Doble parricidio

El Bretón sevillano

  • El último año de Sergio Oliva en Alemania estuvo marcado por la tensa relación con su ex mujer, a la que denunció en varias ocasiones.

  •  Tras el último juicio la amenazó asegurando que siempre recordaría ese día.

Sergio Oliva da de comer a uno de sus hijos.

Sergio Oliva da de comer a uno de sus hijos. / M.G.

El caso de Juan Sergio Oliva Gómez, el sevillano de 38 años que permanece bajo custodia policial en Alemania desde el sábado como sospechoso de asesinar a sus dos hijos, guarda una gran similitud con el de José Bretón, que en octubre de 2011 mató a los suyos en Córdoba y luego quemó los cadáveres. Oliva incluso se inspiró en Bretón, y meses atrás amenazó a su ex mujer, Yulia Lantukh, con hacerle lo mismo a sus hijos si ella no volvía a vivir con él.

La relación de Sergio Oliva y Yulia Lantukh arrancó en Sevilla hace seis años y fue muy tensa desde el principio. Según explicaron a este periódico amigos de la pareja, él sufría a menudo depresiones y ella le ayudaba bastante, tanto emocional como económicamente, puesto que era la única fuente de ingresos de la familia. Cuando Yulia se quedó embarazada de su segundo hijo, Sergio manifestó que no lo quería. Cuentan los amigos que le decía cosas como "ve a abortar" o "yo sólo quiero tenerte a ti a mi lado, no necesito hijos".

A menudo, cuando Yulia se quejaba de que tenía demasiado trabajo, además de atender a sus hijos y llevar la casa, Sergio le decía frases como "tú eras la que querías hijos, por lo tanto te encargas tú". Sin embargo, los allegados aseguran que en la calle Sergio se preocupaba mucho de que los demás lo vieran como un buen padre.

El presunto parricida, un enfermero que estaba en el paro, se marchó a Alemania hace dos años. Al principio quería ir solo para así, según los amigos, no tener que encargarse de los niños. Sin embargo, a los tres meses de estar allí sufrió una depresión y llamó a Yulia para pedirle que se fuera con él. Si no iba, él se volvería a España y viviría en una casa de su familia en Sanlúcar de Barrameda. Yulia aceptó su petición y se fue a Alemania con sus hijos. Casi desde el primer día, Yulia se integró bastante bien. Comenzó a aprender alemán y a trabajar en el turno de noche de una fábrica. Durante las noches, por tanto, el padre tenía que quedarse con los niños. Con frecuencia, cuando Yulia regresaba a casa encontraba a sus hijos sucios y hambrientos. Ante las quejas de ella, Sergio manifestaba que no valía para esas tareas. Según los amigos, parecía que lo único que deseaba era navegar por internet la mayor parte del tiempo.

Los niños asesinados en Alemania juegan en un tiovivo. Los niños asesinados en Alemania juegan en un tiovivo.

Los niños asesinados en Alemania juegan en un tiovivo. / M.G.

Una noche, uno de los niños se vistió solo y vistió a su hermano y salieron del piso en el que vivían para ir a buscar a su madre. Una vecina española encontró a los pequeños a las nueve de la noche y les preguntó qué hacían solos en la calle. Los niños respondieron que buscaban a su madre. La vecina les preguntó entonces dónde estaba su padre y los pequeños le contestaron que se encontraba durmiendo.

Después de esto, Yulia decidió buscar otro trabajo que tuviera un horario diferente, para poder estar por las noches con los niños. Durante el día, irían a la guardería. Sergio debía recoger a los niños, pero se negó a hacerlo, por lo que tuvieron que contratar a una mujer para esta tarea.

Yulia Lantukh y Sergio Oliva, con uno de sus hijos. Yulia Lantukh y Sergio Oliva, con uno de sus hijos.

Yulia Lantukh y Sergio Oliva, con uno de sus hijos. / M.G.

En otra ocasión, Yulia solicitó una ayuda que el Gobierno alemán proporciona a las familias con niños. Esta subvención es de 400 euros durante 18 años. La pareja acordó poner la ayuda a nombre de Sergio porque él tenía pasaporte europeo, ya que ella es rusa. Sin embargo, los allegados al matrimonio aseguran que Sergio estuvo cobrando el dinero y guardándolo en su cuenta, sin compartirlo con la familia. Yulia, por tanto, mantenía a los cuatro.

