Sevilla

La Manada ya está en prisión

  • Los cinco miembros del grupo ingresan en la cárcel de Sevilla-I horas después de que se conociera el fallo del Supremo

  • La Audiencia de Navarra ordenó su detención inmediata

El furgón policial que traslada a la Manada, a su llegada a Sevilla-I

El furgón policial que traslada a la Manada, a su llegada a Sevilla-I / Raúl Caro / Efe

A las nueve y media de la mañana, José Ángel Prenda Martínez y Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena llegan a los juzgados de Sevilla para firmar su puesta en libertad. Como hacen cada lunes, miércoles y viernes desde que salieron de la cárcel de Pamplona, dos años después de que fueran detenidos por la violación de una joven en los Sanfermines de 2016.

Son los primeros de los cinco miembros de la Manada en pasarse a estampar su firma en el libro de registro de los juzgados. Han ido temprano para marcharse a pasar el fin de semana a Matalascañas, con la inconsciencia de quien no sabe que este mismo viernes se está jugando en Madrid su futuro.

El Tribunal Supremo celebra una vista para revisar la sentencia de la Audiencia de Navarra, que los condenó a nueve años de cárcel por abusos sexuales. La Fiscalía les pide 18 años y no pinta bien para ellos. El Prenda, el líder del grupo, se lo toma a guasa.

Como todo. Como cuando se cayó un cámara de televisión delante de él y se reía a carcajadas. Como cuando se paró a decirles a los periodistas que en este país hacían falta "jueces con cojones o juezas con ovarios", como cuando le dijo al magistrado que tenía que decidir si lo enviaba a prisión o lo dejaba en libertad que él era "cinturón negro comiendo coños" o como cuando se paró a ofrecerles mil euros al periodista que sacara una foto suya de fiesta en Ibiza, después de que circulara un bulo sobre que había ido a celebrar su liberación en esta isla.

Y así, con ese descaro del que le da lo mismo pasarse los próximos quince años en prisión que pasarse el fin de semana en Matalascañas, sale del edificio cinco minutos más tarde. Con una mano en la bragueta y de nuevo la risa pintada en la cara. Bien vestido, como casi siempre, afeitado y con el pelo corto, con un pantalón por encima de las rodillas, unas zapatillas de deporte blancas y un polo a rayas horizontales que, lejos de estilizar su figura, se la redondea.

Detrás de él, Cabezuelo, el militar de la Manada, gafas de sol con los cristales azules, pelo rapado y barba de varios días, camiseta gris ajustada y gesto serio. Un grupo de reporteros les esperan en la puerta. Ninguno habla. Prenda ríe. ¿De qué se ríe un tipo al que le faltan unas horas para que le digan que se va pasar quince años en prisión?

Avanza la mañana y llegan a firmar los otros tres amigos: Antonio Manuel Guerrero, Jesús Escudero y Ángel Boza. El Supremo deja el caso visto para sentencia, los magistrados se retiran a deliberar y se filtra que en horas se puede conocer el fallo. No han dado las tres de la tarde y ya se anuncia: el tribunal entiende que lo que ocurrió el 7 de julio de 2016 en Pamplona fue una violación y eleva la condena a 15 años de cárcel. Al guardia civil, Antonio Manuel Guerrero, se le suman dos años más por el robo del teléfono móvil.

Nada más conocerse el fallo, la Policía detiene a varios de los componentes del grupo. La Jefatura Superior ni confirma ni desmiente. Unos minutos después llega un comunicado del Tribunal Superior de Justicia de Navarra. La Audiencia de esta comunidad ha ordenado la detención de los cinco miembros de la Manada para que empiecen ya a cumplir la pena, a pesar de que todavía no está la sentencia.

La Policía arresta al Prenda y a Cabezuelo cuando se dirigen a la playa. Guerrero y Escudero son detenidos poco después y el último en caer es Boza, el ladrón de gafas, que se entrega voluntariamente en la Jefatura de Policía sobre las cuatro de la tarde.

En los calabozos se reúnen los cinco de nuevo. Se conocían los de la Policía Foral y ahora los de Blas Infante. La Policía empieza a organizar los traslados. La prensa espera en los juzgados, pero por allí ya no van a pasar. Al existir una orden de ingreso en prisión, son llevados directamente a la cárcel de Sevilla-I. Van en un furgón policial que llega a su destino sobre las siete y media de la tarde.

Media hora antes, Agustín Martínez, el abogado que ha hecho todo lo posible por librar a sus clientes de la condena, se baja del AVE en la estación de Santa Justa. Le aborda una multitud de periodistas. Martínez controla bien los tiempos de la prensa. Atiende siempre educado y entra en directo en los programas de la tarde. "La vista del Supremo ha sido una obra de teatro cuyo final estaba escrito", dice el abogado, que admite que ha tenido la sensación de hacer el ridículo.

El final que estaba escrito según el letrado pasa por la prisión de Sevilla-I. Es allí donde dormirán Prenda y Cabezuelo la noche del viernes al sábado y no en Matalascañas. También donde pasarán la noche los otros tres miembros de la Manada.

No sólo pasarán el fin de semana sino los próximos trece años, si se descuentan los dos años que pasaron en prisión provisional y siempre que cumplan íntegramente sus penas. A Guerrero le quedan 15. Ninguno de los informadores que esperaba en la cárcel pudo ver si Prenda reía, o si se tocaba la bragueta, cuando entraba en Sevilla-I.

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