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Urgencias: 24 horas en alerta

  • Jornada ‘tranquila’ en el Hospital Macarena, entre cientos de pacientes: dos infartos, tres casos de tumores, y posible víctima de maltrato infantil

Especialistas en la sala de Observación. Al fondo el cardiólogo Francisco Trujillo realiza una ecocardiografía a un paciente ingresado.

Especialistas en la sala de Observación. Al fondo el cardiólogo Francisco Trujillo realiza una ecocardiografía a un paciente ingresado. / Juan Carlos Vázquez

Sala de críticos. Prioridad uno. Hospital Macarena. El equipo formado por el doctor Juan Luis Pérez, el enfermero José Aguilar y la auxiliar Yolanda López permanece en alerta. Son las once y media de la mañana. La jornada es, de momento, tranquila. Tres pacientes, muy delicados, están conectados a monitores que muestran sus constantes vitales. Entre ellos se encuentra un hombre que sufrió un infarto, de madrugada. A las cinco se activó el Código Infarto. Al llegar a las Urgencias, el enfermo fue sometido, en menos de hora y media, a una angioplastia primaria, el tratamiento más eficaz. “Es la técnica para eliminar la obstrucción, a través de un stent, ante un infarto. Es lo mejor para la supervivencia y para la calidad de vida”, explica el doctor Manuel Garrido, responsable médico de Urgencias.

El objetivo en la sala de críticos es estabilizar a pacientes que llegan en situaciones muy complicadas. Un equipo humano entrenado en salvar vidas tiene por delante una guardia: 24 horas en alerta. Los profesionales están preparados para atender todo tipo de urgencia. Nunca saben qué complicación, entre la vida y la muerte, llegará. Una cola comienza a formarse ante el mostrador de Admisión.

En la sala de espera de familiares una señora se levanta y pide ayuda para su marido: “Sufre cáncer; por favor, necesitamos más oncólogos. He preguntado varias veces en la planta, sin obtener ninguna respuesta. ¿Qué está ocurriendo en el sistema sanitario? Faltan oncólogos. Ayuden a mi marido, por favor”, exclama la mujer, al paso de los responsables de Urgencias. Sentada en una silla en la sala de espera, la mujer no lo ha dudado. Al ver a los responsables se ha levantado para pedir auxilio. “Le ayudarán, señora”, obtiene como respuesta.

Luisa Undabeyta, Olga Puente, Antonio Pérez, Carmen Navarro, Manuel Garrido y José Aguilar. Luisa Undabeyta, Olga Puente, Antonio Pérez, Carmen Navarro, Manuel Garrido y José Aguilar.

Luisa Undabeyta, Olga Puente, Antonio Pérez, Carmen Navarro, Manuel Garrido y José Aguilar. / Juan Carlos Muñoz

Las Urgencias acogen situaciones límite, médicas y humanas. Las salas de espera son testigos de la angustia y de la desesperación por el porvenir de seres queridos que penden de un hilo. Cuando un servicio o una consulta del sistema sanitario falla, los pacientes acuden a Urgencias.

Durante la madrugada, cuando gran parte de la ciudad duerme o se divierte, los equipos de Urgencias siguen en alerta. Forman parte de una “gran familia”, como ellos mismos califican a este servicio hospitalario. Son 393 profesionales. La mayoría están por vocación, pese a la penosidad de guardias de 24 ó 12 horas, día y noche; pese a los dramas humanos que atienden; pese a las limitaciones de los recursos; y pese de la mala educación que, a veces, tienen que soportar de los propios usuarios.

Las puertas de Urgencias están abiertas, siempre. “Es cierto eso que dicen, en Urgencias los profesionales son de una pasta especial. Es muy gratificante comprobar que sacas adelante a enfermos muy graves”, comenta Carmen Navarro, jefe de servicio de Urgencias en el Hospital Macarena.