Éste fue el panorama de la pareja durante el primer año que pasó la joven rusa en Alemania, periodo durante el cual vivieron en un piso de alquiler. Terminado el año, compraron juntos la casa de Aurich, un pequeño pueblo cerca de Stuttgart, en la que se cometieron los crímenes. Yulia pensó que este cambio animaría a Sergio y le sería de ayuda. Después de cuatro meses viviendo en la nueva casa, sin embargo, la situación era la misma. La mujer mantenía a la familia mientras él pagaba su parte de la hipoteca con los 400 euros del Gobierno. Yulia no aguantó más la situación y decidió instalarse en el salón de la casa, mientras los niños seguían en su habitación y el padre en el dormitorio de matrimonio.

El sospechoso intentó que le retiraran a su ex mujer la custodia y dar a los niños en adopción

La joven rusa cuenta con numerosos amigos en Sevilla, tanto rusos como españoles. Varios de ellos consideran que era víctima de maltrato psicológico, si bien nunca hubo una denuncia contra el padre de sus hijos por este motivo. Los amigos aseguran que Sergio grababa con el móvil muchas discusiones en las que Yulia le reprochaba que no buscara trabajo. Casi en cada discusión, Sergio la acusaba de estar maltratándolo. En los cuatro meses que estuvieron viviendo en la casa, el hombre amenazaba con utilizar las conversaciones grabadas para quitarle a los hijos y luego, manifestando que no era capaz de hacerse responsable de ellos, darlos en adopción. Los allegados coinciden en que los menores eran el punto débil de Yulia.

Estas amenazas llevaron a la joven a marcharse a un piso de alquiler con sus hijos y a dejar a Sergio en la casa común. Ella seguía pagando la mitad de la hipoteca más la mitad de los gastos. Intentó llegar a un acuerdo económico con su ex pareja, pero él seguía amenazando con quedarse con la casa y quitarle a los hijos. Después de que Yulia se fuera, Sergio denunció a la Policía que su ex mujer le había robado el televisor, que había comprado ella. Poco después, Sergio presentó una denuncia a los servicios sociales alemanes en la que acusaba a Yulia de no ser una buena madre, de estar todo el día trabajando y no prestar una atención suficiente a los menores. Por ello solicitaba que le retiraran a la madre los dos niños y se los entregaran a dos familias. El juez falló a favor de la madre gracias a la declaración de unas vecinas que acudieron como testigos.

Días después, el hombre presentó otra denuncia más, en la que acusaba a su ex pareja de no dejarle ver a sus hijos. Según los amigos, ella le permitía verlos los fines de semana. Él, en cambio, lloró ante el juez diciendo que no podía verlos. La mujer alegó que su ex compañero sentimental no se encontraba bien y no podía quedarse con los pequeños, que estaba depresivo y temía por el bienestar de sus hijos. Solicitó al juez que, cada vez que el padre quisiera verlos, lo hiciera en presencia de ella. Una inspectora testificó que Sergio era un buen padre y Yulia contestó que en realidad era un actor en la calle, y en casa mostraba su verdadera personalidad. El juez finalmente decidió que los niños debían pasar el fin de semana con su padre.

El juez le retiró una ayuda del Gobierno y le obligó a pasarle una pensión de 600 euros

A partir de ese momento Sergio comenzó a amenazar a Yulia diciéndole que si no volvía con él, haría lo mismo que José Bretón con sus hijos. Mientras, seguía cobrando el dinero de la ayuda, viviendo en la casa común y no pagando ningún gasto de los menores. La situación fue a peor. Cuando Yulia le preguntaba a sus hijos qué habían comido con su padre, éstos contestaban que pan con nocilla o mermelada. El hijo mayor decía que era él quien a veces preparaba su comida y la de su hermano. La joven rusa decidió denunciar al padre de sus hijos por no pagar la manutención de éstos y acreditó que la subvención del Estado la empleaba en pagar su parte de la hipoteca. El tribunal decidió retirar a Sergio la ayuda del Gobierno y le obligó a pasarle a su ex pareja una pensión de 600 euros mensuales en concepto de manutención. Tras este juicio, Sergio insistió en pedirle a Yulia que volviera a vivir con él. Ella contestó que la relación se había acabado para siempre y él le dijo que nunca la perdonaría y que siempre recordaría este día, según contó la propia Yulia a una amiga íntima.

El sospechoso, en una fotografía facilitada por unos amigos de la pareja. El sospechoso, en una fotografía facilitada por unos amigos de la pareja.

El sospechoso, en una fotografía facilitada por unos amigos de la pareja. / M.G.

El pasado fin de semana cumplió sus amenazas. El día que Yulia recordará para siempre será el sábado 18 de febrero, cuando decidió ir a por sus hijos y se encontró a uno de ellos muerto. Al otro no llegó a verlo porque salió corriendo de la casa.

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