historias de algeciras

El alzamiento militar de 1918 (II)

  • Brigadas y sargentos fueron suspendidos mediante un licenciamiento que fue considerado ilegal. Los ánimos se ensalzaron y las clases de tropa se dirigieron al Ministro de la Guerra

Días después y sin justificación alguna, brigadas y sargentos fueron suspendidos mediante un licenciamiento que fue considerado ilegal, los ánimos se ensalzaron y las clases de tropa se dirigieron al Ministro: “Excmo. Sr. Ministro de la Guerra. Las clases de tropa venciendo el natural y lógico comedimiento que las ha sujetado se atreven á hacer las afirmaciones rotundas y categóricas de que la unión de las clases de tropa es ya un hecho”.

“Una vez hecha esta confesión exponemos á VE, fiados en los discursos pronunciados en los distintos actos que con su presencia ha honrado, y con los que creemos entrever en vuestra personalidad, no al hombre rígido cuya profesión fué la de las armas, sino al ser qué, movido por la democracia imperante, trata de regenerar las viciosas corrientes en que parece encauzarse el elemento militar, símbolo de imparcialidad y justicia que debe guiar a esa gran familia de hombres honrados. Excmo. Sr. las clases de tropa -prosigue el documento consultado-, al confesar á VE su unión descubren sus fines: hombres del pueblo y de él nacidos, exponen sus ideas y á la par que estas, su fin, resumido en estas palabras: dignidad, dignidad y dignidad. Nuestros ideales quedan reducidos parodiando las célebres frases de aquel hombre, que de humilde y subordinado soldado, alcanzó las más altas cumbres de los poderes del Estado: Cúmplase la voluntad nacional. El General Espartero es el molde de nuestro pensar”.

Al mismo tiempo que el Ministro de la Guerra D. Juan de la Cierva y Peñafiel, se hacía eco del memorándum de los brigadas y sargentos, en Algeciras la población veía con bastante preocupación la intensiva vigilancia que las fuerzas de orden público y muy especialmente la Guardia Civil, ejercía sobre los alrededores de los acuartelamientos de la ciudad, tanto en el distrito de El Convento como en el de La Caridad. No hubo patio como el llamado “Hondo”, de la calle Matadero o Nueva, donde los vecinos no comentaran el asunto; fuente, como la del “Cuerno”, en El Calvario –frente a la calle Sevilla– donde los aguadores no discurrieran sobre el tema; ó venta, como la de “Eritaña”, junto al camino de San Roque –hoy, Avd. Capitán Ontañón–, donde los arrieros no expresaran cierto alivio al abandonar la ciudad.

Pero si hubo un gremio que sintió especialmente la situación fue el de los amigos de la jarampa ó contrabandista, que ante la gran presencia de miembros de vigilancia tuvieron que suspender durante la crisis sus “actividades”.

Pero volviendo al despacho enviado por los suboficiales al ministro de la Cierva, el citado continuaba expresando: “Las clases de tropa al unirse no pretenden fines políticos, no pretenden cambio de régimen, no pretenden coaccionar la soberanía nacional ni en las personas de sus representantes, y siempre dentro de la disciplina á la fé jurada y Poder constituido, solo piden dignificación. Al evolucionar los tiempos los miles de hombres que integran el Ejército, y dentro de las clases de tropa, han evolucionado también”. “La clase media, hoy día más castigada, dá el mayor contingente á este elemento armado; los unos con sus oposiciones fracasadas; los otros, con sus estudios cortados cuando creían alcanzar la cumbre de sus aspiraciones han integrado la clase de tropa. Los Colegios militares han cooperado a esa masa. Inteligencias que no supieron moverse por los pocos años de estudios en el libro de la vida, hoy, al pasar los años, imperó la sensatez y recogieron y aprovecharon los años pasados en las aulas”.