A pocos pasos, a través de un pasillo, la sala de críticos conecta con la sala de Prioridad Dos, donde son atendidos pacientes graves. Varias personas son vigiladas en distintos boxes. El cardiólogo de guardia, Francisco Trujillo, se encuentra a pie de cama de un enfermo y maneja un dispositivo portátil, similar en tamaño a un móvil de última generación. “Está realizando una ecocardiografía al paciente”, comenta Reyes Suárez, responsable de comunicación en el Macarena.

La sala de espera Prioridad 3, que acoge al mayor número de pacientes, aquéllos que precisan atención, sin riesgo vital, comienza a llenarse. Son las doce y media. El puesto de control, donde un equipo se encarga de vigilar a los pacientes, se encuentra estratégicamente situado en el centro de la sala. Luisa Undabeyta, supervisora de cuidados, se encarga de que todo esté en orden; mientras Antonio Pérez, responsable de calidad, vela por que se mantengan unas condiciones óptimas.

Este microcosmos hospitalario se desenvuelve en un ciclo propio. La luz artificial permanente, el peculiar olor a hospital que generan los tratamientos y la enfermedad; las personas que, a veces, se desorientan o deambulan en busca de un ser querido que ha ingresado de manera imprevista, quizá por un accidente; la angustia en las miradas; la concentración de familiares a la hora de la visita, ante la puerta de Observación; los que tratan de aprovechar un descuido para entrar en la sala restringida para ver a un enfermo; la incertidumbre por el porvenir de los críticos; el trajín de celadores, enfermeros y médicos; y las esperas, que se antojan eternas. El reloj no acierta a marcar el tiempo de las esperas. Es el ciclo propio de las Urgencias, en el que no se distingue el día de la noche; y que atrapa al visitante.

Los que aguardan en las salas de espera desean ver un rostro conocido o amigo entre el personal sanitario, entre los celadores, administrativos, médicos, auxiliares, o enfermeros; y sobre todo ansían buenas noticias, ante la adversidad. “Trabajar en Urgencias te hace valorar mucho más todo en la vida, de manera muy especial. Vemos muchos dramas”, comenta el responsable médico.

La sexta planta del Hospital Macarena alberga las Urgencias Pediátricas donde se atienden cada día entre unos 100 y 120 casos. Los niños que llegan por la puerta principal son trasladados directamente a estas consultas. A las dos de la tarde, Óscar López, coordinador de Urgencias en Pediatría, explica que la mañana ha sido tranquila: “Hemos visto 30 casos, y principalmente han sido procesos respiratorios, una convulsión febril en un niño de 17 meses; y un caso sospechoso de malos tratos”.

Una pequeña, que sufre lesiones cutáneas susceptibles de una agresión, ha sido trasladada esta mañana desde su centro escolar al hospital. Los especialistas confirman las sospechas del personal educativo, que ha trasladado a la pequeña al advertir que puede ser víctima de malos tratos en su hogar. El proceso de alerta por un posible caso de maltrato infantil se activa. Agentes policiales y la autoridad judicial se encargarán de esclarecer el caso. La niña sólo tiene cuatro años.

Los presuntos casos de maltrato infantil, la atención a las víctimas de la violencia de género, y las situaciones de exclusión social que llegan al hospital constituyen la rutina diaria del equipo de Trabajo Social en las Urgencias. Muy cerca de la puerta de entrada, junto a una sala de espera para familiares, se encuentra este dispositivo asistencial integrado por dos trabajadoras sociales, María del Mar y Marisa. “Algunas personas sin hogar, que son conocidas por el Cecop Social, vienen habitualmente al hospital, hasta unas veinte veces al mes”, explica la trabajadora social. En el mismo punto se ubica el Servicio de Información al Usuario (SIU), al frente del cual se encuentra Manuel Delgado, que se encarga de atender a los familiares e informales de los traslados a planta, los tiempos de Observación, etcétera.

