Fracaso de lo nuevo

El éxito de la nueva política ha sido efímero y la renovación de los partidos tradicionales no acaba de convencer 

Se ha puesto mucho foco estos días en la debacle de Podemos, quizá por el rechazo que produce Pablo Iglesias; pero el domingo fracasó todo lo nuevo. Ciudadanos tuvo un resultado ridículo: nada en Galicia y dos diputados en el País Vasco gracias a ir de prestado en la lista del trasnochado PP de Iturgaiz. Y Vox, igual; están ufanos por su diputada en Álava, pero es poca cosa sacar el 0,6% de los escaños en liza para el tercer partido del Congreso. Tampoco el nuevo PSOE de Sánchez acaba de producir un líder regional de envergadura. El PSOE de Sánchez es Sánchez, sin contestación interna, sin cuadros, sin rumbo preciso. Los pesos medios del partido son barones que apoyaron a Susana Díaz y están en el poder desde antes de la llegada del camaleónico líder socialista. El nuevo PP de Casado, duro, aznarista, ha mordido el polvo en Euskadi. Y en Galicia el triunfo es del alma moderada, de clara tendencia mariana… Al final, tenía razón Michavila: quien crispa pierde.

El caso de Podemos es un ejemplo. Su líder máximo admitió el domingo en un tuit una derrota sin paliativos y añadió que tocaba hacer una autocrítica profunda. Sin embargo, nada hubo el viernes, tras la reunión de su ejecutiva. Juan Carlos Monedero, portavoz oficioso, ha apuntado dos cosas: que la izquierda nacionalista vasca y gallega se ha podemizado y que Podemos sigue sin dedicar el grueso de sus energías a "construir partido". La fórmula de las franquicias regionales que tan buen resultado le dio al principio parece agotada.

Qué tipo de partido hacer es la clave. Su tendencia ha sido fomentar la disciplina ciega, junto a un liderazgo fuerte, centralizado. Sobre esto hay posiciones tradicionalmente antagónicas. Una la simbolizan aquellos versos de Bertolt Brecht dedicados al partido comunista, "el individuo tiene dos ojos, el partido tiene mil". Argumento discutido por Theodor Adorno: "la imaginación exacta de un disidente puede ver más que mil ojos a los que han puesto las gafas rosas de la unidad".

Dos disidentes, Íñigo Errejón y Ramón Espinar han contestado a Iglesias. Para Espinar la autocrítica es fácil de hacer: "endogamia, incapacidad para llegar a acuerdos, sectarismo, agresividad indiscriminada con los medios, expulsión sistemática de la disidencia y el talento, burocratización que impide desarrollar iniciativas locales, autoritarismo…". Ahí queda eso. Para Errejón es un fin de ciclo; se ha vuelto a una situación anterior al 15-M. Para él Podemos ya no existe; existe otra cosa que se llama Unidas Podemos, que tiene los resultados de siempre de IU.

Galicia ha vuelto incluso a antes de este siglo. Hace veinte años la foto electoral gallega era idéntica a la actual: los mismos partidos, en el mismo orden. La misma mayoría absoluta. El éxito de la nueva política ha sido efímero. Y la renovación de los partidos tradicionales no acaba de convencer. Esto es lo que hay.

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