Veinticinco años de un viernes negro

Un Primero de Mayo que enlutó el toreo

  • 'Cubatisto', de Atanasio Fernández, negro y zancudo, le partió el corazón al torero valenciano en banderillas

Documento espeluznante que muestra cómo 'Cubatisto' le atraviesa el pecho a Manolo Montoliú para partirle el corazón.

Documento espeluznante que muestra cómo 'Cubatisto' le atraviesa el pecho a Manolo Montoliú para partirle el corazón. / ANTONIO ESQUIVIAS

Veinticinco años de una tragedia que enlutó el mundo del toreo y que fue utilizada para arremeter contra el nuevo reglamento taurino. 1º de mayo de 1992, decimotercera corrida del abono sevillano y se anuncian toros de Atanasio Fernández para José María Manzanares, Pedro Moya Niño de la Capea y José Ortega Cano. Abre plaza Cubatisto, negro y zancudo, marcado con el número 27, que dio 596 kilos en la báscula y que acabó con la vida de Manolo Montoliú, un enorme banderillero.

Fue entre el 7 y el 9, Montoliú se gustó en el cite, prendió en todo lo alto y el toro lo desequilibró con un palotazo en la pantorrilla para ensartarlo con el pitón izquierdo por el hemitórax derecho. Me encontraba en el tendido 4 y cuando era llevado camino de la enfermería ya vi que iba muerto. Desmadejado y sin color, la tragedia se confirmaba cuando poco después nos hacía Manolo Vázquez señas muy elocuentes de que el valenciano había fallecido.

Ese día se estrenaba un reglamento que aminoraba el peso del caballo de picar

Y a partir de ahí, una avalancha de sensaciones. Manzanares había estado muy valiente con Cubatisto y cuando Capea se quita de encima al segundo ya no cabe continuar. Los toreros suben a la presidencia y el presidente, José Luis León, tras consultar con su asesor el matador retirado Manolo Carmona, decide suspender. La Condesa de Barcelona abandona el palco, un toque de clarín hace que se arríe la bandera y una pizarra notificando la tragedia se muestra por el callejón mientras la afición estalla en una ovación de respeto.

Hay un torero con el corazón partido en dos, Ramón Vila firma este parte facultativo: "Herida incisa contusa en la base y cara interna del tórax derecho. Rompe las arterias suprahepáticas, rompiendo también la base del pulmón derecho y el pericardio atravesando el ventrículo derecho del corazón y la aurícula izquierda, rompiendo el lóbulo superior del pulmón izquierdo llegando hasta la base izquierda del cuello. Ingresó en la enfermería prácticamente cadáver, sin reflejos, sin respiración. Se procedió a abrir el tórax para realizar maniobras de resucitación sin que se pudiera lograr en ningún momento la resucitación".

Ese 1º de mayo entraba en vigor el nuevo reglamento taurino. En él se incidía en la presentación de los caballos de picar, mucho más ligeros de peso. Por ahí la batalla planteada por picadores, de ahí que se produjeran muchos incidentes a la puerta de la enfermería tras conocerse la muerte de Montoliú. Con Curro Reyes a la cabeza, la escandalera fue monumental. Ese escándalo también fue el aperitivo para que el doble festejo del día siguiente, sábado 2 de mayo, se suspendiese. Por la mañana se anunciaba a Manolo Cortés, Curro Durán y Pepín Jiménez; la vespertina la iban a matar Fernando Cepeda, Martín Pareja Obregón y Finito de Córdoba.

Volvamos al drama. Llegan a la enfermería los servicios funerarios y el féretro es trasladado a la recién inaugurada sala de prensa. Allí se descubre el cadáver, que es cubierto con su capote de paseo, pero sin tapar la cara. Es velado por toreros como Finito de Triana, Fernando el Almendro, Silverio Sierra, El Pío... Muy emocionado José María Manzanares, consternado el Capea, que se iba a Salamanca despotricando. "Ese toro no debe lidiarse en Sevilla, ni en ninguna parte".

El canónigo de la Catedral y capellán de la plaza, Federico María Pérez Estudillo, ofició una misa y sobre las doce de la noche llegaba desde Valencia el padre del fallecido, el viejo picador de toros Manuel Montoliú. Sin derramar una lágrima se abrazó al cadáver de su hijo. Una lección de entereza que culminaba en sus palabras a Manzanares: "Esto es el toro, maestro, y hoy le ha tocado a mi hijo". A las dos de la mañana y tras una postrera vuelta al ruedo de la Maestranza, el furgón fúnebre salía hacia Valencia, donde reposarían sus restos.

Manolo Montoliú había nacido en Valencia el 5 de enero de 1954, por lo que contaba con 38 años de edad. Fue novillero y empezó de banderillero en la cuadrilla del Soro, y luego pasó a las de Paco Ojeda y Antoñete. En 1986 toma la espada y la muleta. La alternativa es en Castellón el 2 de marzo con Julio Robles de padrino con Espartaco de testigo. Confirma en San Isidro con Emilio Muñoz de padrino, pero sólo torea nueve corridas y vuelve a coger los palos en 1987, y torea a las órdenes de Víctor Mendes, Esplá y Manzanares.

En enero del 92 coincidí con él en una tertulia en el hotel Rey Don Jaime de Valencia, y estaba exultante. "Voy a torear con el torero que más me gusta, con el que estaba deseando colocarme desde que soy banderillero". Ese torero no era otro que José María Manzanares, con el que empezó en Fallas. Y hay una anécdota premonitoria. Manzanares le tenía una fobia enfermiza al amarillo y derivados, por eso cuando Montoliú le dijo que se había hecho un terno oro viejo y azabache para estrenarlo en Fallas, Manzanares le hizo desistir. Pero el traje no iba a tirarlo. Lo dejó para Sevilla y cuando el 1 de mayo de 1992, matador y banderillero se encontraron en el coche de cuadrillas, el alicantino se dio por vencido: "Al final te lo has puesto. Allá tú". Y con el oro viejo y azabache citó a Cubatisto gustándose, como bebió de la fuente de Paco Honrubia, cuadró en la cara y clavó en todo lo alto, pero el toro lo desequilibró primero y lo atravesó después para romperle el corazón en dos. Fue un torero que quiso hacerle las cosas bien a un toro que no estaba en el tipo que pide Sevilla. Hoy hace veinticinco años.

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