Obituario

Adiós a María de la Iglesia

María de la Iglesia

María de la Iglesia / E.S.

María Herrera Almagro, conocida entre los algecireños como María de la Iglesia, ha fallecido, dejando un recuerdo imborrable entre los que le conocimos. Aunque ya nos está físicamente entre nosotros, siempre estará presente entre los que la tratamos, porque seguro que allá desde donde ahora esté, continuará ayudando y protegiendo a los más desfavorecidos, como siempre lo hizo en vida.

Era la mayor de tres hermanos. Nació el 5 de junio de 1926 en la Estación de Cortes de la Frontera, donde vivió con sus padres en la casa de sus abuelos maternos hasta 1936, año en el que debido a la Guerra Civil se mudó a las Maravillas, aldea próxima a la pedanía de San Pablo de Buceite, en Jimena, con su abuela y una tía materna. De allí pasó al Cortijo de los Mezcua, donde el padre trabajó como encargado del suministro de víveres y su madre hacía la comida del cortijo.

Posteriormente, ella y su familia se trasladaron a Algeciras y se ubicaron en el barrio del Hotel Garrido. Eran tiempos difíciles y debido a las dificultades económicas de la época, se vio obligada junto a sus padres y hermanos a cambiar poco después de vivienda e irse a vivir con un familiar, su tía Francisca, que poseía una humilde barraca en la calle Coruña. Según ella contaba, se tenían que acostar varios en la misma cama por falta de espacio.

Es aquí donde comienza a frecuentar la iglesia y, según recordaba en alguna ocasión, su tía le cerraba la puerta para que no se fuera y se quedara a ayudar en casa, pues lo de ir tanto a la iglesia le parecía un poco capricho de niña. Finalmente quedó convencida -después de que siempre le cogiera las vueltas para escaparme”- de lo mucho que para ella suponía ir a ayudar a la necesitados.

Cuando la economía familiar lo permitió, alquilaron una casa en la calle Murcia, donde posteriormente murió su madre.

En el 1965, con la inauguración de la Parroquia de Santa María Micaela en la barriada de La Bajadilla, comenzó a colaborar como asistenta con los sacerdotes. Estos le dieron alojamiento y María hacía la comida y realizaba las labores de limpieza, tanto de los distintos departamentos como de la Iglesia.

Entre las diferentes anécdotas que ha tenido a lo largo de su vida, hay que resaltar la cantidad de días que se quedó sin comer por darle su comida a algún necesitado o cómo en alguna ocasión la vieron descalza por haber entregado sus zapatos a quien se había acercado a pedir a la Iglesia sin zapatos. O cuando en una visita a casa de su hermano José, vio en el fuego de la cocina una olla de caldo de puchero y, ni corta ni perezosa, lo agarró, lo volcó en otro recipiente y se lo llevó a una familia que había visitado momentos antes y que no tenían para comer, dejando a su hermano en su lugar la olla solo con agua para que preparase otro puchero.

Cuando por motivos de su edad sus fuerzas físicas comenzaron a flaquear, continuó con su permanente preocupación por el prójimo y en la residencia donde estuvo ingresada en Tarifa hasta su fallecimiento, cuentan que cuando desayunaba y veía que a la persona del lado aún no se lo habían puesto, les decía: "Muchacha, lo mío se lo pone a esa señora que no tiene nada". 

Los escasos medios económicos con los que contaban no supusieron nunca freno para ayudar a los demás, siendo frecuente verla comprando "fiao" en las tiendas de comestibles o en las de juguetes de la barriada para adquirir algún muñeco que hiciera feliz algún niño el Día de Reyes.

Llegada la década de los años 80 del siglo pasado y coincidiendo con la época más dura de las droga en la zona, se volcó en la ayuda a los toxicómanos, acogiéndolos en su humilde vivienda para darles amparo y cariño, ofreciéndoles toda la ayuda que estuviera en sus manos, en muchas ocasiones con evidente riesgo personal. Esta circunstancia le acarreó más de un problema con algunos de sus vecinos, disconformes con que les diera cobijo en su casa.

Es de público conocimiento en la barriada de la Bajadilla su notable predisposición para colaborar siempre de forma desinteresada con asociaciones como Caritas, Barrio Vivo, la parroquia de Santa María Micaela, grupos Scouts de la ciudad, etc.

María no paró mientras sus fuerzas se lo permitieron en su continua misión de hacer bien al prójimo y de ayudar a los más necesitados, bien para llevarles un plato de comida a la boca o para buscar un trabajo a cualquier padre de familia que lo necesitara. No importándole tener que ir a pedírselo a quien hiciera falta.

Durante su vida, esta labor solidaria y altruista de María le fue reconocida con varias distinciones, habiendo recibido, entre otros, el título de Madrina Scout de la Asociación Scout Andaluza, la distinción Ubi Charitas (Donde está la Caridad), concedida por la Hermandad de la Sagrada Mortaja de Algeciras, el premio Palma Solidaria, en su primera edición, concedida por la Hermandad de Nuestra Señora de la Palma de Algeciras, y un reconocimiento, dentro del proyecto Un barrio para tod@s, a su labor en pro de los demás, promovido por el Ayuntamiento de Algeciras en colaboración con la Junta de Andalucía.

En el año 2016, la ciudad de Algeciras, solidaria por naturaleza, quiso unir su voz en apoyo a la petición de una calle para María y, aprovechando las nuevas tecnologías, en una iniciativa promovida por AEPA2015, se marcó un hito en la historia de las redes sociales de nuestra ciudad, superando en solo 48 horas más de 30.000 visitas al perfil de Facebook de la asociación.

La propuesta fue apoyada con cientos de mensajes y testimonios, muestra clara del cariño que todos sus habitantes, sin distinción, mostraban por ella y dándose la circunstancia, rara en los tiempos que corren, de que entre los numerosos de comentarios y testimonios recibidos por correo, redes sociales y prensa exaltando los merecimientos y virtudes de María, no hubo ni uno solo que, amparándose en el anonimato, efectuara algún comentario en su contra, haciendo por tanto buena la reflexión de Walt Whitman: "Sólo lo que nadie niega es verdad”.

Finalmente, el 30 de septiembre de 2016, de forma unánime, el Pleno Municipal atendió dicha petición, aprobando la concesión de una calle con su nombre en su barriada de la Bajadilla.

María Herrera Almagro, María de la Iglesia, como a ella le gustaba que la llamaran, se encontraba ingresada en el Centro de Mayores San José, de la vecina ciudad de Tarifa, en el momento de su fallecimiento.

Descanse en paz

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