7.000 números

La Ryder Cup fijó la mirada de unos 700 millones de personas en Valderrama

  • El propietario del campo, Jaime Ortiz Patiño, y el capitán del equipo europeo, Severiano Ballesteros, fueron los grandes triunfadores de una cita que dejó a la comarca sin las infraestructuras anheladas

El campo de Valderrama, en San Roque, ha sido escenario de las mejores competiciones golfísticas a lo largo de los últimos veinte años. En sus calles han golpeado los mejores jugadores del planeta. Pero ninguna otra cita se asemeja ni de lejos a aquella que arrancó el 26 de septiembre de 1997. La XXXII edición de la Ryder Cup. El acontecimiento deportivo más importante que se haya escenificado en el Campo de Gibraltar a lo largo de la historia y uno de los más grandes que haya albergado nuestro país. El cuarto en seguimiento televisivo de cuantos se celebran, sólo por detrás de los mundiales de fútbol y atletismo y de los Juegos Olímpicos. La única edición jugada en el turno europeo fuera de las Islas Británicas.

Un sueño hecho realidad merced al denodado esfuerzo del propietario del club, Jaime Ortiz Patiño y del cántabro Severiano Ballesteros, que hizo de mucho más que de capitán del equipo anfitrión. Sólo le faltó jugar. De hecho, Seve pasó a la historia como la primera persona que conquistaba el título como capitán tras haberlo conseguido como jugador.

Después de que un día antes del comienzo de la competición los Reyes hubiesen presidido una ceremonia inaugural preñada de liturgia olímpica, la lluvia se convirtió en la protagonista de la primera jornada, como lo sería también de la última. El primer día obligó retrasar el comienzo de los partidos una hora y cuarenta minutos y el último obligó a recortar las celebraciones del conjunto europeo tras su victoria sobre el americano, que encabezada esa leyenda llamada Tom Kite.

En los de casa, la composición del conjunto desató una fortísima polémica como consecuencia de la exclusión del madrileño Miguel Ángel Martín por culpa de una lesión que le había impedido competir desde julio. Aunque no jugó, la PGA le restituyó sus derechos a pocos días del comienzo, posó en la foto oficial y aquel equipo será recordado siempre como ‘la Europa de los trece’, que por entonces era el número de países que componían la CEE.

José María Aznar entregó la Copa a los vencedores en presencia de la Infanta Elena mientras la sociedad comenzaba a descubrir los usos de unos teléfonos móviles que sólo servían para llamar y enviar mensajes mientras las Spice Girl llevaban hasta límites insospechados los niveles de ventas de CDs.

oportunidad perdida

La Ryder, que llenó Valderrama de caras conocidas que fueron desde Miguel Induráin y Michael Jordan a George Bush y Michael Douglas, no dejó en la comarca, sin embargo, la herencia que se había anunciado. Fue otra de las innumerables ocasiones desaprovechadas. Las prometidas autovías se transformaron por obra de la incapacidad y el desconocimiento de los políticos, especialmente del ministro José Borrell, en carreteras salpicadas de conos para fijar un carril adicional en las horas punta. Para colmo, los intereses económicos de la firma patrocinadora, Johnnie Walker, eclipsaron los turísticos y la gran mayoría de los que vieron las partidas por televisión acabaron preguntándose cuál era la ubicación exacta de la llamada Augusta de Europa.

Eso sí, el desembarco masivo de aficionados (diez mil desde el Reino Unido, 5.000 desde Estados Unidos) puso patas arriba el mundo hotelero, poco acostumbrado a desafíos de este calibre. La leyenda afirma que se pagaron desde medio millón a dos millones de las desaparecidas pesetas por alquilar durante una semana un chalet en Sotogrande. Cinco grandes transatlánticos atracaron en el puerto de Algeciras para hacer las veces mitad de residencia, mitad de casino. Las actividades paralelas, la mayoría con escaso poder de concentración, fueron innumerables.

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