Adolfo Suárez

Un nombre para la historia, un referente para el presente

España acaba de perder a uno de los pilares de nuestra democracia, a Adolfo Suárez, el político conciliador y valiente que construyó las bases de nuestro Estado democrático.

Adolfo Suárez se ha ganado un lugar destacado en la Historia de España por mérito propio. Por encima de banderías políticas o ideológicas, es de justicia reconocer el papel fundamental desarrollado por aquel presidente del Gobierno que supo tejer las alianzas oportunas, los consensos necesarios para que triunfara aquel fin que debe guiar en todo momento a cualquiera que se dedique a la política: el bien común.

Alfonso Guerra dijo no hace mucho, cuando le preguntaron en una entrevista por la Transición y la Constitución, que "el consenso es el conjunto de renuncias que hicimos para sacar adelante una norma común que integrara a todos". En efecto, el consenso parte de esa humildad y altura de miras que debe imperar entre las partes para poder llegar a acuerdos. Y para los anales ha quedado el gran gesto de generosidad, valentía y sentido de Estado que protagonizó Suárez cuando se atrevió a legalizar al Partido Comunista aquel 10 de abril de 1977.

La Transición, con la promulgación de la Constitución de 1978, fue todo un hito, una gesta que demostró la madurez de un país ansioso por cerrar el periodo más negro y trágico de nuestra historia reciente. Y aunque no deberíamos enjuiciar el pasado con los ojos del presente, creo de justicia reconocer que sin el talante valiente del presidente Suárez, probablemente hoy España sería un país distinto. Igual habría llegado a la democracia por otra vía, pero más tarde, y este país no estaba entonces para perder ni un minuto más anclado en un pasado inmovilista.

Los españoles y españolas de hace ya casi 40 años necesitaban de un líder que leyera los acontecimientos y fuese capaz de dirigir todos los esfuerzos en la dirección correcta. No fue nada fácil, que nadie lo olvide, pero lo logró y hoy España es, fruto de aquel consenso, un Estado democrático moderno y civilizado.

Por todo, por tanto, Adolfo Suárez es patrimonio de todos los españoles y ejemplo de moderación.

En la muerte del ex presidente del Gobierno nos queda además otra gran lección: Adolfo Suárez dignificó la política como pocos han sabido y podido hacerlo, conquistando para esta noble causa que es el servicio público un respeto ciudadano que hoy en día, lamentablemente, no atraviesa por sus mejores momentos.

Hoy como ayer, España precisa con urgencia de políticos capaces de estar a la altura de las circunstancias, que exploren hasta la extenuación el diálogo desde el sentido de la responsabilidad.

Es, pues, en momentos como los actuales, en los que la crisis económica y sus durísimas consecuencias han puesto en cuestión la capacidad de la política para arbitrar soluciones eficaces, cuando más se valora el papel trascendental de personas como Adolfo Suárez, el estadista que supo explorar, desde el diálogo y el respeto por todos, el mejor camino para modernizar España.

Si se logró a mediados de los setenta con una España diezmada tras cuarenta años de oscura dictadura, ¿cómo no se va a poder lograr hoy en día superar cualquier adversidad?

Hagamos como Suárez nos enseñó: "Agradeceré que busquen siempre las cosas que les unen y dialoguen con serenidad y espíritu de justicia sobre aquéllas que les separan".

Descanse en paz, presidente.

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