Verano

Manolo, músico de oficio

  • El estadio municipal de Bahía Sur será escenario hoy del concierto de Manolo García. A las diez y media sus incondicionales podrán escuchar sus nuevas letras

Manolo García regresa a San Fernando en un concierto que sabe a antaño. A una época dorada de conciertos que La Isla recupera este año. Trae en la maleta nuevos temas, nuevo disco, Saldremos a la lluvia. Pero hay algo que siempre perdura en él: su ilusión y su fe en la música, que nunca se acabará.

-¿Por qué dicen de usted que es un idealista?

-Porque persigo la utopía. Me tiro por el camino más peregrino, más incierto.

-Pero, ¿no espera mucho de la música? Se lo digo por el mal momento que atraviesa.

-No. Una cosa es la industria y otra la ilusión por seguir creando. Si hoy la industria dice se acabó, aquí no se vende más discos y no se puede seguir, sería grave para los ejecutivos. Pero, los músicos seguirían cantando con una guitarra en la escalera, en la calle, en cualquier rincón.

-¿Y esa diferencia?

-Porque la música es una necesidad natural. Es verdad que todo esto da un sueldo a mucha gente: al camionero que mueve el material, a quienes cargan las cajas de sonido, al iluminador, al ingeniero de sonido. Pero eso es otra cosa.

-¿Tanto ofrece la música?

-En la edad media había trovadores; en las cavernas, antes de cazar, dibujaban, danzaban y cantaban. Por eso sé que nunca se va a acabar.

-Entonces, ¿qué tiene la culpa?

-La ambición humana. Hay un gran mecanismo triturador que ha descubierto que se gana más vendiendo un millón de ordenadores que un millón de discos.

-¿Tanto ha cambiado la cosa?

-Hace 30 o 40 años la reina de Inglaterra ponía medallas a los músicos. ¿Por qué? Porque daban divisas al país. Ahora se las dan a Bill Gates y otros que mueven más dinero. Como el cine o, de manera más grosera, el sexo, la música se ha convertido en un objeto.

-¿Cómo afecta eso al músico?

-Se les está ninguneando. Aunque de todas formas seguirá tocando canciones. Aunque sea debajo del balcón de su novia Mari Pili.

-¿Ocurre con los que empieza?

-Se les dice que entren en internet que dejen allí sus canciones. Es verdad que puede haber un diamante entre tantos, pero el músico debe picar piedra primero. Comenzar en los bares, para pasar a la fiesta de su pueblo. Después si consigue pasar la criba puede ser telonero de un grupo más importante. Pero debe ir paso a paso. El éxito fácil me escama. Tienes que ir canción a canción, disco a disco, sin fallar. Bueno, podemos equivocarnos, pero la nota global debe ser digna.

-¿Pero no se salva nada?

-Es verdad que, aunque hay miles de lanzamientos, siempre descubres alguna joya, algo innovador, con propuestas nuevas.

-¿Intenta salvar la música con sus canciones?

-Yo no puedo salvar nada, ni a nadie. No sé si puedo salvarme yo. Yo voy caminando y comunicando. A veces lanzo SOS, a veces muestro alegría. Porque soy un creador y necesito expresar mi percepción. Me ocurre lo mismo cuando pinto: comparto sensaciones. Como el jueves en Murcia, que estuvimos cantando con la gente. Fueron dos horas en las que lo pasamos bien. Un regalo de los dioses.

-Regresa a San Fernando, ¿qué significa para Manolo García?

-A la ciudad y la provincia. En definitiva, bajar al sur, a esa puntita cercana a las tierras africanas. Me he movido por Cádiz, no sólo por la costa; he estado en la Sierra, en Alcalá de los Gazules, y sientes placidez, que puede que se la dé su historia, algo fenicio en el ambiente. Pero le pasa a muchos músicos.

-¿Qué va a encontrar la gente en su espectáculo?

-Va a encontrar un grupo, una manada de músicos, somos muchos (se ríe), contentos e ilusionados. Me gustan las giras, poder cantar, es una práctica placentera dentro de un mundo duro. Abres el diario y ves que suben los alimentos, ¿por qué nadie interviene y evita esas cosas? En el escenario nos olvidamos e interpretamos las canciones.

-¿Cuál es el secreto de su éxito?

-No sé si hay secreto, ni siquiera si hay éxito; sólo es un camino, una ilusión. Me gusta mi oficio. Pero antes me puse a prueba, para ver si servía, diez años en orquestas, bailes. No he perdido ese norte, no quiero ser famoso, sólo músico, por eso creo que la gente me respeta. Yo también la respecto y me subo al escenario con seriedad.

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