A las seis de la tarde, el equipo formado por la enfermera Joaquina Barreto y la auxiliar Pilar Pérez atiende en la consulta 13 a pacientes que aguardan en la sala de espera con Prioridad 3. Un hombre irrumpe en la consulta y pide un calmante para su mujer. “Cuando el médico lo prescriba”, contesta Joaquina, una veterana de las Urgencias en el Macarena que atesora 26 años de experiencias en cuidados. “Los casos oncológicos, cada vez más jóvenes, que sufren mucho dolor... son muy especiales. Sufren mucho dolor... me provocan mucha tristeza. Aquí vemos muchos problemas, y gran parte de ellos son sólo casos de dolor de muelas. Los sábados suelen llegar muchas borracheras”, explica Joaquina.

Durante las guardias de enfermería de doce horas, la mala educación de algunos usuarios es lo que peor soportan los profesionales. “A veces la gente llega a la consulta exigiendo, y nos insultan. Los más irrespetuosos e intransigentes son habitualmente familiares de pacientes que no cursan gravedad y que pueden esperar; y es frecuente que las personas con problemas más serios, aguarden con paciencia y respeto”, asevera la enfermera. En unos instantes Joaquina y Pilar habrán cumplido con su turno, doce horas de cuidados.

Seis pacientes permanecen en la sala de Observación, donde acaba de ingresar un nuevo paciente. La enfermera Ana Pineda y la auxiliar Nati Sánchez no paran ni un momento. Varios familiares entran en la sala para ver al recién ingresado. Es diabético y alcohólico. La enfermera se afana en medir sus constantes. Tensión, perfusión de insulina, paciente monitorizado.

Un equipo atiende a un joven que se ha desvanecido en un centro comercial y que ha sido trasladado por el Servicio de Urgencias de Atención Primaria. Un equipo atiende a un joven que se ha desvanecido en un centro comercial y que ha sido trasladado por el Servicio de Urgencias de Atención Primaria.

Un equipo atiende a un joven que se ha desvanecido en un centro comercial y que ha sido trasladado por el Servicio de Urgencias de Atención Primaria. / Juan Carlos Muñoz

Poco después, en la sala de críticos un equipo del Servicio de Urgencia de Atención Primaria (SUAP), trae a un joven que se ha desvanecido en un centro comercial. “Estaba con su hijo de cuatro años cuando se ha caído. Personal del centro comercial se ha encargado del niño mientras el equipo de urgencias lo ha traído al hospital”, explica la enfermera. El equipo en la sala se vuelca con el caso.

A la hora de la cena, un grupo de médicos y enfermeros de Urgencias comentan el balance de la jornada: “No es habitual. Se han detectado tumores en tres casos”. Uno de ellos, un hombre que llegó por cefaleas a las Urgencias. Tras un TAC, los especialistas observaron un tumor secundario, metástasis de una lesión primaria en el pulmón. “La familia ha recibido toda esta información esta misma noche”, comenta el doctor Garrido. Dramas humanos. La empatía es necesaria en Urgencias, pero los profesionales requieren forjarse una coraza. “No podemos implicarnos en exceso. Lo más gratificante es salvar a los pacientes”, reseña el doctor Garrido, que no duda al recordar el caso que más le ha marcado en su dilatada trayectoria: “Valeria, una niña que llegó hace muchos años, a Urgencias. Sufrió un síncope mientras corría en el patio de su colegio. Lo intentamos todo por salvarla. Tenía una malformación cardiaca congénita. La perdimos”. Todas las pruebas descartan problemas graves en el caso del joven que se desvaneció en el centro comercial. Sólo ha sido un susto y recibe el alta médica.

Cuando el reloj marca la una de la madrugada, el equipo de la sala de críticos se vuelca con otro paciente que se encontraba en Observación y ha empeorado. La aplicación de técnicas invasivas de respiración asistida permite recuperar al enfermo, una persona de avanzada edad que vuelve a respirar con normalidad. El médico, la enfermera y el auxiliar se afanan a pie de cama. Lo sacan adelante. El movimiento acompasado de los pulmones vuelve al pecho del hombre. Las pausas duran muy poco en el equipo de guardia. Tras 12 ó 24 horas los profesionales tienen la sensación de dejar atrás, tras las puertas de Urgencias, parte de sus propias vidas.

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