historias de algeciras

Algecireños en la Guerra de Cuba (XXIV)

  • El Gobierno de Sagasta recibió fuertes críticas por el abandono al que se vieron sometidos los excombatientes, que recurrían a la beneficencia de la algecireña Isabel Rodríguez

Ajenos a la situación calamitosa en la que se encontraba la política exterior española (queriendo por un lado contentar a los poderes económicos de las colonias y al mismo tiempo, mantener el tipo ante el resto de las naciones); en nuestra ciudad, se proseguía trabajando en la elaboración de los materiales de construcción que servirían de sustento a las defensas ante una posible invasión yankée. En una zona y en una época en la que el trabajo precisamente no sobraba, el efecto llamada que produjo la aprobación por el Ministerio del ramo del inicio de las obras, se tradujo, como ya se dijo en anteriores entregas, en la creación de pequeños núcleos de vecinos como el conocido sitio de Los Barreros (Villa Vieja), que fue aumentando rápidamente, acumulándose un gran número de alfareros (barreros), y jornaleros junto a sus familias en la zona; tal fue la demanda y producción que se exigió de ladrillos, tejas o bovedillas que una vez pasado el peligro, quedó establecida una pequeña industria local que fue merecedora de que el admirado algecireño José Román en su obra titulada Visiones del Porvenir, expresara años después: "Esta avenida enlaza con un barrio que se llamó Los Barreros, donde existe hace muchos años una gran industria cerámica...".

De regreso directamente al conflicto y a los efectos de este sobre los soldados que en él intervinieron, comentar que tras las muchas críticas que el ejecutivo liderado por Sagasta recibió por el maltrato y olvido hacia los excombatientes que tuvieron la suerte de volver con vida -muchos de ellos arrastrando enfermedades y discapacidades que les imposibilitaba para ganarse la vida-, teniendo que acudir a la beneficencia pública, recordemos el caso de la vecina de Algeciras Isabel Rodríguez -recogido en un anterior capítulo-, quién tras la vuelta de su hijo del frente cubano, se vio obligada a recabar la ayuda municipal.

Pues bien, atendiendo la necesidad que demandaban estos héroes olvidados y sus respectivas familias, el gobierno se apresuró en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, a publicar la siguiente Real Orden: "Creando una Pagaduría de Alcances, afecta a la ordenación de los pagos del ministerio y la cual se encargará de recibir de la Caja de Ultramar de la Dirección de la Deuda, los 4 millones de pesetas que para el pago de alcances a los repatriados ha conseguido el ministro de Hacienda. En dicha Real Orden -prosigue el comunicado oficial consultado-, se dictan las reglas á que ha de ajustarse la citada Pagaduría para poner los fondos de que se hagan cargo á disposición de las Comisiones liquidadoras de los Cuerpos con la mayor rapidez posible y en la forma de que evite el quebranto de giros y otros gastos, á fin de que dichas Comisiones puedan comenzar el pago á los jefes, oficiales y tropas que tengan ya hechos sus ajustes". Junto a esta grata noticia a nivel nacional relacionada con la guerra de Ultramar, que afectará a un buen número de algecireños y sus familias, se una otra también relacionada, de modo indirecto con el conflicto; la entrada de ingresos en las arcas municipales, motivada por las licencias y demás impuestos que generan las distintas obras defensivas que se están realizando en el municipio; esto origina, que el Ayuntamiento algecireño desarrolle obras de mejoras en la ciudad, consistente en: "Empedrado de baches que existen en algunas calles, habiéndose reparado últimamente las de Soria (hoy Castelar), Jerez, (hoy, Ruiz Tagle), General Castaños (antigua Carretas), Sagasta (San Antonio), Correo Viejo (hoy Teniente Serra), y Cruz Blanca (hoy Alférez Villalta Medina).

