Despoblación

La Andalucía rural se vacía

  • Siete de cada 10 municipios pierden población.

  • El éxodo se ensaña con los municipios de montaña y los dependientes de la agricultura de secano.

  • En la última década, 168.000 personas dejaron los pueblos, mientras crecen las zonas de agricultura intensiva, las costas y las áreas metropolitanas.

Un hombre camina por la calle principal de Las Navas de la Concepción.

Un hombre camina por la calle principal de Las Navas de la Concepción. / Juan Carlos Vázquez

La Andalucía del interior se vacía. Los pueblos rurales han perdido 168.000 habitantes en la última década. La crisis, sumada a la secular falta de expectativas han alumbrado un importante movimiento migratorio hacia las costas y las grandes aglomeraciones urbanas. Pocos municipios del interior se han salvado de una tendencia de la que no se libra ninguna provincia, aunque sea mucho más severa en Jaén, Granada y Córdoba. En este momento 533 municipios andaluces tienen menos vecinos que hace 10 años. Es decir, el censo del 68% de las localidades andaluzas ha retrocedido desde 2008.

Mapa despoblación Mapa despoblación

Mapa despoblación / Dpto. de Infografía

"La despoblación se localiza en el interior, en las zonas periféricas y de montana", resume Eugenio Cejudo, catedrático de Geografía Humana en la Universidad de Granada. Los datos son tozudos: 85 municipios de Jaén pierden población, incluida la capital (-2,5%), mientras que solo ocho resisten. En Córdoba, son 64 los que retroceden y 11 sostienen sus datos censales, algunos a duras penas como la capital. En Granada hay más de un centenar de pueblos que tienen ahora menos vecinos que una década atrás. De hecho, más de la mitad de la población que ha abandonado las áreas rurales en la última década procedían de 264 localidades de estas tres provincias.

Municipios que más pierden Municipios que más pierden

Municipios que más pierden / Dpto. de Infografía

El fenómeno, sin embargo, no se detiene en las provincias del interior, sino que alcanza al conjunto de Andalucía. Almería es un caso paradigmático. Es, con diferencia, la provincia que más peso relativo ha ganado. El empuje de la agricultura intensiva y la exportación agroalimentaria han sido un imán para alimentar su padrón. También se ha beneficiado de los excelentes datos turísticos que se registran desde 2012. Esos ingredientes han favorecido que en 10 años haya crecido por encima del 6%. Sin embargo, tiene 78 municipios perdiendo población. El éxodo rural afecta a todo el interior, mientras que el milagro se localiza en el Poniente, el área metropolitana y el Cabo de Gata.

Ronda, Antequera, Écija, Osuna y Montilla, los pueblos con agricultura de secano decrecen.

Málaga es otro ejemplo similar. Es la segunda provincia que más población gana en términos relativos (5%) y desde luego lidera las estadísticas en valores absolutos con 77.860 habitantes más que hace una década, a pesar de que en el periodo comprendido entre 2013 y 2016 vio desaparecer más de 23.000 habitantes, previsiblemente a causa de la crisis que empujó la emigración, tanto local como extranjera. La población se ha concentrado sin excepción en el litoral y las localidades del entorno de la capital. Los 13 municipios costeros y del entorno de la capital han sumado en solo 10 años 87.000 nuevos residentes. Destacan Benalmádena, Marbella y Mijas que han ganado más de 10.000 habitantes cada una en este periodo.

Municipios que más decrecen por provincias Municipios que más decrecen por provincias

Municipios que más decrecen por provincias / Dpto. de Infografía

No obstante, Benahavís, en el extremo occidental de la provincia malagueña, es, con diferencia, la localidad andaluza que más ha crecido. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), su población ha aumentado un 107%, al pasar de 3.800 habitantes a 7.900. "Somos muchísimos más", apuesta su alcalde, el popular José Antonio Mena. Más allá de las estadísticas oficiales, los registros municipales de consumo de agua y recogida de residuos indican que la población oscila entre los 20.000 y 25.000 habitantes. "En el pueblo hay 14.000 viviendas", apostilla. Nada que ver con aquel minúsculo y montañoso pueblecito en el que no había hasta mediados de los 90 otra actividad más allá de ir a Marbella a buscar trabajo en los servicios o la construcción.

