las ventas | corrida extraordinaria de la beneficencia

El Juli, suavidad y premio

  • El diestro madrileño corta la única oreja a un toro de mucha calidad

  • Manzanares y Talavante se marchan de vacío

  • Encierro sin poder alguno de Victoriano del Río

La Corrida de la Beneficencia, con una expectación máxima, que presidió por primera vez como rey Felipe VI, dejó mucho que desear por un encierro de Victoriano del Río y un sobrero de Domingo Hernández, al que le faltó en su conjunto poder.

El Juli, que contó con un buen lote, consiguió el único trofeo del festejo de su segundo, el cuarto, un galán de 633 quilos, largo como un tranvía, astifino y tocado de pitones, que cumplió en varas. En la muleta derrochó clase y calidad superlativas. El madrileño logró por momentos pasajes de toreo despacioso por ambos pitones, tras una serie diestra en una losa y un cierre con un serio arrimón. Llegó a despertar al personal con una serie con un cambio de mano en un momento en el que el público andaba ya hastiado. Mató de estocada y fue premiado con una oreja.

Ante el primero, noble y soso, El Juli realizó una labor insulsa; matando de pinchazo y media estocada para ser silenciado.

José María Manzanares aportó poco con un lote deslucido. No hubo paciencia por parte del público ni del presidente, que devolvió al noble segundo, un precioso sardo, tras un costalazo. En su lugar saltó un toro enorme, hondo, de Domingo Hernández, que tras una buena pelea en varas, fue acortando su recorrido. El alicantino, tras unas primeras series cortas, acabó con unipases en una labor sin emoción alguna ante el noble animal. Mató de estocada tendida y fue silenciado.

Con el quinto, muy astifino, noble y flojísimo y que se rajó pronto, Manzanares concretó un trasteo intrascendente tras torear muy bien a la verónica y lucirse con una larga afarolada y chicuelinas al paso. Mató de media estocada y fue silenciada.

Alejandro Talavante contó con un lote imposible para el lucimiento. El cuarto toro, bajo, sin entrega en los primeros tercios, se movió con genio y se rajó pronto. Talavante no tuvo opción al lucimiento artístico. Mató de pinchazo y estocada y fue silenciado.

El quinto, aceptablemente presentado, perdió pronto las manos, tras un tirón de Talavante, quien planteó su labor en las afueras, con el astado persiguiendo la muleta como si fuera un borrego, sin poder alguno. El pacense mató de pinchazo y estocada corta para ser nuevamente silenciado.

En tarde de escaso contenido, El Juli, con un toreo suave, ganó el único trofeo del decepcionante festejo.

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