Siguiendo con los efectos indirectos que provocó el conflicto en nuestra ciudad, mencionar que los propietarios ante la demanda de viviendas, deciden subir el precio de los alquileres a los nuevos inquilinos y desalojar a los vecinos de rentas antiguas que "no estén al día en sus pagos", viéndose muy afectadas las familias de aquellos trabajadores que no han encontrado una oportunidad en las distintas obras civiles y militares que se acometen en la ciudad, destacando entre estos, el gremio de los pescadores, los cuales, ante la situación creada acuden a un prestigioso abogado e industrial local: "En vista de la instancia que el vecino D. Eladio Infantes suscribe á nombre de varios pescadores solicitando se les facilite terrenos en la playa del Saladillo, para construir albergues, toda vez que se ven obligados á desalojar las casas que habitan por exigírselo así sus dueños […], el Ayuntamiento acuerda que se les conceda el terreno que piden, haciéndose por la Comisión respectiva la correspondiente distribución a fin de atender a las mayores necesidades".

El terreno que se designará aprovecharía una vía pecuaria que atravesaba el antiguo Cortijo de La Juliana, hoy calle Ponce de León. En la misma línea urbanística, motivada por los efectos de la situación prebélica y de pequeño aluvión que vive la ciudad, dos propietarios -ambos con propiedades en la Villa Vieja, la zona más afectada por la presencia de nuevas familias-, solicitaron al Consistorio local lo siguiente: "José Pariente solicita para construir: terrenos en el sitio de Los Barreros. Y José Soto permiso para construir un muro de contención"; posiblemente, para salvaguardar su propiedad de las obras que acometería el primer solicitante. Tal presencia de nuevos vecinos en la zona, motivó la siguiente orden municipal: "Que la Comisión de Policía Urbana, señale sitio dónde han de colocarse las cuatro luces eléctricas establecidas recientemente para la Villa Vieja". Sin duda todas estas mejoras para la ciudad, serían gratamente comentadas por los asiduos de tertulias, como la que se desarrollaba en el Café El Recreo, sito en paseo de El Calvario, ó entre los empleados de la fábrica de curtidos de El Secano, lugar también conocido como Ronda del Secano; o, que decir de los parroquianos habituales del popular merendero Eritaña, propiedad de José Valdivia Delicado, situado junto al camino -hoy calle Capitán Ontañón-, que conducía a la huerta denominada Mirador de Guivert, donde entrada la segunda parte del nuevo siglo que estaba a punto de comenzar, se levantaría el campo de fútbol municipal que tomaría el nombre de aquella humilde huerta sobre cuyos terrenos se asentaría definitivamente aquel deporte de masas en nuestra ciudad.

En otro orden de asuntos, regresan las sospechas que desde otros lugares del país, se pusieron de manifiesto a través de algunos periódicos, tachando a la ciudad de Algeciras de inglesada: "Es innegable que hasta que los ingleses pusieron sus manos espléndidas en el ferrocarril Algeciras-Bobadilla, no lo tuvimos; que hasta que ellos no lo hicieron, no hubo un muelle cómodo y decente, ni vapores rápidos y elegantes. Pero de aquí á que propaguen sus costumbres entres los vecinos de esta Ciudad, hay un mundo de por medio. El carácter é idiosincrasia de los habitantes de esta Región -prosigue el documento-, andaluces depurados, no tan fácilmente se troca ó cambia en un momento dado y mucho menos en cuanto se refiere a sus sentimientos de probado patriotismo. Choca en extremo -prosigue el texto-, que la construcción de tal vía, tal muelle ó tales vapores, trate de presentarse como una unidad en el capítulo de cargos se dedica á Algeciras, cuando dichas construcciones revisten el carácter nacional y nunca local, porque si responsabilidad hay en ello moralmente, bajo el punto de vista de elementos extranjeros, en cuanto se refiere á la vida económica de España y en este caso al Campo de Gibraltar, debe atribuirse á la entidad oficial Estado, que un día concedió y subvencionó la referida línea férrea á los ingleses sin tener presente la política internacional de estos, y sus miras bien probadas de antiguo conocidas en este Campo".

Mientras todos estos hechos acontecían en nuestra ciudad, los soldados españoles -y entre ellos nuestros paisanos destinados en tan lejanas colonias-, habían encontrando el consuelo en el interesado movimiento de propietarios, sabedores estos que tras la marcha de los soldados, seguiría la de ellos junto a sus familias, quedando perdidas para siempre sus propiedades y negocios, por ello, es que a los soldados: "Los grandes propietarios les regalaban 20 reales, una gallina o un pavo y todo el tabaco que quisieran...".

