La publicidad en los periódicos de 1989 era como la televisión de los setenta: en blanco y negro. Un recorrido por los diarios de hace 20 años despierta no pocas sonrisas al recordar viejos eslóganes, marcas hoy desaparecidas, comercios que echaron el cierre o modelos de coches vendidos como la octava maravilla y a un precio que, con los tiempos que corren, se antojan irrisorios.
La publicidad y la prensa diaria son un matrimonio sobre el que no cabe la posibilidad del divorcio. Es más, media una convivencia con modales exquisitos que sustentan ambos negocios. Los anunciantes, por qué no decirlo, son el principal sustento de una empresa periodística privada. La prensa, a cambio, ofrece la posibilidad de que miles de lectores posen su mirada a diario en los reclamos de venta.
La confección de la publicidad local en 1989 no daba muchas alas a la creatividad. Sólo los grandes anunciantes podían permitirse el lujo de colocar grandes imágenes reales de sus productos, principalmente las marcas de coches.
Por su parte, los comercios tradicionales y empresas comarcales optaban por una confección casi artesanal con el empleo de tipografías y composiciones sencillas. En algunos casos, dibujos hechos a plumilla con gran ingenio y creatividad aderezaban los reclamos. Los comercios solían recurrir al empleo de su nombre y dirección, como en las tarjetas de visita. Mensajes sencillos para empresas modestas, algunas de las cuales han progresado y siguen en estas páginas.
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