Cádiz

"El interés de Cádiz primaba sobre los políticos y particulares"

  • Diario de Cádiz reúne al ex alcalde Carlos Díaz (PSOE) y a los portavoces de la UCD, PCE y PSA de la primera corporación democrática en la que el consenso y el diálogo marcaron la gestión de cada día

Habían pasado 43 años sin que se celebrasen elecciones municipales. La última corporación elegida de forma democrática, en febrero de 1936, había acabado en su mayor parte asesinada por los golpistas que, cinco meses más tarde, habían iniciado una guerra civil. Era normal, así, que aquel 19 de abril de 1979 la emoción no fuese contenida cuando se constituyó en Cádiz el primer ayuntamiento democrático en cuatro décadas.

Los 27 concejales que se disponían a tomar posesión, y a elegir al nuevo alcalde de la ciudad, accedieron al salón de plenos rodeados de una auténtica muchedumbre, ansiosa por recuperar la libertad y, sobre todo, por recuperar 'su' ayuntamiento. Era normal, así, que se escuchase el canto de la Internacional, que se levantase el puño, que se vitorease cada voto logrado por el candidato de la izquierda, aquella que fue masacrada cuarenta años antes.

Porque en las elecciones municipales celebradas el 3 de abril de 1979 la izquierda, como en 1936, l había ganado los comicios. Cierto es que el centro derecha, en este caso bajo las siglas de la Unión de Centro Democrático, UCD, había obtenido más votos y escaños, pero la aritmética daba el poder a la izquierda, que unida superaba la mayoría.

Hoy se cumplen treinta años desde aquel día en el que 64.543 gaditanos acudieron a las urnas para elegir a 'su' ayuntamiento. Ya entonces la abstención despuntaba, como hoy, pues 39.000 ciudadanos decidieron no ejercer su derecho al voto.

Buena parte de los protagonistas políticos de aquellas jornadas ya no están en la política activa. Algunos sí permanecen en ella, como Luis Pizarro o Hipólito García, entre otros; unos cuantos disfrutan ya de una merecida jubilación mientras que hay que lamentar también la pérdida de varios de los ediles del Ayuntamiento de Cádiz que inauguraron este periodo.

Para recordar aquellos días Diario de Cádiz reunió la semana pasada, en su sede central, a representantes de los cuatro partidos presentes en la corporación de 1979: UCD, PSOE, PCE y PSA. A la invitación acudieron Carlos Díaz Medina, que sería nombrado alcalde, (socialista); José Ramón Pérez Díaz-Alersi (centrista); Manuel Gómez de la Torre (comunista) y Armando Ruiz Riera (andalucista). Razones de salud impidieron la presencia de Pedro Valdecantos, candidato de UCD a la Alcaldía.

Abrazos, preguntas sobre la familia, piropos de cómo se conservaban unos y otros. El encuentro se inició en la azotea del edificio El Fénix, desde donde se disfruta de una espectacular vista de la ciudad, con la sede del Ayuntamiento en primer plano, y donde Carlos Díaz, gran aficionado a la fotografía, aprovechó para captar instantáneas del Cádiz que él gobernó durante dieciséis años. Después, la hemeroteca de Diario de Cádiz, donde se guardan los tomos del periódico que recogen las crónicas de esta época, sirvió para recordar, alrededor de un café y más de dos horas de agradable conversación, un tiempo que ya es historia.

Hubo una coincidencia inicial entre todos los invitados: la capacidad de diálogo, de consenso, no sólo entre la propia coalición de izquierdas en el gobierno sino también con la propia oposición que, gobernando en Madrid, apoyó las reivindicaciones de Cádiz ante el Gobierno central.

"Todos éramos novatos, la diferencia con hoy es que había una gran ilusión y menos profesionalismo político. Eran los intereses generales de la ciudad los que primaban sobre los del partido o el particular, algo que actualmente no se puede decir tanto". Así era el ambiente, según Carlos Díaz, de aquel 19 de abril, día de constitución del nuevo Ayuntamiento.

Al pleno se había llegado con un gobierno de coalición que se había cerrado apenas unas horas antes, con tanta premura que Carlos Díaz comenzó a elaborar su discurso de investidura sin saber a ciencia cierta si el acuerdo con los andalucistas se iba a lograr, una vez alcanzado con el PCE. "Fue un día lleno de emociones. Un auténtico sueño", recuerda treinta años después, "con un ambiente ciudadano en el salón de plenos no exaltado y sí de intensa alegría".

"Junto a ese ánimo desde las filas de la UCD teníamos un sentimiento de desasosiego y desilusión. Éramos los más votados y habíamos formado un equipo muy preparado y acabamos en la oposición, aquí y en la Diputación Provincial", se lamenta aún Pérez Díaz-Alersi.

El gobierno de una coalición frente a quien por votos ganó las elecciones recuerda eb el debate, tres décadas más tarde, el cambio que se va a producir en el País Vasco, con la llegada al poder del PSOE con el apoyo del PP.

"El nuestro no era un pacto contranatura, sino de partidos de izquierda, hasta el punto que terminada la sesión de investidura nos fuimos al convento de Santo Domingo a visitar a la comisión de parados que allí se encontraban".