El caso es también singular porque vive del turismo sin tener un solo grano de arena. Su valor reside en las excepcionales vistas sobre el mediterráneo que brinda un término municipal escasamente edificado, con dos tercios de su superficie sometida a protección especial e inserta en el parque natural de la Sierra de las Nieves. En el espacio disponible han proliferado el golf y las mansiones de lujo. El controvertido saudí Adnan Kashoggi fue el primero en vislumbrar el potencial de Benahavís. En los años 80 compró una finca de 900 hectáreas en la que construyó su mansión y convirtió en el epicentro desde el que bullía la era del petrodólar, pero los planes se le torcieron y en 1989 tres bancos lo embargaron. Tras una primera subasta desierta, los terrenos se adjudicaron a un grupo inversores españoles, alemanes, suizos y norteamericanos que promovieron La Zagaleta, una urbanización donde hoy día se venden mansiones por 12 millones de euros.

Las sierras de Cazorla y Aracena son otros focos donde disminuye la población.

José Antonio Mena subraya que Benahavís tiene ahora 13 campos de golf, ocho hoteles (en uno de ellos pernoctó Michelle Obama con su hija Sasha en 2010) y un paro residual que apenas si llega al 5%. Sus trabajadores ya no tienen que ir a Marbella a buscar un empleo. Recuerda también que sus vecinos pertenecen a 89 nacionalidades y que la cifra de británicos es idéntica a la de españoles. No dice, aunque se sepa, que en las mansiones que se asoman al Mediterráneo desde Benahavís habitan multimillonarios de varios continentes.

Murtas, en la granadina sierra de la Contraviesa, también se asoma al Mediterráneo y, además, tiene unas excelentes vistas de Sierra Nevada. Sin embargo, su población se va. Irremediablemente. Los mayores para siempre y los jóvenes emigran en busca de otras oportunidades. En una década ha perdido el 35% de su población. Es el municipio andaluz que presenta peores registros, con un retroceso del 35% desde 2008. "Los chicos se van del pueblo. Aquí no hay vida. Una vez que sacan sus estudios, ¿qué van a hacer aquí?", se pregunta Loli Díaz desde la bodega Cuatro Vientos. "Estamos dejados de la mano de Dios. No somos un sitio de paso. Aquí hay que traer a los clientes uno a uno", concluye.

José Miguel Romera, alcalde de Murtas (PP), ara con el tractor su finca de almendros y hace memoria. Cree que hace más de un año que no va a una boda y este año ya ha asistido a varios entierros. "Los jóvenes se van a estudiar y no vuelven, y los mayores se mueren". Lamenta la imparable pérdida de servicios. El pueblo se ha quedado sin banco. "Nos han dejado un cajero que la gente mayor no entiende" y hasta se llegó a quedar sin tienda, hasta que el Ayuntamiento cedió un local a una vecina para que montara un pequeño negocio. En la escuela todavía hay 20 alumnos, "pero cada año la batalla es la misma para que nos manden más maestros. Nos dicen que las estadísticas no dan".

El alcalde, que no cobra por su trabajo público, admite que montar un negocio en Murtas no es fácil. Mientras glosa lo bonitas que son las vistas a la costa y a la sierra desde El Cerrajón, también enumera los negocios que han ido fracasando. Los cuatro hermanos Castillo son una excepción. Compraron hace 14 años la finca Cuatro Vientos, enclavada a 1.200 metros de altura, entre Sierra Nevada y la costa tropical. Allí han montado una bodega que dispone de más de una veintena de referencias de caldos tintos, blancos y rosados de las marcas Marqués de la Contraviesa, Mala Follá, Cumbres de Guadalfeo o 4V. Hasta un espumoso han creado bajo la inconfundible etiqueta Ni Pollas. Pero la familia no se ha limitado a hacer vinos y mostrar la bodega, dispone de restaurante, museos del vino y de la labranza, y de una era donde cada año hacen la fiesta de la trilla.

Una pareja de ancianos pasea frente a la iglesia de El Madroño. Una pareja de ancianos pasea frente a la iglesia de El Madroño.

