Diez negritas.

Diez negritas. / M. G.

Se publica el primer barómetro oficial del curso electoral en Andalucía, con la carrera lanzada: el PP ha absorbido a Ciudadanos y se ha hecho más transversal como los viejo catch-all parties, aquellos anchos partidos atrapalotodo del bipartidismo; el espadismo aún no existe, y el resultado es un PSOE desarmado con una izquierda desunida a su izquierda que se atomiza –incluso se anuncia una cuarta papeleta en torno al partido de Íñigo Errejón– y puede dejar fuera del Parlamento a Adelante Andalucía/Teresa Rodríguez; y Vox tiene opción de tercera fuerza, pero su relevancia pasa por que Ciudadanos no resista con media docena de escaños. Hay muchas claves, algunas incómodas, pero todo barómetro se suele eludir con un argumento simple: quien paga, manipula.

Denominarlo CIS andaluz es un modo de imputarle la misma falta de credibilidad de Tezanos. Claro que de momento hay dos diferencias: a este barómetro no se le han realizado objeciones metodológicas considerables; y sus datos no difieren de los sondeos privados que se vienen publicando, mientras el CIS de Tezanos sí ha quedado en evidencia. Pero la realidad no va a cambiar los marcos del debate. Por eso nadie lo llama el CIS de Pertíñez, director del Centro de Estudios Andaluces, sino CIS de Bendodo para sacarlo de la demoscopia y politizarlo.

En fin, ahí está el barómetro. Sólo el PP, como en sondeos anteriores, puede estar contento. Irónicamente es quien menos ruido hace: frisando los 50 escaños, evitan el ruido para fortalecer el perfil moderado de Juanma Moreno, con una valoración muy alta. Los 7 de Juan Marín serían un sueño para repetir Gobierno, y por eso se tiende a ver esos 7 como una ensoñación cocinada demoscópicamente. En Cs creen que es posible, porque en cada provincia se reparten de 11 a 18 escaños, y en 2018 obtuvieron dos escaños en cuatro provincias, tres en otras tres e incluso cuatro en Málaga. Vox entretanto incurre en una curiosa contradicción al celebrar el dato y mostrar su incredulidad: si no es creíble, ¿por qué celebrarlo? La apuesta de Vox pasa por atacar a Ciudadanos para hacerse necesarios, y van a apretar con Olona. Eso da una vía a la izquierda, ahora muy lejos de poder sumar según en el sondeo, apostando por el miedo a Vox.

De momento se están midiendo en la negociación de presupuestos como primer movimiento táctico en el tablero. El apoyo del PSOE o de Vox no tiene que ver con los números, sino con los equilibrios y perfiles. Es sólo un tanteo táctico. El campo de batalla electoral no va a estar en los presupuestos, sino en la Sanidad.

La campaña... marea blanca

La Sanidad fue clave en el declive del PSOE que le llevó a perder el poder, y ahora la izquierda confía en la Sanidad para recuperarlo. Después de la pandemia, que ha sido un estado excepción, el regreso a la realidad evidencia las debilidades del sistema. Las mareas blancas vuelven a la calle. Los sindicatos elevan la tensión. Claro que esta guerra es, sobre todo, una guerra de relatos.

–Oposición: ¡Despiden a 8.000 héroes! ¡Desmantelan la sanidad pública para privatizar!

–Gobierno: ¡Es la herencia del desastre socialista! ¡Invertimos más y hemos rescatado a 12.000 sanitarios!

¿Qué relato prevalecerá? En esto hay dos planos, uno real y otro psicológico: la atención primaria arrastra problemas que se sienten en presente; y el alarmismo suele tener buena prensa, con más eco mediático.

En esta guerra de dos relatos, como suele suceder, la realidad es secundaria. La verdad importa poco. De hecho, la campaña de la izquierda tiene mucho de demagógico, a ratos pueril. Pero tal vez ahí esté su potencia. Los hechos: se contratan 20.000 sanitarios para la pandemia a cargo de unos fondos de pandemia con perfiles para la pandemia, por ejemplo miles de analistas para hacer PCR. Se acaba la pandemia, y se acaban esos fondos... ¿Hay que mantener los contratos aunque no sean los perfiles más necesarios? ¿Hay que mantenerlos aunque no haya recursos?

El servicio público no es un derecho de quienes trabajan, sino un derecho de los ciudadanos. En una administración, debe actuarse con criterio y eficiencia. Los analistas contratados para las PCR son un caso claro. ¿Hay que mantenerlos aunque ya no se hagan PCR? Algunas preguntas obvias se está obviando, dando por hecho que los ciudadanos deben sufragar unos empleos que tal vez no sean los que aseguren el mejor servicio público. Claro que hacer política adulta es menos sugerente que proclamar que a los héroes no se les despide.

Todo esto no cambia que la Sanidad sea el servicio público más epidérmico, donde los retrasos en la citas, las consultas con el especialista, las listas de espera... se sufran de un modo desesperante. Y ante eso, en efecto, no se hacen análisis diacrónicos, valorando su evolución en el tiempo, sino sincrónicos: suceden en presente, se sufren en presente, y se juzgan en presente. En el PP confían en que la caricatura del doberman privatizador ya no cuele después de incrementar el presupuesto tras heredar una sanidad deteriorada y ahora mantener 12.000 contratos. La izquierda decididamente apuesta ahí su campaña.

La apuesta del PSOE

Esto, sí, ya es campaña, y el PSOE da prioridad a la Sanidad sobre la negociación de los presupuestos. Gómez de Celis advierte que el PSOE no aprobará éstos si se mantienen los 8.000 despidos. Es conditio sine qua non. Claro que al no ser propiamente despidos sino no renovación de contratos finalizados, la frase podría quedar en un brindis al sol... pero no, definitivamente apuestan al relato de los 8.000 héroes despedidos. De ahí el órdago. ¿Ferraz le marca la campaña a Espadas? ¿Lo ven demasiado blando y le condicionan así la agenda a riesgo de dejarlo públicamente en evidencia? La campaña, en todo caso, ha quedado marcada.

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