OBITUARIO

Carlos Navarro, seriedad y sobriedad

Carlos Navarro, en 2011.

Carlos Navarro, en 2011. / josé maría quiñones

Cuando la primavera apuraba sus últimos momentos y los días dejaban de hacerse más largos nos llegó la triste noticia de tu fallecimiento. Te has ido en el último suspiro de la estación del año que tanto representa a los que, como tú, mantenemos esa especial relación con la Semana Santa a la que dedicamos horas de trabajo, robadas al descanso, al tiempo libre y las más de las veces a nuestras propias familias.

Delante de este folio en blanco han empezado a aflorar desde lo más recóndito de mis recuerdos esos momentos vividos en nuestra cofradía del Santo Entierro, en los que de una forma u otra tu presencia se hace visible, a veces fugazmente y otras como si del actor principal de una obra se tratara.

Esos recuerdos de niño que me llevan a aquellas largas noches previas a la Semana Santa cuando, acompañado de mi madre, iba a tu casa para limpiar los pocos enseres con que contaba la cofradía y con los que dignamente salíamos en procesión cada Viernes Santo. Te veía en aquella casa de techos altos y grandes ventanales de la calle Muro atendiendo los consejos de Josefina, tu madre, para que el niquelado de las pértigas brillara como si de nuevas se tratasen. Te oía decir como habíais quedado en ir a recoger flores a los jardines del Palacio de Marzales para adornar el paso del Yacente o que Juan Mari Ríos venía de camino con las baterías que usábamos para dar corriente eléctrica a las lamparitas que iluminaban el precioso rostro de La Soledad.

Luego llegaba el Viernes Santo y podía verte, martillo en mano, dirigiendo aquel paso del Cristo Yacente que en su urna cargaban sobre sus hombros -ese estilo malagueño que tanto te gustaba- aquel grupo de jóvenes que a finales de los años 70 del pasado siglo sembraron la semilla de lo que hoy son las cuadrillas de costaleros.

Con el paso de los años empezamos a compartir mayores responsabilidades, formando parte de manera continuada de aquellas Juntas de Gobierno que fueron surgiendo desde principios de los ochenta. Llegaron esas interminables reuniones en la parroquia, esos días de montaje de los pasos, de asistencias a las representaciones, de preparación de los triduos, de visitas al Regimiento de Artillería, de viajes a Málaga o Sevilla para comprar enseres… Todo aquel trabajo "entre bambalinas" que hacía posible que nuestra cofradía saliera en procesión cada Viernes Santo, con la seriedad y sobriedad que siempre nos exigías.

Te nos has ido Carlos, demasiado pronto. Y te vamos a echar de menos, porque en estos tiempos que vivimos, de tantas prisas y superficialidades, escasean las personas comprometidas. Comprometidas con lo que creen, cumplidoras de la palabra dada y respetuosas con lo transmitido por nuestros mayores. Y sobre todo, te vamos a echar de menos cada vez que, enmarcada en el dintel de la puerta de la iglesia de la Palma, asome la Virgen de la Soledad, envuelta en su manto negro, en el que flotan inertes estrellas bajadas del cielo para acompañarla en su dolor; marchando tras su Hijo, que custodiado por cuatro ángeles en su urna de cristal caminará acompañado de negras filas de penitentes ceñidos de seriedad y sobriedad.

Hasta siempre hermano, hasta siempre amigo.

Luis Federico Pérez López

Hermano mayor del Santo Entierro (2008-2016)

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