Una pareja de ancianos pasea frente a la iglesia de El Madroño. / Juan Carlos Vázquez

"Producimos vinos, tenemos un viñedo y restaurante, pero también nos dedicados al etnoturismo y al ocio", sintetiza Loli Díaz. No es fácil llevar los clientes uno a uno. "Las desventajas son evidentes. Los servicios, la logística, el personal y por supuesto el público". Además, echa en falta más apoyo para dar a conocer la Contraviesa. "La Alpujarra sí tiene mucha promoción, pero nosotros, no".

El proyecto de los hermanos Castillo recibió en su momento el respaldo de los fondos Leader de la Unión Europea, una iniciativa comunitaria destinada al desarrollo rural que tiene la particularidad de ceder el protagonismo al territorio y a sus gentes. El catedrático Eugenio Cejudo, que ha estudiado y dirigido tesis sobre el programa Leader, recuerda el desarrollo rural apenas si recibe el 10% de los fondos que Bruselas destina a agricultura. "Es una gota", puntualiza. Unos 250 millones de euros durante el periodo 2007-2013 para un territorio tan amplio y diverso como el interior de Andalucía. "Hace lo que puede, pero puede poco", apunta el director del Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Granada, porque, como todos los programas europeos, tiene el hándicap de que destina recursos allí donde hay alguien dispuesto a poner primero de su bolsillo y lograr actividad emprendedora en zonas aisladas y envejecidas no es fácil.

La agricultura de montaña es poco productiva y todavía no hay alternativas solventes. Ni mágicas. El turismo rural emergió en los 90 proponiéndose como solución. Las Alpujarras o Cazorla son un ejemplo de aquel tirón. Sin embargo, ahora solo algunos de estos municipios de la provincia de Granada resisten a duras penas y de la treintenta de pueblos enclavados en el parque de Cazorla, Segura y Las Villas, todos pierden población salvo dos: Larva, que ha ganado siete vecinos en una década (482 residentes en el censo), y Puente de Génave, con cinco más que elevan su población a 2.179 habitantes. Es cierto que ha coincidido con los años de crisis, pero también es cierto que se aprecia una cierta madurez del sector y, sobre todo, poca diversidad en una oferta que tiende a repetirse.

El turismo rural es la solución para algunas localidades del interior y la montaña.

Eugenio Cejudo matiza que antes de la crisis se apreciaba un cierto resurgimiento de lo rural "ligado a factores culturales y a la recuperación de saberes artesanales, en relación también con nuevas actividades económicas innovadoras". Una evocación quizás un tanto naïve que no pudo soportar el encuentro con una realidad que mantenía luego la banda ancha a kilómetros y horas de distancia. El catedrático de Geografía Humana apunta que posiblemente aquella visión ahora se haya tornado en lo opuesto, también desdibujando de nuevo la realidad para añadirle puñados de dificultad. Pone como ejemplo, las conclusiones de una tesis doctoral leída en la Universidad de Córdoba que señalaba cómo la gran depresión económica ha hecho menos daño en los pueblos pequeños y rurales con población envejecida por su alta dependencia del sistema público de pensiones.

En las provincias occidentales se vuelve a reproducir la fórmula: los censos decrecen a medida que crecen las montañas. Córdoba es un ejemplo de libro, pero también ocurre en Huelva, donde decae la población de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, con la excepción de Aracena, mientras crecen los pueblos dedicados a la agricultura intensiva. El mismo fenómeno se repite en Sevilla, donde todos los pueblos de la Sierra Norte y de la Sierra Sur, sin excepción, pierden habitantes.

También es inquietante que este éxodo no se circunscribe solo a municipios pequeños, remotos y de economías frágiles. También se registra en localidades de tamaño medio y gran tradición agrícola: Osuna, Écija, Estepa o Marchena en la campiña sevillana, Aguilar de la Frontera, Montilla o Moriles en la cordobesa. En este sentido, también son ejemplos relevantes Antequera, donde la población ha caído un 8,6% en diez años, y Ronda (-9%), en la provincia de Málaga. En resumen, la agricultura de secano no fija la población.Eugenio Cejudo no quiere darlo todo por perdido. Cree que hay margen de maniobra, pero insiste en que solo será posible si se mantienen los servicios, no se suprimen bajo ningún argumento las escuelas y se hace una política de discriminación positiva hacia los pueblos pequeños de montaña. Apuesta por ejemplo por desarrollar servicios de dependencia que ofrezcan apoyo a la población mayor al tiempo mientras genera nuevos nichos de empleo.

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