Campo Chico

La Romería, El Mero y Nonín

  • La llegada a la presidencia de El Mero, en los últimos años sesenta, de Juan Ricardo Delgado Silva fue un revulsivo

  • En Barcelona, los socios tuvieron la experiencia de ver cómo colocaban un Belén de plomo en el fondo del mar

La Romería de La Palma (foto oficial)

La Romería de La Palma (foto oficial)

Un lustro falta para que cumpla medio siglo la Romería Marítima de la Virgen de La Palma. Su celebración señala la fiesta del medio agosto en Algeciras con un gesto único y espectacular que no sé si tiene par en el mundo. El Mero es una sociedad que nos suena a los algecireños como una música que se nos quedó en la infancia. Esa música se reactualiza cada año en esta fechas. Porque El Mero fue una de las primeras sociedades que nacieron en aquellos años de recuperación que anidaron en el ecuador del siglo XX. En el bloque que guardaba las espaldas a la iglesia de La Palma, dando la cara a la calle Ancha, en la calle Santísimo, se instaló la sociedad de caza y pesca La Oropéndola, según parece en el local de una taberna de nombre La Riojana. Pasaron muchas cosas en ese local donde se trasladaba a veces parte del colectivo de artistas y escritores habitual del Coruña.

El paisaje urbano de la época hacía muy visible el frontispicio en el que destacaba el nombre de la sociedad. Se veía desde la calle Ancha, la vía del paseo y la arteria por excelencia de la ciudad. Estaba más o menos a la altura de esa especie de urna que alberga el esqueleto del solar en el que se cobija una vivienda andalusí. El Bar Ruiz, pegado a la primitiva Pescadería que da nombre hoy a la calle en donde estuvo el receptáculo donde se comercializaban las capturas que la gente de la mar traía a tierra , o el Café Bohórquez, en la Plaza, esquinándose con la calle Sacramento, desempeñaron en su momento, un papel parecido al de La Oropéndola.

Su ostentosidad urbana, su presencia en lugares de tanta percepción, por los que pasaba tanta gente, tan vistos, tan frecuentados, les hacía fácilmente citables, recurribles para el encuentro o para referirse a sus alrededores. La Pescadería, primero con las paredes desnudas y luego convertida en una gran nave, llenaba el frente de la vista norte cuando estabas en la Marina. En la acera que iba desde la vuelta hacia la Plaza hasta donde arrancaría después el Paseo Marítimo, frente al costado de la Pescadería, se extendía el Bar Ruiz.

Nonín, el Mauna Loa y Pérez Lugín

En los años cincuenta, unos cuantos aficionados a la pesca, pensaron en crear una sociedad donde compartir sus experiencias y animar a participar en las actividades asociadas a la pesca deportiva. En Algeciras había mucha afición tanto a la pesca extractiva como a la submarina. Había casos espectaculares como el de Nonín, que era como llamábamos a José Antonio Sánchez Mescua, de una familia muy conocida; su padre, Pepe Sánchez, era comerciante de frutas. Nonín fue un estudiante universitario de esos que recorren las universidades como los artistas de variedades lo hacen con los teatros. Era un paisano divertido y entrañable que tardó en hacer la carrera de Derecho algunos años más de los previstos. Vivió la universidad como los legendarios huéspedes de La Casa de la Troya, creados por la celebrada imaginación de Alejandro Pérez Lugín. El escritor madrileño conoció el Santiago de Compostela de los primeros años del pasado siglo y supo transmitir el aire desenfadado, aventurero y juvenil de unas ciudades que como Santiago, Salamanca o Granada poseen una gran solera universitaria. Pérez Lugín es también autor de Currito de la Cruz, una novela de ambiente taurino y gran carga sentimental, que llegó a ser llevada al cine en cuatro ocasiones. La de 1949, la mejor con mucho, fue protagonizada por el gran maestro Pepín Martín Vázquez, nacido en el distrito sevillano de la Macarena. Martín Vázquez fue uno de los grandes de los años cuarenta, la edad de oro del toreo, y sobrevivió a un gran número de cogidas graves. Poco después de su muerte, en 2011, con ochenta y tres años, el Consejo de Ministros le otorgó a título póstumo, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

Nonín terminó Derecho, pero apenas si dedicó tiempo a ejercer la profesión de abogado para la que se había preparado, aunque no con mucho esmero. Cuando se trazó la calle Trafalgar adjudicándole el nombre de un barranquillo que descendía hacia el mar desde el Cuartel de Escopeteros, Nonín abrió un bar de copas en el número 3, justo en el cruce con la cuesta que descendía en curva desde la Plaza Alta. Varias iniciativas de la misma hechura convirtieron la nueva calle, que nacía casi al mismo tiempo que el siglo XXI, no sólo en una vía urbana que daba aire a la Alcaldía sino también en la localización por excelencia del ocio nocturno en Algeciras.

Pero Mauna Loa era algo singular. La decoración, el ambiente, la música, las jarras, los vasos, los cócteles y hasta el olor a cañaveral, te situaban en cualquiera de las exóticas islas del Pacífico, bien que como es sabido Mauna Loa es el nombre del que tal vez sea, junto a su gemelo, Mauna Kea, el más conocido volcán hawaiano. Mauna Loa se traduciría por montaña larga y se le considera el volcán más voluminoso del mundo. Pero la verdad es que, a pesar de lo mucho que hablé con Nonín y de las madrugadas que pasé junto a él en su grato negocio, no sé qué le indujo a elegir ese nombre. Siendo como era un soñador romántico, tal vez le bastó la belleza gramatical del propio nombre.

