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Román en el recuerdo

  • Personaje de enorme importancia en el panorama artístico local, José Lino Román fue un creador polifacético cuya figura y legado pueden conocerse paseando por la ciudad

Román trabajando en su taller. Modelando el busto del doctor Morón, atrás aparece el relieve de la Caridad.

Román trabajando en su taller. Modelando el busto del doctor Morón, atrás aparece el relieve de la Caridad.

No hay duda de que, si hay un personaje con mayúsculas y determinante en el panorama artístico de Algeciras en el primer tercio del siglo XX, éste fue, sin dudarlo, José Lino Román Corzánego (Algeciras-1871, Madrid-1957).

Fue un artista abierto a varias de las posibilidades que le brindaba su inagotable creatividad. Fue torero, aunque nunca tomó la alternativa, taxidermista de cabezas taurinas, profesor en la Escuela de Artes y Oficios, periodista, escritor, dibujante, caricaturista y escultor profano y religioso, lo que podríamos definir como artista completo y multifacetado y que en la época se definiría como polifacético y poliédrico.

Gran parte de su obra se puede recorrer a través de varias salas en el piso principal del Museo Municipal, en el cual se expone buena parte del Legado Román, en el que estuvieron interesados para que perteneciera a los fondos de un futuro museo en la ciudad tanto el propio artista, como su hija Florentina y el último legatario Ramiro Beneytez.

Román visto por su sobrino Ramón Puyol Román Román visto por su sobrino Ramón Puyol Román

Román visto por su sobrino Ramón Puyol Román

Si se quiere comprobar la riqueza documental de su obra, usted no tiene más que acercarse a estas salas, pero también lo puede hacer recorriendo la propia ciudad. La placa que en la Avenida Blas Infante recuerda que nació allí, en una casa que hubo en ese nudo urbano; paseando por la calle que lleva su nombre en el barrio de San Isidro, la antigua Matagorda; retrayéndose en el tiempo para visualizar en el edificio de los sindicatos, donde estuvo el teatro de Variedades, las caricaturas y la escenografía que hizo, junto a sus alumnos de la Escuela de Artes y Oficios, para la decoración del baile de Reyes y Carnavales de 1912; acercándose al busto del doctor Morón en el parque María Cristina, visitando al Cristo yacente en la parroquia de la Palma y al Cristo atado a la columna en la capillita de Ntra. Sra. de Europa, o internándose en el Casino para encontrarse con el grupo escultórico “Achares” y si está interesado en su obra escrita leyendo buena parte de su producción literaria en el Centro Documental “José Luis Cano” y en el Ateneo “José Román”. Ya fuera del circuito del centro de la ciudad podrá contemplar el relieve de la Ninfa de la Vendimia en el parque de las Acacias, el Cristo crucificado de la parroquia de San García y la caricatura de la Piedra Belmonte en Pelayo.

Pero ésta es la obra que nos queda, también tuvo un repertorio muy variado en lo que se llama el arte efímero, un arte para la ocasión y del que no se pretende que dure más allá del tiempo previsto, este es el caso de la famosa en su día portada de la feria de 1913, para la que hizo siete cariátides bifrontes, que a pesar de la endeblez de sus materiales se conservaron hasta 1917.

Román y una de las cariátides para la Feria Real de 1913. Román y una de las cariátides para la Feria Real de 1913.

Román y una de las cariátides para la Feria Real de 1913.

Como se puede comprobar fue un artista comprometido con su ciudad, que le devolvió su entrega haciéndole hijo predilecto, dándole su nombre a la calle que lo ostenta en la actualidad, haciéndole componente de la comisión de la feria del centenario de la misma y permitiéndole colocar una placa conmemorativa en la casa que ocupaba el lugar que tenía el hogar donde vino al mundo.

Participó en exposiciones locales, regionales y nacionales, en las que mostró el dominio de su arte en la escultura de pequeño formato y la caricatura fundamentalmente.

Fue con todo un artista amateur, ya que sus ingresos no provenían de su entrega desinteresada a su pasión artística. Profesionalmente perteneció al cuerpo Pericial de Aduanas en el que llegaría a ser jefe de negociado de primera clase. Su valía dentro del ministerio le propició el que la Dirección General de Aduanas le nombrara vocal en la Comisión de Valoración del Patrimonio Artístico.

Fue admirado en vida y él se volcó con su ciudad, para la que siempre hizo algo, estuviera donde estuviera y eso le granjeó un puesto en la bóveda celeste de los inmortales de la ciudad.

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