Francisco Baena Bocanegra. Abogado penalista

"Chaves y Griñán serán absueltos porque no tuvieron nada que ver"

  • El veterano letrado analiza el juicio de los ERE y destaca la figura de la instructora de la causa, Mercedes Alaya

Francisco Bocanegra

Francisco Baena Bocanegra (Coín, Malaga, 1942) recibe a este periódico cuando aún no se conoce la decisión del tribunal sobre las cuestiones previas del juicio de los ERE. El penalista analiza este caso, del que vaticina que habrá muchas absoluciones, y destaca la figura de la juez Mercedes Alaya, aunque reconoce que a su juicio ésta se ha equivocado en algunos aspectos de esta compleja instrucción.

–Acaba de cumplir medio siglo con la toga puesta, ¿qué tiene esta bendita profesión?–Procuro disimular los años que tengo, entre otras cosas porque no los siento; ni siento los años físicos que he tenido ya la suerte de vivir, ni tampoco siento que son 50 años de profesión. Decir me parece que fue ayer cuando comencé es una exageración, pero le aseguro que todos los días, y no es una cursilería ni una pose, me levanto diciendo las mismas cosas que el primer día: ¡Quiero ser un buen abogado! Yo he luchado por ser un buen abogado, por tener nombre, por tener prestigio, por tener vitola de honradez y de honestidad, de que la gente sepa que puede confiar en mí. Con eso he tenido bastante.

–¿Hasta cuándo va a seguir entonces al pie del cañón?–La palabra jubilación no existe en mi vida. Yo digo que hay dos instituciones muy felices de que yo no hable de jubilación: una la familia y otra la Mutualidad, que por ahora no me tiene que pagar nada. No, por supuesto que no me pienso jubilar. Mientras que pueda seguir yendo a los juzgados en moto y cumplir los compromisos sin llegar con retraso, tengo fama de puntualidad, y mientras tenga fuerzas para levantarme como me levanto todos los días a las cinco de la mañana y pueda estudiar todas las horas que el cuerpo me aguanta, que son muchas, yo no me jubilo.

–Se levanta muy temprano. ¿Cómo es un día en la vida de Francisco Baena Bocanegra?–Me levanto sobre las cinco de la mañana. Me gusta estudiar y trabajar por las mañanas. La primera hora la dedico a organizar el trabajo y despachar correos y, después, estudiar los asuntos que tenga entre manos. Me marcho al despacho, después a los tribunales, regreso al mediodía, y tras almorzar pego una cabezada en el sillón, me integro al despacho a las cinco de la tarde, recibo consulta o estudio, y por la noche no me gusta estudiar, salvo muy contadísimas excepciones, y suelo estar en la cama a las 23:45, y dormido a las doce menos 14 minutos. Tardo eso en dormirme: un minuto.

–¿En qué ha cambiado la abogacía en estos 50 años?–En todo. Conocí la máquina de escribir mecánica, con el papel cebolla para las copias, donde hacer un recurso era un auténtico calvario. He conocido la incorporación de la informática al mundo jurídico y de la abogacía. Yo creo que fui un poquito adivino y sabía que ése era el futuro de la abogacía y de hecho yo me incorporo de inmediato al mundo de los ordenadores, pienso que he sido en eso un auténtico pionero. La informática supone un avance tremendo para el abogado y si además hablamos del mundo de los bancos de datos, que hoy los tenemos con una accesibilidad absoluta, eso hace treinta años era inimaginable. Antiguamente montar un recurso era llenar un despacho de “Aranzadis” abiertos buscando jurisprudencia y partiéndote la vista con aquella letra menudita. Eso se ha superado. También disfrutamos de una Justicia con más medios, una Justicia, lo digo sin que exista el menor atisbo de “peloteo”, con mejores jueces y fiscales. Por supuesto que existen fiscales y jueces no tan buenos, pero eso también ocurre en la abogacía y en cualquier sector o lugar. Creo que la transformación ha sido absoluta. La tecnología también domina el mundo del derecho, los que tenemos un despacho pequeñito nos gusta decir esa cursilería de que yo lo que tengo no es un macrodespacho, sino una “boutique” jurídica. Me apunto a esa cursilería jurídica.