El paro, como la vivienda, eran dos de los grandes problemas que sufría la ciudad en 1979. Parece que el tiempo vuelve a repetir los déficit de la ciudad. Pero el Cádiz con el que se encontraron los concejales demócratas de hace tres décadas era muy diferente al actual. "Más del 70% de las calles y plazas estaban destrozadas", recuerda José Ramón Pérez. "La Catedral estaba cerrada, el Teatro Falla estaba cerrado y se mantenía la humillación del puente Carranza", menciona el ex alcalde. Y junto a ello, colegios públicos que se caían, un cementerio ya colapsado y en ruina y, sobre todo, una hacienda municipal totalmente en quiebra sin perspectivas de mejora ante una situación económica nacional nada boyante.

Con esta situación tan negra lo que sí funcionó fue el acuerdo entre los partidos que, curiosamente, se veía reflejado en la obligada presencia, por ley, de la UCD en la entonces llamada 'permanente municipal', hoy junta de gobierno local.

"Las comisiones eran una aberración desde el punto de vista político, aunque obligaba al diálogo". Cooperación que se vio en numerosas cuestiones. "Cuando íbamos a gestionar temas en Madrid nos acompañaban los diputados gaditanos de la UCD, hasta el punto que en 1980 realizamos una serie de encuentros para ver cómo abríamos una mayor participación con la oposición, incluso estudiando cuáles delegaciones municipales podían funcionar mejor en manos de ediles de la UCD, aunque finalmente no fructificó la idea", menciona Gómez de la Torre.

Esta colaboración, que hoy es imposible de imaginar, llegaba a numerosos aspectos de la gestión local. En la propia liberación del peaje del puente, con la óptica que da el paso del tiempo, el mismo Carlos Díaz menciona el apoyo del Gobierno de la UCD, aunque aquella histórica jornada la celebración se partió en dos, entre quienes estaban detrás del gabinete de coalición y quienes seguían al partido centrista, todos dispuestos a apuntarse el tanto.

"No teníamos ninguna experiencia de gestión, pero a pesar de todo, las cosas se superaban porque había muchas dosis de generosidad. En muchas ocasiones, en mitad de un pleno pedíamos un receso y entre los portavoces limábamos las diferencias y buscábamos un acuerdo", menciona Armando Ruiz Riera. Para Gómez de la Torre hay una explicación clara: "la explicación de quienes habían entrado en la político sin interés por ganar nada con ello, cuando hoy hay gente que desde muy joven hacen de la política su opción política".

La conversación entre los antiguos compañeros de Corporación está aderezada continuamente con anécdotas que, en la mayor parte, ponen sobre la mesa el desconocimiento que la mayoría tenía de la gestión pública.

Recuerda Díaz-Alersi: "Pepe Mena (un histórico del PCE) presidía la mesa de edad en la constitución de la Corporación, con esa bondad que le caracterizaba. Había gritos, e incluso petardos. Hubo un momento en el que me mira, me llama y me dice 'Alersi -que es como me llamaban desde la izquierda- habría que llamar a la autoridad' y yo le digo que la autoridad era él. Al día siguiente me comenta preocupado que no le iba a dar tiempo ir a una reunión convocada por el alcalde porque tenía que ir al Seguro, y yo le digo que para eso tenía el coche oficial".

"Es que él siempre estaba obsesionado con el dinero público. En eso se chocaba con el viejo aparato de gestión municipal que no estaba nada acostumbrado a que un concejal tomase decisiones, y menos si éste era comunista", menciona De la Torre que une a la capacidad de diálogo de los partidos la presencia casi asamblearia de colectivos ciudadanos.

La labor de las asociaciones de vecinos, que habían comenzado a constituirse apenas una década atrás, será fundamental en estos primeros años de democracia pues de ella saldrían algunos de los políticos más prestigiosos.

Esa participación ciudadana chocará en muchas ocasiones con la falta de fondos del Ayuntamiento y con la escasa autonomía municipal, pues se reclamaban mejoras que tardaban en llegar.

Eran tiempos también de un mayor radicalismo a la hora de plantear la participación o no de los ediles en festejos populares. "Llegamos a someter a votación nuestra presencia en la procesión del Corpus -pone como ejemplo Gómez de la Torre-. Pepe Mena y yo lo pasamos regular porque a lo largo de todo el recorrido nos fue siguiendo un anarquista que nos recriminaba nuestra asistencia al cortejo". Claro que no todo eran choques ideológicos. El mismo edil, encargado del mantenimiento de los colegios, se reunió con el entonces delegado provincial de Educación, ex militar ponente del juicio de Burgos, que acabó por reconocerle que "no parecía un comunista". La eliminación de los nichos a perpetuidad, el cambio de denominación de las calles o la eliminación de las casetas de playa para dar paso a un gran, y premiado, paseo marítimo, fueron aspectos de la vida ciudadana que, en estos primeros años, suscitaron un intenso debate dentro y fuera de un Ayuntamiento "al que no le fiaban ni un candado", como aún recuerda Armando Ruiz Riera.

En la azotea del edificio de El Fénix, sede de Diario de Cádiz, José Ramón Pérez Díaz-Alersi pide al fotógrafo una imagen suya con el edificio de la Aduana, cuya permanencia él defiende. "Lo que no impide el desarrollo de la ciudad es absurdo tirarlo", menciona Carlos Díaz mientras hace unas fotos del casco antiguo, cuyo deterioro paró en los ochenta el Ayuntamiento que él presidía.

Se despiden como viejos compañeros, amigos, dispuestos a quedar a tomar un café un día de estos.

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