“Las tácticas del día, los elementos de combate –prosiguen las alegaciones de los brigadas y sargentos–, exige á la clase de tropa conocimientos superiores en grado a los de las generaciones pasadas. Estas clases al amparo de las leyes, han creado hogares que aquellos nunca soñaron; pués bien, estos hogares unen sus voces á los cabezas de familia, y por bocas de ellos, dignificación. Las imputaciones lanzadas al trabajo de unión de la clase de tropa, son rechazadas por ellas. Trabajaron y trabajan en la oscuridad, no por temer á delinquir, sino por respeto á la disciplina; santa palabra, que vemos vulnerada en su significado por los que debieron darnos ejemplo, y hacemos constar que nuestra anterior declaración no es hija para juzgar los actos de nuestros superiores, sino confesión al hombre representante del brazo armado de la Nación, y en más contacto, por orden natural y legislado, como el primer soldado de España, nuestro querido Soberano el Rey Don Alfonso XIII”.

“Al hacerla en estos momentos no es voluntaria sino obligada, toda vez que nuestros ideales han sido tergiversados por los que debieran sustentar su pureza, y en vez de esto, son los que achacan á la unión de las clases de tropa fines políticos y revolucionarios. Al dirigirnos a VE –comienza la parte final de la misiva–, lo hacemos en tono de súplica, que es lo que a nuestro noble proceder obliga; nada de amenazas que lejos están de nuestro ánimo, nada de emplazamientos ni residencias. Ruego, imploro, súplicas: escoja VE de estas tres palabras”. Desgraciadamente para los suboficiales suplicantes, las peticiones poco o nada removieron la conciencia del Estado y sus representantes, por lo que la tensión siguió en las calles y la búsqueda de los elementos subversivos en los acuartelamientos. A todo esto, escarmentado a lo largo de la historia, el pueblo llano como el algecireño con sus hijos en quintas, esperaba que estos no fueran –a la larga– los perjudicados de un modo u otro.

Al anterior escrito al ministro, siguió la presente petición: “Excmo. Sr., público y notorio es que VE trata de reformar la vida de la clase de tropa. Ya hay circulares de las Juntas de oficiales en las cuales no se ha tenido en cuenta las aspiraciones de la clase de tropa, puesto que a las mismas no se les ha hecho el honor de ser consultadas. A partir de hacerse público estas bases, hechos aislados nos afirman tratan nuestros superiores de ejercer coacción sobre nuestras aspiraciones con el fin de amoldarnos á lo por ellos redactado. Las palabras pronunciadas por VE en la toma de su cargo que hoy para nosotros tan dignamente representa, fueron haciendo constar venía deseoso de la vida real militar, y que deseaba oír la opinión de todos para en justicia legislar”.

Esta difícil situación sin duda, tendría su proyección personal en los domicilios de estos profesionales de la milicia destinados en Algeciras, como por ejemplo en el del brigada, Francisco Escoto Orozco, encargado de la Caja de Reclutas de nuestra ciudad, hijo a su vez, de quién fue sargento de la Guardia Civil, Francisco Escoto Benítez, y por tanto educado en la más absoluta disciplina.

Los efectos también alcanzarían a las actividades propias del ejército en una zona tan estratégicamente importante como la nuestra, quedando sin actividad, entre otras, las periódicas subastas que se efectuaban en la Jefatura de Transportes Militares, sita en la calle Nicolás Salmerón (actual prolongación calles Río y Felipe Antonio Radillo), en el edificio conocido como Cuartel del Pozo del Rey, popularmente nombrado de Caballería, donde se interrumpió el procedimiento para: “Subasta para contratación servicio de lanchaje en ésta bahía durante un año y dos meses más, si a la terminación del año, así conviniere al estado para los embarques y desembarques del personal, ganado y material de guerra, bajo las tarifas y demás condiciones consignadas en el pliego de condiciones formado al efecto, según R. O. De 20 de febrero de de 1915”. De regreso a las pretensiones de los suboficiales, estos siguieron comunicándole al Ministro: “Al parecer, VE, oyó la opinión autorizada de nuestros superiores, en la cual lo referente á la clase de tropa solo ha podido ser informada únicamente en su parte puramente militar. Más como para llegar á sostener esta con la dignidad que la profesión militar requiere, influye la privada, no conocida por ellos, tan solo de modo muy superficial. Excmo. Sr. la Ley de 1912 sembró la discordia (La Ley de 15 de julio de 1012, dividió a la tropa del Ejército en dos categorías, de 1ª y 2ª clase”.

