Almería en Corto

La historia de ETA llega al Teatro Cervantes con 'Tiro en la cabeza'

  • El director Jaime Rosales participó en un encuentro en el que los asistentes pudieron ver la película y realizar preguntas

No ha pasado mucho tiempo. En Francia, los dos guardias civiles Fernando Trapero y Raúl Centeno eran asesinados por la banda terrorista ETA. Los mataron tras desayunar en una cafetería. A Jaime Rosales, director de cine, éste suceso le impresionó. La cercanía de lo ocurrido, así como el hecho de tener las facilidades para contar algo acontecido en la vida real, hicieron sonar las alarmas. Y así nació Tiro en la cabeza, para la que contó con la participación del actor Ion Arretxe y el marco incomparable de San Sebastián. El Festival de Cortos quiso rendir homenaja al director, que prefirió que fueran los mismos alumnos los que, al término de la película, expusieran sus valoraciones. "Es mejor que no hable del filme, siempre es conveniente hacerlo después de verla, aunque sí es verdad y ésto quiero explicarlo, que la naturaleza del cine me ha llevado a realizar diferentes experimentos".

La historia, carente de diálogo verbal, no fue del gusto de todos los que asistieron ayer al Cervantes, ya que algunos de los espectadores decidieron abandonar la sala antes de tiempo, sin esperar a ver cómo se resolvía la problemática planteada. A pesar de esto, la asistencia fue reducida al largometraje que duró 85 minutos, aproximadamente.

Rosales, recién llegado de Lanzarote, ha querido apostar por las historias reales, llevando a cabo el rodaje de un largo que ha sido polémico, como pudo verse en el turno de preguntas. Explicó la búsqueda de la historia a través de las formas, especificando que en ningún momento quiso que la cinta fuera entendida como documental, sino una ficción sobre una noticia que golpeó la actualidad a novel nacional.

"Acabo de llegar de Lanzarote, donde he estado fantasmeando con una nueva película, una manera más radical de arte".

Pero la misma, por motivos "que no es momento de explicar", no será realizada. Tampoco ha sido posible la grabación de la historia de la mujer que realiza una huelga de hambre, "porque ella es celosa de su intimidad y no ha querido, y eso lo respeto".

"Cuando la gente hace una película hacer propaganda o ganar dinero... aunque a ser posible quieren las dos cosas, aunque yo lo que he pretendido es conseguir una en la que en ningún momento me posicione", explicó el director de Tiro en la cabeza.

Puede que una proyección en la que el diálogo no aparezca por ningún sitio sea complicada de entender. "Igual es por eso por lo que tenemos más éxito en museos que en salas de cine", señaló Rosales. "No es más que un experimento".

No quiso entablar conversación con los medios. Él prefiere que sean ellos, como espectadores, los que le juzguen en base a su trabajo. El ganador de un premio Goya al mejor director, hizo hincapié, sin palabras, en la importancia del sonido ambiente, atacando en su proyección el descontrol político. El punto y final de la cinta sirvió para que los asistentes pudieran elevar sus preguntas al director.

Uno de los presentes, quiso interesarse por los sistemas de financiación.

Buscando la polémica, o tal vez aclarar sus ideas y separar conceptos, la siguiente pregunta estaba enfocada a las reacciones. Tanto de los familiares de los asesinados como de la crítica o las diferentes asociaciones de víctimas del terrorismo. "La familia no ha tenido reacción, aunque sí la ha habido por parte de los colectivos, al no ser un documental, no he tenido que pedir consentimiento a los allegados de los fallecidos y por parte de los espectadores, sí que ha habido reacciones complicadas". Muchos de ellos, explicó, le han llamado proterrorista, o todo lo contrario. También han sido muchos los que le han felicitado y aquellos que se han convertido en detractores de esta creación.

Recordó el estreno de la misma en San Sebastián. "Hubo tal revuelo en la sala que no sabíamos si tendríamos que detener la proyección". Fue en la misma escena en la que en Cataluña los asistentes comenzaban a evadirse. El momento clave fue la escena en la que el terrorista se encuentra en su casa con su amante.

Alguien le dijo, tras ver esta escena, que simbolizaba una lucha entre Eros y Tánatos (el amor y la muerte) y que "aunque es algo que va unido, la gente normalmente no suele comprenderlo demasiado".

Lo que sí es cierto es que, tras la película, nadie se marchó del teatro Apolo indiferente, pudiendo compartir cada sensación con el artífice de la misma.

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