Baena Bocanegra. Baena Bocanegra.

Baena Bocanegra. / Juan Carlos Muñoz

–Siempre se ha sentido más cómo defendiendo que acusando… ¿Por qué?–En mi caso es algo innegable. Tan respetable es ejercer la acusación particular o la acción popular como la defensa. Creo que por mi perfil, mi forma de ser, vivo mejor y estoy más desahogado en la defensa, tal vez porque en un sistema como el español, en el que el que se sienta en el banquillo, se sienta con causa, la defensa es un auténtico reto para el abogado, y a mí me han gustado siempre los retos.

–La Justicia vive unos tiempos convulsos, se habla de politización, de macrocausas. ¿Qué le parece el panorama actual de los tribunales?–La Justicia está sufriendo una evolución frente a la que es más lenta para reaccionar. En esa evolución las macrocausas son uno de los grandes retos que la Justicia española tiene. Es una asignatura pendiente; no se puede estar ante causas que tardan años en instruirse y después nos enfrentamos a un juicio oral de meses e incluso años. Yo he celebrado un juicio que tardó dos años. En la mente de todos están el caso Arny, que duró seis meses… o la operación Malaya. Hay una serie de juicios que somos todos conscientes del esfuerzo que supone no sólo para jueces, fiscales y abogados, sino también para los justiciables que están ocho o nueve meses o un año pendientes del juicio. Esto también es un reto para la propia Justicia y no se está dando respuesta, o por lo menos no es la más óptima.

–¿Y cuál es la solución?, porque la división de las macrocausas también está dando problemas...–Yo creo que hay que acometer una reforma importante y seria de la ley procesal, porque los arreglos no van a venir desde soluciones imaginativas del día a día. Ese esfuerzo lo están haciendo a diario los jueces y los presidentes de Sala, tenemos que darle una racionalización al tratamiento de ese problema. Y eso solamente viene desde una reforma legislativa absolutamente en profundidad. No creo que la solución sea la división de las macrocausas.Lo acepto porque es un tema que está ahí, la ley es para todos y tenemos que aceptarlo, pero eso de la parcelación de la Justicia porque se piensa que así vamos a poderle dar respuesta más pronto a la sociedad es erróneo. Estamos ahora mismo debatiendo una causa en Sevilla, de extraordinaria importancia, en la que ya no sé por cuántas piezas separadas vamos. ¿Cuándo se van a ver y juzgar esas piezas separadas?, porque evidentemente hay un cordón umbilical que une a las piezas separadas con la causa madre o principal, y mientras no se resuelva la principal ya me contarán cómo vamos a resolver las separadas.

–En relación con las macrocausas surge el fenómeno de los jueces estrella…–Creo que, más que de jueces estrella, habría que hablar primero de causas estrella. En España ha habido dos fenómenos en los últimos 30-40 años que han tenido una trascendencia brutal en ése y otros aspectos. Me refiero al tema del terrorismo y al del narcotráfico. Son temas que estaban en la conciencia social, a flor de piel, para los que la sociedad quería respuestas, y ha habido y hay jueces que acometieron tan importante trabajo en aquellos momentos, siendo más visible su actuación. La labor de un juez es siempre difícil, pero, además, si le requiere valentía, y muchos de ellos demostraron tenerla, entonces el tema es tremendamente sensible para que la gente se fije en aquél que lo protagoniza y dirige. Y entonces es fácil decir que es un juez estrella. Que algunos de ellos han tenido la tentación o la realidad de, al socaire de ese estrellato del asunto, postular también su propia figura, puede ser, pero yo creo que por encima de todo esta sociedad tiene que agradecerles, y mucho, la labor que han desarrollado; de eso no me cabe la menor duda.

