Las diez negritas.

Las diez negritas.

EL Gobierno andaluz debería amarrarse los machos porque pisa terreno peligroso con la presentación de Andalucía en Marcha, morlaco sacado al ruedo ante el mundo empresarial, con el aforo de San Telmo reducido preceptivamente al 50% como dictan los tiempos. Y peligroso no ya por la elección de Andalucía en Marcha, con el eco de La República en Marcha de Emmanuel Macron que después usó aquí Albert Rivera con España en Marcha… ¡Está claro que nos va la Marcha! aunque a veces se añora más originalidad. El problema es que a la sociedad andaluza todo esto la pilla muy escéptica después de aquellos años del Foro Nuevo Siglo, La Hora de, Andalucía Imparable, Andalucía 10… productos de la formidable maquinaria de propaganda socialista que agitaba la autoestima a golpe de eslogan pero rara vez se materializaba en progresos reales. Nunca hubo auditorías de aquellas milongas por razones obvias, de ahí que esos precedentes abonen el escepticismo. El nuevo Gobierno tiene el beneficio de la duda, pero sólo de la duda.

La Marcha hay que pagarla. Programar 3.500 millones no es lo mismo que tener y gastar 3.500 millones. Y los fondos europeos serán clave. Juan Bravo, al que sus compañeros de gabinete veneran cada vez más como si fuese el hechicero de la tribu, ha reunido a los consejeros de Madrid, la vieja Castilla o Murcia para reclamar al Gobierno un reparto equilibrado de esos fondos europeos, que en definitiva corresponden "a España, no a Pedro Sánchez". Los 140.000 millones sí que van a ser la Madre de Todas las Batallas, como acuñó Sadam Hussein su propio desastre. Andalucía no es Madrid, y desde luego Juanma Moreno no es Isabel Díaz Ayuso, pero ahí habrá más fuego cruzado que en Verdún. Se han visto motivos para desconfiar de los repartos de Moncloa en función de la mayoría de la investidura. Elías Bendodo, que convoca a todos los demonios en las sesiones de exorcismo de los martes, mantiene el pulso del agravio. Esta semana, por cierto, celebró el triunfo parcial del decreto de simplificación en el Tribunal Constitucional –decretazo para la oposición, superdecreto para el Gobierno, en el habitual duelo para imponer el marco retórico– proclamando a la línea de flotación que "el PSOE quiere que sigamos como estábamos; el TC lo que ha hecho es parar en seco la intención del PSOE de intervenir Andalucía".

Los fondos europeos van a ser un campo de batalla. Aspirar a esos presupuestos competitivos, con proyectos solventes, no será fácil. Incluso se ha publicado que el Gobierno central está recurriendo a las llamadas Big Four (Deloitte, PwC, Ernst&Young y KPMG) para que le ayuden. A ver qué hace Andalucía, porque uno de los datos tal vez más demoledores facilitados por el Gobierno del Cambio fue constatar el bajísimo nivel de ejecución de sus antecesores con estos fondos. Andalucía ni siquiera era capaz de ejecutar el dinero que recibía de Europa. ¿Qué capacidad de respuesta habrá ahora?

De momento el examen al Gobierno andaluz, en todo caso, pasa sobre todo por la sanidad y la educación con el regreso a las aulas. El departamento de Imbroda ha optado por un cierto fatalismo realista: sin capacidad económica para ir más allá del refuerzo con unos miles de profesores en una estructura llena de debilidades, y persuadido de que asistir a la escuela es parte de la salud pública, confiar en que la fortuna se imponga a la lógica porque los modelos matemáticos acojonan. Ya pueden cruzar los dedos… o rezar lo que sepan, porque las ratios les perseguirán. Desde Adelante Andalucía, antes de que suceda, ya dicen que "no aceptamos otra cosa: dimisión de Imbroda" (José Ignacio García). Y la atención primaria está colapsada. Moreno, desazonado, ha mirado por el retrovisor: "Ahora mismo tenemos mucha presión en la atención primaria, que durante los últimos ocho o nueve años ha tenido un proceso de descapitalización, de perdida de profesionales que no han sido repuestos, y nos hemos enfrentado a una pandemia con una atención primaria que desde hace bastantes años estaba bastante debilitada". Es poco probable que la herencia, por nefasta que sea, aporte mucha indulgencia; la gestión se hace en presente.