“La primera formada por cabos y soldados, y la segunda por sargentos, brigadas y suboficiales, estos dos últimos empleos de nueva creación. Hasta ese momento, en aplicación de la Ley constitutiva de 1889, solo existían los cabos y sargentos como clase de tropa), a mediados del año actual se pidió á la clase de tropa manifestar sus opiniones; pero no en conjunto sino aisladamente y no por regiones, sino por Cuerpos. Esas bases entregadas por nosotros, no han visto, afortunadamente la luz pública, engendrada por distinta potencia y bajo el influjo del superior hubiesen sido otro desconcierto más que añadir a la desorganización del Ejército”.

Desde que Villalba Riquelme había sustituido en el puesto de Gobernador Militar del Campo, al General Martín Barroso, no se había enfrentado a una situación tan grave en el interior de los cuarteles. José Villalba Riquelme fue un Gobernador Militar muy apreciado por la población de Algeciras; durante el desarrollo de la I Guerra Mundial, no dudo en incautar trigo y otros alimentos de primera necesidad para paliar en lo posible el grave problema de subsistencia que padeció la zona, llegando incluso a organizar distintos actos solidarios con los que ayudar a los más necesitados: “El Excmo. Sr. D. José Villalba Riquelme, Gobernador Militar, hace publicas las cuentas detalladas al céntimo del festival organizado últimamente para hacer llegar fondos á la beneficencia […], el benéfico asciende á 1.379’55 pesetas, quedando en poder del Sr. Cura Párroco la cantidad de 159 pesetas”.

Pero aquella situación era diferente y debía atenerse, a pesar de su humanismo demostrado sobradamente a la disciplina militar, haciendo cumplir cuantas ordenes le llegaba desde las altas instancias del Estado. Tiempo después sería nombrado Ministro de la Guerra, y concluida su vida política, volvería a dirigir la Comandancia General de Algeciras.

De regreso a la difícil situación castrense, creada en aquellos años convulsos donde la Europa salida de la cruel guerra, habría de hacer frente a los efectos de la revolución que se estaba produciendo en Rusia, y que removió los cimientos de todos los estados occidentales; el Ministerio de la Guerra español, temeroso de que aquella corriente revolucionaria estuviera tras las peticiones de los brigadas y sargentos, seguía recibiendo las solicitudes de estos: “Excmo. Sr. Concédanos VE un plazo que á su recto y justiciero criterio considere prudencial, y las clases de tropa, sin menoscabo de la disciplina, respeto á lo constituido, amor á nuestra Patria y á nuestro Rey, harán con su confesión un homenaje al hombre que hoy nos representa y en el que confían encontrar amparo á nuestra crítica y precaria situación”.

El ambiente en los cuarteles, incluidos los de Algeciras, estaba tan enrarecido que los partidos que defendían el cambio político aprovecharon la controversia: “Si las Juntas de Defensa hubieran convocado á unas elecciones honradas, no las que se pretendían hacer...Unas elecciones sinceras, nuestra Patria estaría en el camino de la salvación. España, soldados de España, toda España política es una gangrena total. No escarmienta. Son gusanos en cadáver. Devoran la materia por necesidad fisiológica […], otro crimen contra la Patria se acerca...”.

En Algeciras se recrudeció a un más la vigilancia, dada la presencia de las distintas tropas que mandadas por aquellos “sospechosos” suboficiales, esperaban su traslado a la otra orilla del Estrecho para continuar la campaña de Marruecos, que por aquel entonces, dada la situación de inestabilidad política en el país, había pasado a un segundo lugar. Los elementos más reaccionarios, intentaron capitalizar la protesta para sus fines repartiendo entre los descontentos: “Otro crimen contra la Patria se acerca. ¡Acudid de una vez a salvar a la Patria! De modo enérgico virilmente de lo contrario os disgregareis infecundamente y este país caerá de nuevo en la postración. Una indisciplina única y fuerte puede ser la salvadora. Una indisciplina latente solo es perturbación e ineficacia. Lo dice un patriota”.

Continuará

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