaciones. Reviso los contadores una vez al mes, recojo el dinero, lo llevo al banco o se lo doy al consejo del agua".

Están de funeral y tradicionalmente baten enérgicamente el ñame para ofrecer comida para todos los visitantes. El beninés es acogedor por naturaleza, a pesar de los escasos recursos. Mientras mantienen sus rituales, su pueblo avanza poco a poco gracias a proyectos de desarrollo como el de la distribución de agua proporcionado por Manos Unidas.

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