Un total de 168 personas murieron ayer al estrellarse un avión en la provincia de Qazvin, 200 kilómetros al noroeste de Teherán. El aparato, un Tupolev de fabricación rusa propiedad de la aerolínea iraní Caspian Airlines, había partido a las 11.15, hora local, del aropuerto internacional Imán Jomeini rumbo a Ereván, capital de Armenia.

Según confirmaron las autoridades iraníes, 16 minutos después del despegue, el avión se precipitó cerca de la aldea Jannat-abad, donde produjo un cráter de 10 metros de diámetro. El fuselaje quedó destrozado en pequeños pedazos tras haberse incendiado en el aire. A bordo viajaban 153 pasajeros y 15 tripulantes, de los que 160 eran de nacionalidad iraní, seis armenios y dos georgianos, según informaron fuentes de la Aviación Civil armenia. El comandante de la Policía de Qazvin, Masud Jafarinasab, explicó que los cuerpos de los pasajeros "están totalmente quemados y destruidos".

Las primeras investigaciones apuntan a que la causa del siniestro habría sido un fallo técnico, aunque las autoridades iraníes advirtieron que no se puede confirmar nada antes de recuperar y analizar la caja negra. Según el vicegobernador de la provincia iraní de Qazvin, Sirous Saberi, el piloto informó a la torre de control de un problema técnico y solicitó permiso para un aterrizaje de emergencia. Responsables de la Organización de Aviación Civil barajan la posibilidad de que uno de los motores del aparato se incendiara antes de caer.

Irán tiene una flota aérea en estado crítico, afectada por las sanciones internacionales económicas y financieras que sufre el país que dificultan su renovación y mantenimiento. Desde que estas sanciones fueran impuestas en la década de los ochenta, la aviación iraní ha sufrido varios accidentes con más de un centenar de muertos en cada uno de ellos.