Al mismo tiempo que nuestros soldados reciben el tan considerado como interesado trato de los establecimientos ubicados en las colonias de Ultramar, las autoridades del Gobierno Militar del Campo en Algeciras, nuevamente han de enfrentarse a un posible acto enemigo, cuando en plena madrugada observan como: "El Hacho de Gibraltar hacia la señal de incendio en bahía, resultando ser en uno de los almacenes flotantes de carbón que se encuentra fondeado en su puerto". Ante la constantes visitas de navíos norteamericanos y británicos a la colonia desde el comienzo del conflicto, y para facilitar su abastecimiento, se aumentó la presencia de estos barcos-carboneros continuando informando el documento: "El barco-almacén incendiado fue el número 56, perteneciente a la Imperial Cok Company, y que encerraba á su bordo unas 2.500 Tm. de carbón que se dice estaba asegurado por una compañía de seguros británica".

Al mismo tiempo que todos estos hechos se suceden, reseñar que entre lo más damnificados en primera persona por el conflicto -además de los soldados-, se encuentran los propietarios de colmados (tienda de comestibles), tabernas ó casas de vecindad, que ven como el trabajo de toda una vida, se les va de las manos sin que puedan hacer nada, algunos de ellos, como el vecino de Algeciras Domingo Luis Rodríguez, que fijó su residencia en el número 2 de la calle Correo Viejo, y que había llegado hasta nuestra ciudad proveniente de Matanzas (Cuba), había encontrando la solución para preservar su pequeño patrimonio, en la concesión de un Poder a favor de un administrador de fincas cubano de su confianza llamado Modesto Casas Valman; éste último, leal a su poderdante, actuaría en su nombre hasta bien entrada la siguiente década.

También se produjo el caso contrario; tras un primer momento de incertidumbre, algunos pequeños propietarios locales volvieron a las que fueron colonias españolas, tal fue el caso del que fuera vecino de nuestra ciudad Francisco López Romero, quién tenía su domicilio en el número 53 de la calle Nueva; tras regresar a La Habana de donde había partido en un primer momento, tras la inseguridad inicial, tiempo después regresó no sin otorgar antes de su marcha un Poder al vecino de su confianza de Algeciras Claudio Mateo Gutiérrez, al objeto de administrar su propiedad ubicada en el número citado de la calle Nueva ó Matadero, consistente en: "Antiguo mesón posada de cuatro habitaciones y dos cuadras, toda ella de buena mampostería y tejas".

Mientras la ciudadanía residente con intereses en las colonias se buscaba la vida, en la Carrera de San Jerónimo, algunos diputados actuaban ajenos a la realidad del país. El autor Felipe Trigo, en su reconocida obra titulada Jarrapellejos, se acerca a la descripción de ciertas aptitudes de algunos diputados de la época, cuando en boca del protagonista de la novela, expresa: "Tonto y pobre, y además mantenido al tono de su rango, y aún con su afición a las mujeres, pués ya sabes que en Madrid le da por las cupletistas, y le está costando un caudal á los Ayuntamientos del distrito...". Y Cuba podía ser lugar de escapada, enriquecimiento ó muerte; como bien plasmaría Vicente Blasco Ibáñez, en su célebre Cañas y Barro: "Cañamel, el dinero que tenía aquel gordo; había sido Guardia Civil en Cuba...". En la misma obra, la otra cara de la moneda, Tonet: "Al huir desesperado se había detenido junto al banderín de enganche para Ultramar. El muchacho aún no tenía 20 años […], pero era lo mejor que podía hacer. Crecía torcido ¡que corriese mundo y que sufriera!. Y si moría, un vago menos...". Desgraciadamente para nuestro país, a lo largo del nuevo siglo que estaba por comenzar, los oscuros personajes no dejarían de encontrar oportunidades para dar rienda suelta a su naturaleza, en el marco de la España profunda; pero esa, es... otra historia.

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