–Se ha referido antes al juicio de los ERE. ¿Qué opinión le merece el galimatías que se ha montado con que haya un solo juicio o no para los ex altos cargos y las cuestiones previas?–Uuuuffff, es un auténtico galimatías; se les ha ido de las manos a todos, y yo me pongo un poco en la piel del Tribunal, porque queramos o no, lo tiene muy complicado. El asunto de los ERE permite todas las tesis, todas las teorías y todos los pronósticos, y todos tienen base justificable. Elegir o encontrar cuál sea la solución teórica y convertirla en realidad en una sentencia es más difícil de lo que la gente cree. Lo he dicho muchas veces, éste es un juicio que va a traer muchas absoluciones, también va a traer condenas, condenas de aquellos que se han querido aprovechar de una situación, pero, ojo, salvando las distancias que hay entre un caso y otro, yo no me puedo quitar de la cabeza un caso en el que tuve el honor de participar, el famoso caso Arny, que causó un terrible daño a muchos inocentes que todavía siguen castigados por el estigma de haber estado en ese banquillo, y ello pese a que la Justicia se pronunció en forma absolutamente clara y diáfana para ellos: sois inocentes. Pero el daño no se ha podido reparar.

Baena Bocanegra. Baena Bocanegra.

Baena Bocanegra. / Juan Carlos Muñoz

–Habrá absoluciones y condenas, pero le pediría que se mojara. ¿Qué pasará con los ex presidentes de la Junta?–Sinceramente, dejando al margen mi afecto y mi amistad personal con los presidentes Chaves y Griñán y con otras de las figuras políticas que están ahí, yo pienso que ellos poco, por no decir nada, tuvieron que ver en este tema. Y no lo estoy diciendo como un ejercicio de voluntarismo o de amistad hacia ellos. Creo que conozco la causa un poquito y creo que en base a ello puedo pronunciar este pronóstico desde el criterio jurídico, no el amistoso.

–La teoría de la trama organizada se plantea a priori muy complicada, porque habría que poner de acuerdo a muchas personas…no sólo a los 22 acusados…–Ése es uno de los retos que tiene la Sala que va a dictar en su momento la sentencia. Creo que no debemos enturbiar ahora mismo la serenidad que un tribunal necesita para juzgar como dice la ley, valorando en conciencia las pruebas. ¿Sabe lo que yo le pido al caso de los ERE?, que el tribunal tenga la luz suficiente como para dar una sentencia que convenza a la ciudadanía. Es muy difícil porque en este caso, que tiene la connotación mediática y de interés general, hay los que pintan en blanco y los que pintan en negro, y es muy difícil dar una sentencia que calme todas las aspiraciones, pero yo confío en la Justicia.

–¿El pueblo ha dictado ya sentencia en el caso de los ERE?–Depende de por qué calle vayas.

–El caso de los ERE no sería nada sin la juez Mercedes Alaya, que inició la investigación. ¿Cómo valora la labor de una juez que tiene tantos admiradores como detractores?–No tengo que ocultar que estoy entre las personas que sienten admiración, respeto y afecto por doña Mercedes Alaya. A mí, personalmente, me parece una buena juez, una profesional de la Justicia enormemente íntegra, pero que, como todos los seres humanos, también se equivoca. He tenido profundas divergencias con la juez, pero eso no quita reconocer lo que hay que reconocer y por supuesto jamás faltarle al respeto. Los abogados no estamos para luchar contra los jueces; los abogados estamos para ayudar a la Justicia, somos un elemento necesario de la Justicia, tan importante como los jueces y los fiscales, iguales, a la misma altura, y tenemos que ayudar. Que doña Mercedes Alaya se ha equivocado en muchas cosas, estoy convencido, pero también los abogados nos equivocamos todos los días. Digo, de verdad, que si ha habido una imagen suya que no ha sido buena, que nos haya dado de una mujer fría, distante, desde la larga distancia, puedo afirmar que esa imagen es absolutamente incierta y no se corresponde con la realidad. Doña Mercedes Alaya, como decimos en términos taurinos, en la corta distancia es una mujer enormemente sensible, enormemente humana y enormemente cordial, y eso no se puede ignorar por mucho, y yo he discrepado muchísimo, que discrepemos de sus resoluciones. Pero mire, hay una cosa muy clara: a mí cuando una resolución de un juez no me gusta, eso no me da título para decir que es un torpe o lo que sea; me da título para recurrir, para eso están los tribunales. Hay que recordar la famosa frase que un modesto molinero le espetó a Federico de Prusia al que le molestaba el ruido del molino a la hora de la siesta; llamó al molinero y le dijo “o paras el molino o te meto en la cárcel”. Y el molinero contestó: “Señor, podéis hacer eso pero no olvidéis que todavía hay jueces en Berlín.”