La situación de la atención primaria ha llevado a Jesús Aguirre a optar por no ocultar la realidad inocultable y pedir perdón; pero sí pelea por la calificación de la situación andaluza con la pandemia negando que haya transmisión comunitaria para confinar. La oposición, sobre todo el PSOE, insiste cada día en declarar Andalucía como zona catastrófica. Y lo hacen insistiendo en que es donde menos PCR se hacen. Así es, y ahora se confía en que el millón de test rápidos de antígenos pueda paliar la falta de reactivos. Pero el paisaje catastrófico es irreal: Andalucia sigue entre las cinco comunidades con datos menos malos –con Valencia, Galicia, territorios africanos, cada vez menos Canarias, encabezadas por Asturias– y con menor índice de riesgo epidemiológico. La oposición tiene que hacer oposición, otra cosa es tratar de sembrar el pánico.

(A propósito de los PCR, no hay día sin la trampa elemental de los numeritos. Cuando el Gobierno andaluz se defiende de la crítica por el bajo número de PCR sosteniendo que hacen más que otras comunidades, usan la artimaña de los números absolutos: es lógico que en una comunidad de 8,5 millones de habitantes se hagan más que en otras de poco más de 300.000 como La Rioja, pero porcentualmente es un mal dato. Claro que la oposición hace exactamente la misma trampa cuando al comenzar el colegio ya sostenía que aquí hay más incidencias que ningún sitio. Lógico igualmente que haya más casos en una en una comunidad de 8,5 millones de habitantes que en otras de poco más de 300.000 como La Rioja, pero no era así en términos relativos. Esto es de lo más básico que advierte John Allen Paulos en su libro Un matemático lee el periódico; pero la política, decía Baroja, casi siempre es una timba de tahúres).

Andalucía no está en situación tan alarmante como otras comunidades, aunque sí en situación inquietante. No se entiende la impaciencia de la oposición por declarar la zona catastrófica, no ya poniendo los focos en lo que falla, sino poniendo los adjetivos en tratar de dar una versión apocalíptica de la realidad y la gestión. Otoño será caliente, más o menos sofocante, candente, hirviente, abrasador o ígneo, en todo caso duro, muy duro. Pero el PSOE parece estar cometiendo el error táctico de exagerar día a día, tratando de boicotear cualquier percepción de sosegada. La propia ex presidenta, acosada desde sus propias filas, se despacha a diario con ferocidad creciente: "en toda Andalucía sufrimos este plan que tienen para desmantelar la Sanidad Pública"; "la Sanidad Pública andaluza es un caos"; "la atención primaria en Andalucía está colapsada"; "el Gobierno andaluz, de nuevo ADELANTÁNDOSE en su incompetencia. Seguirán vendiendo humo, desviando la atención y hablando de temas que no mejoran el bienestar social"; "sufrimos a un Gobierno andaluz que no entiende la importancia del agua como recurso vital"; "Andalucía encabeza las incidencias en la Vuelta al Cole en toda España. Moreno Bonilla se esconde detrás de un plasma sin dar la cara..."; "con la incertidumbre de ver a un Gobierno andaluz que no cree en la escuela pública"; "es inadmisible que el Gobierno andaluz ejecute un desmantelamiento tan atroz en plena pandemia"… esto y más sólo en su Twitter de esta semana. Sería absurdo pensar en un discurso constructivo –¡esto es política!– pero corre el riesgo de pasarse demasiado de frenada con ese tremendismo que acaba por no dar más de sí. Se han visto gurús de sectas al sur del Mississippi con un lenguaje más light que Susana Díaz.

Va de suyo que Juanma Moreno no va a bajar al barro, pero de partido a partido sí tendrá respuesta, y el barro siempre salpica. Loles López respondía esta semana a los ataques de Susana Díaz así: "ella no quiere a Andalucía, se quiso ir a Madrid. Andalucía era su segundo plato, pero tuvo que quedarse aquí… y ahora no se ubica políticamente, pero no es momento para que ella busque su ubicación política, es momento de buscar lo bueno para Andalucía". Maliciosamente la secretaria del PP andaluz le recordaba su intento de marcha a Madrid en las primarias dejando atrás la Junta de Andalucía, y lo hacía después de que Susana Díaz dijera en 7TV que "Sánchez sabe que lo que me apasiona es estar en Andalucía" para desmentir que pueda ir a un ministerio.

La espuma espesa y sucia de los días cubre la política mientras la desunión parece irreparable y la pandemia amenaza un empeoramiento con el telón de fondo de la peor crisis económica. La etiqueta de Andalucía en Marcha puede ser sugestiva, pero de momento deja una pregunta: ¿En Marcha hacia dónde?

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