Literatura

El algecireño José Eduardo Tornay presenta el martes su novela 'Vacaciones en familia'

  • El inclasificable escritor camina entre el humor y la crítica social en la historia de una familia que entra a vivir en el antiguo Banco de España

El algecireño José Eduardo Tornay.

El algecireño José Eduardo Tornay. / E.S.

El inclasificable escritor algecireño José Eduardo Tornay presenta el martes 22 en el patio del antiguo Hospital Militar de Algeciras su nueva novela, Vacaciones en familia (EOLAS Ediciones), una novela en la que quedan abolidos los límites entre lo real, lo posible y lo fantástico, en la que el humor y la crítica social se dan la mano y en la que el idioma es adaptado y sometido a altas presiones. 

"Un hombre casado, su hijo, su esposa (Inés) y la abuela de ésta pasan unas semanas en Madrid. Por accidente invaden una vivienda. La voluntad del vigilante propicia que en las siguientes semanas se les permita vivir, como ocupantes, en el edificio de apartamentos en que han convertido el Banco de España", así comienza la sinopsis de la novela de Tornay, que reunió sus primeros textos en el pequeño volumen A la sombra de los bloques (Algeciras, 2000) y ha publicado el libro de relatos Los observatorios (EDA, 2006), y la novela corta Los dueños del ritmo (La Fábrica, 2007).

"Un humor corrosivo y una baja autoestima que se disfraza de desapego actúan como filtros para interpretar la ciudad, el edificio, las bajas pasiones. Bendecido por su nueva situación, saldrá a la ciudad en busca de aventuras, como los encuentros carnales con una comisaria de exposiciones que estarán al borde de hacerle perder la frialdad que lo caracteriza. Pero en el edificio del Banco de España no están solos. Progresivamente irá tomando forma una tribu de ocupantes, provenientes de los suburbios de la ciudad, cuya marea invasora motivará la fuga final", continúa el resumen del libro, donde es permanente la acechanza de los drones, terminales de captura de información de un sistema que permite conocer todos los movimientos de quienes osen atravesar la barrera imperceptible que separa la ciudad de su entorno.

En José Eduardo Tornay la preocupación por el lenguaje es una constante. Cada una de las narraciones crea su propio idioma, intenta ser una cápsula cerrada. En Vacaciones en familia la voz del narrador es la de un padre de familia reciente, consciente de sus limitaciones y de su mediocridad pero que hace esfuerzos continuos por desarrollar un discurso a la altura de la ciudad, del edificio y de la situación a los que se enfrenta. Un amoral, inaccesible al remordimiento, pero con el anhelo de dotarse de la altura que no posee. El discurso del protagonista, pretendidamente severo, encierra en todo momento una visión humorística.

La combinación que hace Tornay de un estilo depurado, a la vez narrativo, lleno de reflexiones y de imágenes impactantes, con un juego que oculta un dilema moral lo distingue del resto de autores españoles contemporáneos. Se le ha emparentado con Fellini, con Cheever, con Auster, con Carver pero nadie ha acertado en esas filiaciones.

La novela se compone de estampas memorables. No sólo el edificio del Banco de España invadido por una turba de los bajos fondos, infestado de drones, el túnel habitado que lo conecta con los arrabales o el Parque Europa de Torrejón de Ardoz. La terraza y la azotea del Círculo de Bellas Artes –los cafés que hubo en esa misma acera a principios del siglo pasado-, los museos Thyssen y del Prado, el Scalextric de Atocha, la fuente de Neptuno, los cuadros de Hopper, de Brueghel o de Goya como episodios, el club de intercambio de parejas y el club de exhibición de réplicas. Y un sistema tecnológico que permite ver todo lo que sucede o ha sucedido en la ciudad, el seguimiento de los invasores.

Toda la novela es la escenificación de una Toma de la Bastilla que nunca se produce, que nunca se ha producido. La familia protagonista, periférica, con sus recursos limitados y su mediocridad, consigue hacerse un hueco en el centro de la ciudad y del país, habitar un edificio que es símbolo del poder estatal: el corazón del dinero. Las turbas vendrán también, lentamente, a invadirlo, como símbolo de una conquista y certificación de un desmoronamiento.

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