–A Alaya siempre se le ha criticado la forma inquisitiva de los interrogatorios, que machacaba mucho al imputado…–Estoy en la línea de esa crítica. Es verdad que hay una etapa dentro de la instrucción en la que la juez notamos todos que acentúa ese aire inquisitivo, que por lo demás se lo permite la ley de Enjuiciamiento Criminal. Vamos a dejarnos de tonterías: el juez de instrucción español es un juez inquisitivo, hay jueces que lo traducen de una manera, y otros de otra. Yo he asistido a interrogatorios en los que he visto que doña Mercedes apretaba los tornillos mejor que el más hábil mecánico en un raíl desmontando y montando las ruedas de los coches. Bien, eso también tiene sus remedios: las protestas, que también están en la ley.

–Sinónimo de macrocausa son los juicios mediáticos. ¿Qué problemas traen en su opinión estos procesos, dado que ha defendido a tantos famosos?–El interés de la sociedad por determinados juicios, sobre todo en materia penal, ha existido siempre, sobre todo en el pueblo español, que tiene una cierta vena “cotilla”. Sólo hay que mirar las crónicas de tribunales de los dos últimos siglos. Ese interés arrastra por lo general otra cosa muy distinta, que es el morbo, y ese interés ha ido creciendo a medida que crece el potencial de los medios de comunicación, porque ha hecho más accesible la presencia de la ciudadanía y la participación de los ciudadanos en la Justicia. Participación que es la de poder asistir, ya sea directamente o a través de los medios de comunicación, al devenir de los juicios. Eso ha sido siempre, pero también ha contribuido a ello que en los últimos años han desaparecido muchas barreras que blindaban a determinados personajes en este país que parecían que eran intocables frente a la ley y que se ha demostrado que no lo son: entre ellos –qué duda cabe– que ha jugado un papel esencial el tema de la corrupción. Todo esto ha creado mucho más interés. Eso es imparable, es más, es sano, es bueno para una sociedad democrática, que el público tenga una veraz información del funcionamiento de la Justicia, una buena presencia a través de la información en lo que es la participación que le reserva la constitución al ciudadano, pero lo que no puede ser es un semillero para que algunos intenten aprovechar esa Justicia creando lo que se llama el juicio paralelo. Y en eso tenemos que hablar mucho y responsabilizarnos todos: los primeros los medios de comunicación, los segundos los ciudadanos, que son aficionados a crear su propia Justicia, a sancionar con sus propias leyes, que son las del voluntarismo; por supuesto los abogados, que muchas veces, por distintas razones, contribuimos a generar, a alimentar, ese juicio paralelo y a desinformar. Contra esto hay que reaccionar. En este país hubo un momento en que se habló de la creación de la ley antilibelo. Aquello no prosperó, pero creo que cada día es más necesario que esa ley venga de una vez por todas y acabemos con el sufrimiento de tantas personas que merced a esos juicios paralelos consiguen en la opinión pública una condena que la Justicia no le da, porque los ha absuelto, y de eso le puedo hablar de casos, casos y casos.

–Los últimos barómetros sitúan la corrupción como una de las principales preocupaciones de los españoles. ¿España es un país de corruptos o tenemos pocos casos pero muy llamativos?–Es complicado dar una opinión. Conozco esas estadísticas, pero son muy genéricas y globales. Puedo hablar por la experiencia que me ha dado mi profesión en contacto con otros profesionales de otros países. Creo que la corrupción española está dentro de unos parámetros, nunca se puede decir normales, pero no tremendamente exagerados. Lo que sí me preocupa es aquellos fenómenos que al amparo de la palabra corrupción se desarrollan. Entiendo que hay una corrupción que no la valoramos, que es la corrupción que yo llamo corrupción parasitaria, aquella que con métodos absolutamente arteros se pega al poder y, muy posiblemente porque el político no presta la atención debida, se genera una corrupción paralela, subterránea, que es de tanto alcance o más de la que estamos hablando y por supuesto mucho más oculta.

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