Él creció en la Plaza Alta, en la casa a la que perteneció el local de la farmacia del gran José Rivera Aguirre, un hombre providencial para el desarrollo cultural de Algeciras y el conocimiento de su historia. Cuando Nonín cerraba Mauna Loa, unas horas antes del amanecer, se armaba de traje y aparejos y se iba a bucear al cercano Paseo Marítimo, que entonces era un verdadero paseo a la orilla de un mar sin obstáculos. Un buen día dio con la que sería su compañera, una encantadora mujer que vino de Tortosa, pegada al paisaje espléndido del delta del Ebro. Se llamaba Lola y nosotros le llamaríamos para siempre, Loli la catalana.

Del Café Bohórquez a Muñoz Cobos

Los promotores de El Mero se empezaron a reunir en el Café Bohórquez, que hacia el medio día tenía una mayor disponibilidad de espacio, y eligieron el nombre del pez más codiciado por los pescadores, sobre todo por los submarinistas. Dice el refrán que del mar el mero y de la tierra el cordero, si bien Cervantes prefiere el carnero en sus alusiones a las preferencias en el comer del caballero Don Quijote. Quizás porque los carneros son los machos mayores de las ovejas y los corderos sus crías, y en los tiempos del peregrinar de nuestro héroe novelesco no eran tan delicados como hoy día. El caso es que el mero es un pez de mucha ascendencia en la gastronomía española y, además, es un pez grande que llama a compartir sus carnes, prietas y exquisitas. No digamos cuánto vale entre nosotros lo que ayuda a reunirse y a hablar, no siendo de religión ni de política. En toda España, pero desde luego en Andalucía y más en estos pagos costeros de la provincia gaditana. No se dudó un momento cuando alguien propuso al mero como donante de la denominación de la nueva sociedad y así pasó nuestro apreciado pez a constituirse en icono del grupo.

Ya entonces hacía mucho que un bareto del callejón del Ritz (o Rit) había adoptado también al mero como icono colocándole un faro en el lomo. El bar se llamaba El Estrecho aludiendo no ya al de Gibraltar sino a su reducido tamaño. Junto al anuncio de las máquinas de coser Singer, el mero con su faro constituía una señal inequívoca de su ubicación viaria. La pequeña banderola metálica de Singer, como el mero y su faro, sobresalían en la fachada del callejón como cosa propia. La casa Singer hacía esquina con General Castaños, en un edificio en el que vivió la familia Payá y que adquiriría La Alicantina para instalar una de las mejores tiendas de pastas, helados, surtidos de Navidad, bombonerías y variantes de nuestra historia. El Estrecho estuvo muchos años en esa carismática ubicación. Cuando se convirtió en tienda de periódicos y libros, era propiedad del gran Flores, Florencio Ruiz Lara, y pasó a serlo de Noni Benítez, que resucitó para su negocio el viejo nombre del Ritz. Parece ser que cuando cesó en su actividad, Noni desmontó el anuncio y pudo conservar el mero, pero el faro estaba ya muy deteriorado.

Aún manteniendo la provisionalidad de la sede en el Bohórquez, los activos componentes de aquellas primeras directivas de El Mero, empezaron a organizar concursos de pesca con caña en el faro de Punta Carnero y en el malecón de la Isla Verde, y a gestionar el futuro de la sociedad, que tuvo algunos cruces con La Oropéndola hasta situarse también en el bloque a espaldas de La Palma, en la calle Muñoz Cobos, que era un tramo de la antigua calle Larga, una vez rebautizada como Colón.

Los nombres de militares asociados a los conflictos coloniales de España iban fragmentando el de nuestras calles. A la calle Larga, que arrancando desde la calle Ancha se alargaba hasta la llamada Huerta del Ángel, situada más o menos en los Callejones, se le extrajo el primer tramo renombrándolo con el nombre del teniente general Muñoz Cobos, un ilustre militar que había sido Gobernador Militar del Campo de Gibraltar y Ministro de la Guerra.

La época dorada de El Mero se desarrolló en la sede de Muñoz Cobos, en un local encima del cual estaba la clínica del odontólogo, estomatólogo y poeta, Enrique Morón, hijo del legendario Don Ventura, padre de nuestro compañero Ventura Morón Ramos y tío de una de las grandes figuras de la medicina, el neurocirujano algecireño Ventura Arjona Morón. La llegada, ya en los últimos años sesenta, a la presidencia de El Mero, de Juan Ricardo Delgado Silva podría ser calificada de revulsivo. La buena labor de los pioneros y promotores de esta entrañable sociedad, se vio compensada por el dinamismo y el carácter emprendedor de Delgado Silva que, por ser, había sido hasta boxeador y optó por dedicarse a la promoción y representación de artistas de variedades, ayudado por José Miguel Garnica Silva, que le correspondía en eficacia y capacidad de iniciativa, y la inolvidable Juana Mari Moreno, una artista de una admirable versatilidad. En este período se celebró en Algeciras el Campeonato del Mundo de Pesca Deportiva.

Nuestro querido Julio Pérez Bohórquez fue su sucesor, después de una intensa labor desarrollada a lo largo de casi tres lustros. A raíz de una visita a Barcelona de la Sección Subacuática de la sociedad, para participar en un concurso de pesca submarina, los socios tuvieron la experiencia de ver cómo colocaban un Belén de plomo en el fondo del mar de una zona costera. La leyenda que rodea a la Virgen de La Palma les hizo pensar en la organización de una romería marítima que fue fraguándose en el tiempo hasta materializarse en la que cada año se celebra en el Rinconcillo.

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