A vista Del Águila (V)

La ciudad y el mar

  • A veces aliado y a veces amenaza, el Mediterráneo acompañó siempre los cambios en la fisonomía de Algeciras

  • Miguel Ángel del Águila los atrapó en los años 70 en multitud de fotografías que dicen mucho de la época

Vista área de Algeciras en 1975.

Vista área de Algeciras en 1975. / ARCHIVO HIJAS MIGUEL ÁNGEL DEL ÁGUILA

El mar no siempre fue un aliado y durante siglos se perfiló como un espacio de horizontes demasiado abiertos por donde arribaban velas muchas veces negras, invasiones y desembarcos poco deseados. Por esa razón, la ciudad medieval vivía constreñida en su muralla que apenas se abría a levante por la puerta del Mar y la entrada a las Atarazanas, popularmente conocida como el Ojo del Muelle. A finales del siglo XIX, comenzó a abrirse más confiada a su frente marítimo por dos espacios: la Marina y el paseo que llevaba hasta el Kursaal, la playa del Chorruelo y el hotel Reina Cristina. Cuando Miguel Ángel Del Águila fotografió Algeciras, se habían producido algunos cambios, pero en los espacios aún se reconocía lo que siempre había sido. 

1. Ecos de la Conferencia

Al sur de la desembocadura del río de la Miel se podía vislumbrar en 1975 la antigua línea de costa. El fotógrafo subió una mañana de primavera de aquel año a una terraza desde donde se distinguen dos espacios bien delimitados: A la izquierda, las frondas umbrías de los jardines de la foránea mansión que se hizo construir a principios de siglo Guillermo Smith. Esta fue la avanzada de la urbanización de la meseta de la Villa Vieja, donde una buena parte de la burguesía gibraltareña se asentó en tiempos de la Conferencia Internacional  en unas magníficas casas de recreo que distaban solo media hora en barco del Peñón. Muchas de ellas se erigieron en el borde del escarpe, con abrigadas entradas a poniente y luminosas vistas a levante, al paseo que se prolongaba junto al mar en dirección al también foráneo hotel. En la imagen se ve la hilada de chalés que se extendía hasta la Banda del Río. Una serie de torreones, galerías, nobles cubiertas e icónicas araucarias caracterizan edificaciones de aire colonial, ecléctico y sajón que acabaron conformando un particular perfil local. En primer plano, se alza la conocida como casa de los Alemanes, con un pasado lleno de veladas estratagemas de inteligencia bélica en tiempos de velados espías e inconfesados planes. Aún muestra indicios de ser habitada, con ropa tendida en una terraza desde donde ya no se escudriñaba con prismáticos el tráfico en radas vecinas. A la derecha, los edificios oficiales que en los cincuenta se ubicaron sobre un primer relleno del mar. Sobre la antigua playa se yerguen los geométricos volúmenes de la Comandancia de Marina, la Junta de Obras del Puerto o la Aduana. Entre ellos y el flamante edificio de la Cruz Roja apenas nadie circula por una calzada desierta, sin tráfico ni sombras.

2. De espaldas al mar

A principios de 1970, el paseo Marítimo presentaba perspectivas difíciles de reconocer. Aquel invierno, el fotógrafo tomó esta imagen en el primer tramo de la avenida Virgen del Carmen. La calzada, concebida como salida natural del puerto hacia el norte, fue ejecutada en la década de los cincuenta y se trazó sobre la histórica línea de costa. A ella se asomaban las fachadas traseras de las viviendas de la calle del Muro que se muestran devoradas por la ruina y el desamparo, mientras permanecen cegados los pragmáticos vanos de poniente. Durante décadas fue un espacio de espaldas al mar, el patio trasero adonde iban a parar los escombros de una ciudad que por esta zona miraba hacia el oeste.

El primer tramo de la avenida Virgen del Carmen en 1970. El primer tramo de la avenida Virgen del Carmen en 1970.

El primer tramo de la avenida Virgen del Carmen en 1970. / ARCHIVO HIJAS MIGUEL ÁNGEL DEL ÁGUILA

La valla de ladrillos encalados del primer plano fue levantada para ocultar una perspectiva considerada poco adecuada para la mirada del pertinaz jefe del Estado en una fugaz visita realizada años antes. Entre las ruinas sobresalen dos edificaciones: la de dos plantas cuya fachada principal de azúcar y pan blanco daba a la calle Real y la más moderna que rompió con la volumetría de lo que fue una armónica ciudad y que alberga desde su construcción una entidad bancaria de raíces cántabras. Grandes ventanas de hierro se abrieron a un mar que ya comenzaba a resultar atrayente.

3. El final del paseo

En julio de 1972, Miguel Ángel Del Águila vuelve a subir a espacios elevados para buscar nuevas perspectivas. En este caso capta una imagen del tramo final del paseo Marítimo, desde la actual rotonda de Blas Infante hacia el norte. La fotografía tiene como intención captar el estado de las obras de ampliación de la primitiva y poco transitada calzada, para lo que se realizaron obras de relleno que comenzaron a alejar el mar de la ciudad. Sobre ellas, que salvaban en línea recta la curva que llevaba hasta la antigua huerta del Mirador, se levantaron unos jardines con un solitario cerro que el imaginario local bautizó con un topónimo de televisivas y orientales series cuando solo había dos cadenas de televisión.

El tramo final del paseo Marítimo, en 1972. El tramo final del paseo Marítimo, en 1972.

El tramo final del paseo Marítimo, en 1972. / ARCHIVO HIJAS MIGUEL ÁNGEL DEL ÁGUILA

Tras las edificaciones del primer plano se observan las instalaciones del acuartelamiento de Santiago sobre el escarpe apenas sombreado por eucaliptos. En la línea de costa se alzan chalés de oficiales y bloques militares tras los que se vislumbra la torre-marcador del antiguo estadio, las viviendas del barrio del Arroz y las escasas que orillaban la aún existente playa de los ladrillos, junto a la que discurría la vía que subía hasta el cementerio, en cuyo blanco perímetro crecen cipreses de viento y yodo. Más lejos, el Polvorín y las primeras torres de San José Artesano, camino de un Rinconcillo que se otea en la distancia, con la familiar y recortada presencia de la araucaria del Bahía.   

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